lunes, 27 de mayo de 2013

Una Cazurra en Andalucía



Lo de venir a Andalucía es una empresa muy grande, como lo oyen, que no es lo mismo venir de vacaciones que quedarse para vivir y trabajar.
Necesitas tener idiomas, eso lo primero, para poder moverte por ella de forma segura, y segundo necesitas paciencia para poder disfrutarla en toda su salsa.

La primera vez que me vine de Salamanca para Andalucía me costó mucho trabajo entender todos los idiomas, como por ejemplo el algodonaleño... el granadino... el rondeño... el montejaqueño... el esteponero...el pontanes... el ubriqueño...
¿Que no son eso idiomas?
Sí, ya sé que son dialectos, o formas lingüísticas regionales, pero como si fuesen idiomas, oigan, que a mí me parecieron lenguas extrajeras.
¿Que por qué lo digo?
Porque no es lo mismo la peseta castellana que decir "pessssssete" de Puente Genil, o cuando para decir que están de acuerdo te sueltan eso de: "diiiiigo", ahí te quedas esperando a ver qué es lo que dicen.
Para decir eso de "amigo, hace mucho tiempo que no te veo" te dicen "quillo, onde anda".
Como cuando preguntas que quién ha venido te dicen "El Cidro"
-¿El cedro?
-No quilla, el Cidro.
- ¿Alciro?
Al final, y menos mal, te traduce alguien para que sepas que era "Isidro".

Lo peor de todo es que hablan deprisa y con el acento particular de cada región.
¡Que eso hay que aprenderlo pronto o no te enteras de nada!
Te pasas todo el día diciendo: ¿Qué? ¿Qué has dicho?
Y para colmo si te hablan a la vez diferentes personas, de diferentes regiones andaluzas, ya es cuando se hace un batiburrillo de ideas, y mientras seas de Andalucía todo va bien, lo malo es cuando vienes de Salamanca y aún no tienes el oído educado, ahí es el problema, mientras traduces a una ya ha cambiado de tema la otra, o sea que vas tarde en todas las conversaciones, y claro se te queda cara de tonta intentando que no se te acumulen las traducciones, y cuando ven que no pillas una dicen eso de:

- " Ta ennortá, e o no”.

- digooooooo.

¡Si es que no tienen consideración con los novatos!
Piensan que una en el colegio ya ha aprendido de todo.
Esto es más difícil que entender a los médicos en una convención de medicina con su habla técnica.
Hablando de médicos, recuerdo una vez que fui al especialista, al H. Costa del Sol, con mi hijo de trece años, porque le dolían las piernas, nada más sentarnos vimos que había cuatro médicos atentos a nuestras explicaciones, eso inquieta mucho, que dices tú:
- Esto será serio cuando te reciben tantos médicos y tan expectantes a tus explicaciones.
Lo reconoce el más mayor y va diciendo a los más jóvenes:
- Individuo joven, manifiesta cuadro de inmovilidad de extremidades inferiores, recurrente, sin tratamiento hospitalario, manifiesta osteocondritis disecante clara, lo derribamos para su casa, no hay nada que hacer aquí, será un paciente extra hospitalario, recomendamos reposo y cama hasta el final.
(Se lo he traducido un poco para que entiendan por dónde iban)

¿Qué entienden ustedes?

Pues yo lo que entendí fue claro, que se me iba el niño y no había nada que hacer.
Mira si puse cara entre horrorizada y compungida que una enfermera que andaba por allí me vino y me explicó que yo había entendido mal.
No es que entendí mal, es que no entendí nada, sólo que me quedaba sin hijo, y el susto se quedó para mí.
Lo que el médico estaba haciendo era dar clases, a otros médicos aprendices, sin darse cuenta de que yo estaba escuchando también, y sólo era ama de casa.
Total y en definitiva, que el niño había dado el estirón del crecimiento muy deprisa y se había quedado sin líquido en las rodillas y necesitaba reposo solamente.
Una no está puesta en la jerga médica, y a poco que te digan en su verborrea te ponen los pelos de punta.
Hay que hablar claro y entendible, y asegurarte que te han entendido.

Bueno pues el llegar a Andalucía tres cuartos de lo mismo.

