miércoles, 5 de octubre de 2016

Despistes.

Relato: Uno cortito, de despistes.



                Verán, una aún está fuerte y capaz, como cuando era joven, o eso al menos es lo que creemos, que con un esfuerzo que se haga ya tenemos lumbago o ciática, por no hablar de las tonterías que hacemos, yo no, aún no, no como mi madre, por ejemplo, que andaba loca buscando las gafas de un lado para otro, y cuando le pregunto que qué busca me dice que las gafas, que no sabía a dónde las había puesto, hasta que le dije:
-          Alma de cántaro,  ¿qué es lo que llevas puesto que te hace ver bien?
-          Hay hija, (Dice tocándose las gafas en la cara) que tontería, si es que me tienen loca los nietos, y claro una ya no sabe ni lo que hace.

                O como cuando J.J. sale de casa y le pregunto:
       -¿Llevas los dos móviles? (El del trabajo y el particular)        
       - Si, mira, unoooo y dooos. (Lo dice con guasa, como quien quiere decir que aún no anda perdiendo la cabeza)
                No hace más que llegar al trabajo y me llama angustiado:
-          Oye, no habré soltado ahí el móvil, que con las tonterías tuyas ya me has liado.
-          A ver, deja que mire… pues no, ¿Cuál te falta? ¿El de casa o el del trabajo?
-          El de casa, el de casa, que el del trabajo lo estoy viendo encima de mi mesa y el otro no lo encuentro.
-          ¿Desde qué móvil me llamas entonces?
-          Tu, tu, tu, tu, tu.
                Me colgó sin darme la opción de decirle eso de… alma cándida… que ya estas como mi madre….

                Bueno pues algo parecido me pasó a mí en casa de mi hija, he de decir en mi defensa que tan sólo había ido una docena de veces a la urbanización donde vive ella.
                 Se fueron de viaje y dejaron al cargo de las tres nietas a otra de mis hijas, claro yo como sé que esta no está acostumbrada a cuidar niños… pues me metí también en el encargo de cuidar a las nietas, y allí me instalé una semana.
                Se agotaron los víveres a los cuatro días, decidieron entonces a ir al pueblo cercano a comprar, y me dejaron al cargo de la casa a mi sola, se llevaron a la mayor en el coche, y  las dos peques, que no querían ir se quedaron en la calle jugando con los vecinitos de la urbanización.
-          Mama, cuida de que no se te cierre la puerta, o mejor te dejamos las llaves por si acaso, son estas, no las pierdas, por favor, que no hay más.
                Antes de que arrancasen el coche salí corriendo para recordarles que olvidaban algo, mi hija que no se fiaba de mi me pregunta que si he cogido las llaves, yo le contesto con mucha seguridad que esas cosas no se me olvidan, ella me contesta que me quedo sola en la casa y si me dejo las llaves dentro luego no podemos entrar ninguno.
-          No te preocupes, todo está controlado.
-          Si te pasa algo llama a las chicas que rompan la mosquitera, y te salten por la ventana.
-          Tranquila que aún no he cumplido los sesenta, mira, las llaves, ¿lo veeees?

                Se van, los despido desde la carretera, me dispongo a entrar a casa de nuevo, y meto la llave del portal…… Nada que no da vuelta, la saco, la meto de nuevo…. Nada que no, entrar entra, pero no va ni a derecha ni izquierda. Lo intento una vez, dos, tres, cuarenta, un sol de justicia me estaba haciendo sudar, y yo pensando a ver a quien llamo ahora que baje y me habrá, si no conozco a los vecinos,  y encima hay pocos en el bloque. Después de llamar a unos pocos de timbres baja un joven descalzo a abrirme y me dice:
-          Señora, ¿no habrá cogido usted otras llaves?
-          Pues no, que estas son las únicas llaves que tenemos para abrir. (El joven se cree que ando senil y he cogido otras llaves equivocada)
-          Bueno, pues tenga cuidado no sea que se le cierre la puerta del bloque y no pueda entrar en casa, que nosotros nos vamos a la piscina y no queda nadie en el bloque.
                Lo miro, le agradezco que me haya abierto y espero a que se marche, así me da tiempo para ponerle un cartón a la puerta para que no se me cierre el portal, por si las moscas.               Cuando ya oigo que cierra la puerta de su casa, me dispongo a meter la llave en la puerta de la de mi hija, que vive en el bajo, y la saco, y la meto, nada que no,  me mosqueo yo sola pensando que algo anda mal, yo estaba segura de que eran las llaves y de que la puerta era el bajo izquierda, lo que me mosqueaba era que entrar entraba, pero ni a derecha ni a izquierda, oigan media hora tirando de la puerta, empujando, subiendo, bajando, nada de nada.
                Bueno, pues a buscar a las peques, que a unas malas rompemos la mosquitera, y ellas me abren desde dentro. 
                ¿Creen que es fácil encontrar a los niños en una urbanización grande? ¡Ni a voces los encontraba! Ni mirando por toda la urbanización, ni preguntando a los que se asomaban a las ventanas por si habían visto a los niños, unos te mandaban al parque, otros a la piscina, otros al jardín interior; Por ningún sitio aparecían, oigan, las voces que se oían eran de otros chiquillos, pero de mis dos nietas nada de nada. Alguien dijo que a ver si se habían metido en casa de algún amiguito. ¿Cómo se llaman sus amigos? Pues ni idea oiga, yo solo los conozco por: “Mis amigos”. 
                Después de agotada, acalorada, mosqueada, y todas las “adas” posibles, me rendí. Me dije que me esperaría sentada en el rellano, a la sombra al menos, a que regresasen de comprar y ya veríamos como hacer, al menos tardarían unas horas en volver. En fin, que me resigné a ser yo ahora el motivo de risa y la anécdota para los restos, eso de “Te acuerdas de tu madre que  no habría la puerta y se quedó al sol…. “
                Pues me volví cabizbaja al portal  en busca de sombrita… miro la puerta… no tiene cartón… (Algún idiota ha salido y me ha tirado el cartón, me decía para mis adentros)  Miro por los alrededores y ni se ve cartón en el suelo, miro al portal siguiente y veo el cartón puesto en la puerta.
                Miro arriba al número, miro arriba al portal siguiente, me pongo a pensar, callada me dirijo al portal sin cartón, abro a la primera… meto la llave en la puerta de casa, a la primera abre… cierro tras de mi sin que me vea nadie…  y a disimular.
                ¿Qué pasó? Pues lo que están pensando, que me confundí de portal y me empeciné en que era el otro. Cosas que pasan, pero no vayan a pensar que yo también desvarío ya, no, que vaaaa, es que solo había ido unas doce veces a esa casa y aún no había memorizado la ubicación, y yo por desgracia soy de las que entran al centro comercial y como me den dos vueltas ya no sé dónde está la salida, en eso me parezco a mi pobre padre, que se perdía en el piso nuevo y no encontraba el salón, y eso que no medía más de 75 metros la casa.
                En fin, cosas que pasan.