Déjenme que les ponga un ejemplo:
La primera vez que yo entré a trabajar fue en la Costa del Sol, en un hotel, la primera vez en mi vida, o sea que iba "empanada" y si le sumamos a eso que contaba con sólo catorce años, le faltaban unos meses para ello, pues eso, "empanada y media" y si encima sumamos que nunca me había topado con un andaluz, pues eso, empanada total.
Empezaron los repartos de trabajo... Tu aquí... Tu allá... Y así una decena de niñas, cuando me llegó el turno me dice la encargada:

- "Pili de Salamanca, atrinca la aljofifa y pázala al zanguan, y ten cudiao con las curianas.
¿...?
Eso digo yo, que si ustedes lo han tenido que leer dos veces yo lo memorice cien para ver si le sacaba significado, cara de boba se me quedó, intentando disimular asentí con la cabeza, y aunque me moví del sitio no sabía a dónde ir.

A ver, lo de Pili de Salamanca está resuelto.
Atrinca es coge.
La aljofifa... La aljofifa... Mejor lo dejamos para el final.
El zanguan... El zanguan... Me suena a San Juan, zan será san y guan será Juan.
Cudiao me suena a cuidado.
Y las curianas como no sean coreanas de Corea o corianas de Coria pues no sé.
Me decidí por lo que entendí: ir a la capilla en busca del San Juan, pasarle la aljofifa, que supongo que será alguna cinta como cuando en el pueblo de la Caridad le pasas la cinta de raso al santo y la bendices, pues eso, y las curianas ya veré el rasgo facial si es asiática o extremeña.
Oigan, la capilla estaba oscura y con olor a humedad, como no se abría desde su cierre a principios de invierno, y estábamos a principios de primavera… pues que no había quien entrara, allí no había ni un alma.
El jardinero, que estaba cerca y mirando a ver a dónde iba yo, se me acerca y me dice que la capilla no está para limpiar aún, que hay que ventilarla primero porque han fumigado.
Cuando le expliqué que me habían mandado allí en busca del santo puso cara de extrañeza, me dijo que qué era exactamente lo que me habían mandado, le dije lo mismo:
"Atrinca la aljofifa y pázala al zanguán, y ten cudiao con la curianas".
Se partió de risa el tío, a mí no me hacia ninguna gracia, pero él no paraba de doblarse de la risa, y va y me dice:
- Anda ven zagala, sígueme.
Me lleva de nuevo al hotel, y me dice que empiece por allí.
¿...?
Lo que me habían dicho en concreto era:
"Coge la bayeta y pásala por la entrada y ten cuidado con las cucarachas".

- Atrinca= coge
- La aljofifa= la bayeta.
- El zanguan= el zaguán o entrada.
- Y las curianas =cucarachas.
- Y lo de ten cuidado no era por si me atacaban, era para que no empezase a gritar cuando saliesen cucarachas de los rincones, que ya se sabe que las adolescentes le hacen ascos a todo y gritan con nada.
-
Menos mal que eso se pasa pronto y aprendes a decir "Oju" "Digo"y un montón de cosas más que hacen de Andalucía una tierra entrañable, inigualable y alegre.
Si es que hasta que no adaptas el oído y dejas de inventar no te enteras de nada, menuda pandilla.
Y hablando de pandilla...


En el comedor del hotel, me refiero al comedor de servicio, cada uno tenía su sitio, se comía muy bien por cierto, para eso Juan el cocinero tenía muy buena mano y los alimentos eran de primera.
Bueno a lo que iba, que nos sentábamos en mesas cuadradas de formica, las muy amigas unían sus mesas, las demás nos sentábamos de cuatro en cuatro.
Un día de tantos nos juntamos cuatro chicas en una mesa, estaba sucia, y por no ir a buscar una "aljofifa" (bayeta) a la cocina, alguna tuvo la genial idea de que con la miga de un bollito de pan la limpiásemos, luego al terminar de comer como se debían de llevar a la cocina los platos sucios pues eso, que lo tirábamos ya de paso.
Una de ellas sacrifico la miga de su bollito de pan, ya que quería perder peso, por aquello de ponerse el bikini...
Bueno pues lo dicho, se abrió el bollito... se limpió la mesa... se puso en medio de las cuatro... y nos dispusimos a comer.
Colocamos el agua y los vasos, cortamos cada una su bollito y lo pusimos a la izquierda, y a comer y contar el día como le fue a cada una.
De primero patatas con calamar y almeja, ¡qué cosa más rica!
De segundo croquetas con ensalada, que las hacia Juan Carlos, más ricas aún.
De postre alguna fruta, y seguíamos la charla amena contando las anécdotas del día.
Terminamos de comer y toca recoger los platos, vasos y cubiertos.
¿Se están preguntando por la miga de pan con la que se limpió la mesa?
¡Yo también pregunté, y mi compañera y la otra y la otra también!

¡YO NO FUI!

Las otras tres dijeron lo mismo.
¡Dios quiera que a la dichosa miga le hubiesen salido patas y hubiese escapado de la tortura de arrebañar el plato!
Porque si no su destino fue la barriga de una de las cuatro pero...

¡YO NO FUI!
No, no.
¿No?
Creo que no.
Mejor lo dejamos a la duda.
¡Así es Andalucía!

martes, 21 de mayo de 2013

Crónicas de una Cazurra VII




Lo de los peces de mi tía Inés, la mujer de mi tío Ubaldo, no fue mi culpa, de verdad que no, oigan créanme, yo dejé a los peces vivos en el pilón, si se murieron sería de aburrimiento porque el pilón era pequeño y no tenían a dónde ir los pobres peces, ni una sombrita, ni un matojo, ni nada, tan sólo un pilón de piedra y encima expuesto al sol.

Los dos peces creo que eran carpas, de color salmón y blancas, muy bonitas y grandes, tan grandes como la medida de un codo, (44.5 cm) bueno, un poco menos, digamos que un codo de niña pequeña, es que en temas de pescados me pasa como a los pescadores, lo que es una sardina dicen que es un atún de metro y medio, en fin, que no sé cómo llegaron al pilón las dos carpas.
Mi abuela y mis tíos, los Bolaños, vivían en la fábrica de piensos que estaba al lado de la estación, (hoy meras ruinas, sobre todo la fábrica), yo en más de una ocasión me quedaba a dormir allí.
Cuando hablo de la fábrica se me encoge el corazón tanto como a ustedes mencionar la estación ¿verdad que sí?
En fin, que allí estaban los peces que parecía que me hablaban, abrían la boca y la cerraban continuamente, yo intentaba decirles cosas pero si me arrimaba salían corriendo, bueno nadando para ser más exactos, para que me escuchasen no me quedaba más remedio que pararlos cogiéndolos en su huida, y los cogía rápido porque como dije antes un pilón es un pilón, y no da mucho de sí, como mucho sería de 1 x 0'50cm.
Oigan, ¡qué resbalosos eran los condenados!
Tenía que apretarlos entre mis manos para que no se me escaparan, si no me andaba con cuidado me pegaban cada coletazo y cabezazo que me dejaban que no sabía de donde salían las tortas.
Lo que más gracia me hacía era ver cómo abrían la boca sin dientes, sé que no los tenían porque les metía el dedo en la boca y no mordía.
Allí me pasaba las horas con ellos, toda la gente que pasaba por mi lado me decían que dejara en paz a los peces:

- ¡Mari Pili! ¿Ya estás otra vez con los peces? (Decía mi tía Inés)

- ¡Mari Pili! ¡Deja a los peces tranquilos! (Mi tío Ubaldo)

- ¡Mari Pili! ¡Como te vea tu padre te calienta! (Tía Pili y tía María)

Lala, mi abuela Pilar, no me decía nada.
¡Qué guapa era Lala!
Con su pelito recogido y blanco como la nieve y sus ojitos azules como el cielo, qué mujer más dulce era Lala.
En fin, que no me dejaban tranquila con los peces, yo me ponía chorreando
pero me lo pasaba bien en el pilón intentando meterles el dedo en la boca a los dichosos peces resbaladizos.
Cuando me fui para mi casa, en el pueblo, los peces estaban vivos, de verdad, días más tarde me entere que habían muerto y las culpas a Mari Pili, cómo no.
Total que me quedé sin juego, bueno miento, tiempo más tarde llevaron unos chivitos, qué divertidos eran esos, no se dejaban tocar, pegaban unos saltos enormes y siempre parecían contentos, se pasaban balando todo el día.
No murió ni uno, no vayan a pensar... Que ya me conozco el tema... Y luego las culpas a Mari Pili.
Para mí, el ir a la estación, era un delirio, primero porque iba a mi segunda casa con mi familia, y segundo porque el paseo era muy agradable, salías del pueblo por el camino viejo de tierra, atravesabas las vías del tren, (en una vista panorámica de izquierda a derecha quedaba así) pasabas por un callejón y se abría una explanada en la que tenías tu plaza particular, a la izquierda estaba el tenado con los camiones y la entrada a la fábrica, y al frente tenías un ¿cuarto de baño? ¿Se podrá llamar así?
Era un habitáculo con fosa séptica, un murito rectangular tapado con una madera y dos o tres agujeros, (no les recomiendo que respiren a fondo en estas líneas) al lado las dos casas de los Bolaños, la de Lala y mis tías, y la de mi tío Ubaldo con tía Inés y los dos primos, a la derecha los lavaderos y corrales seguido de un muro alto de piedra y un portón de madera que te llevaba a la carretera general.
¿La descripción les parece pesada?
Tendrían que leer a Ken Follet en su libro "Los pilares de la tierra" que menciona cada muro de piedra por nombre y cada viga de madera de una catedral entera, y cada monje o Abad por nombre y rango, terminas no sabiendo si el monje cocinero era de piedra o de madera.
¡Que mareó, por Dios!

Un día fuimos a pasear mi tía María y yo por los arcenes del tren y me dice mi tía:

- Mari Pili, ¿Vamos a coger los huevos negros del tren?

- Sí, tía.

Lo de "tía" es porque era mi tía no porque yo hablase de forma chabacana.
Y lo de los huevos del tren no era por ser muy macho el tren, no pensemos mal, era porque el tren cargaba unos huevos negros de carbón mineral, creo que lo llamaban hulla, y alguno se les caía en las vías, cosa que aprovechábamos para recoger y ponerlo en el fogón de cocinar. Hulla


Por cierto, los fogones eran de un metal negro y dorado, contenía dos habitáculos para poner la leña o el carbón para cocinar, y otro aparte para llenarlo de agua, hasta tenía grifo, así había agua caliente para el uso diario.
¡Qué bonita cocina! Creo que le decían "bilbaína" por el hecho de fabricarla en Bilbao.
¡Pero qué incomoda de mantener!
Al ir para casa, tía María y yo, dimos un rodeo por la parte trasera de la fábrica, terminamos en el cruce y volvimos por la carretera a la fábrica de nuevo.


Al llegar le pregunta tía Pili a tía María:

- ¿Habéis estado en la carretera? (Dijo tía Pili)

- Si, y no sabes cómo está de coches. (Dijo tía María)

- ¿Sí? ¿Cuántos habéis contado? (Dijo tía Pili)

- ¡Uf! Un montón, menos mal que no tuvimos que atravesarla.
Dile, dile Mari Pili cuántos coches hemos visto. (Dijo tía María)

- Tres, tía, tres coches. (Dije yo)

- Yo conté cuatro, cuatro en una hora. ¡Qué barbaridad! (Dijo tía María)

- ¡Sí, qué barbaridad! Llegará el día que no podamos pasear por ella. (Dijo tía Pili)

Si es que la carretera en esos días era para dar paseos, que iba un coche... te retirabas un poco y el coche pasaba por medio de la vía, que venía otro al rato... lo mismo.
Desde lejos se veían venir y había tiempo de saber quien conducía, como eran contados los que lo tenían... pues eso, que daba tiempo a preparar el repertorio de los saludos:

- ¡Adiós fulano!

- ¿Queréis qué os lleve?

- No, que estamos de paseo.

-¿Cómo está la familia?

-¡Todos bien! ¿Y la tuya?

- Ya sabes, con achaques los abuelos, pero bien.

- Dales saludos, diles que nos acordamos mucho de ellos.

- Vale se los daré, a ver si os pasáis a tomar café.
(Aquí bajaban la voz gesticulando para decir: que no es de achicoria, nos trajeron del de es-tra-per-lo, del bueno, de Portugal)

- Vale por allí nos pasamos

Oigan todo esto sin parar el coche, así daba gusto de saludar a los viajeros, daba tiempo hasta de preguntar por la familia y todo.

Mi tío Sinfor por aquel entonces conducía un camión de la fábrica de harinas, y en las fiestas del pueblo lo llenaba floreándolo de ramas y de gente, se paseaba por la carretera y la plaza formando bullicio, a mí nunca me montó, supongo que yo era demasiado pequeña para subir en él.

Aunque sí tenía un coche, un coche propio, de color negro, parecía de esos que salen en las películas de Al Capone, lo guardaba en la fábrica debajo del techado, yo vi el coche y entré en él cuando nadie me vigilaba, cerré la puerta y como tenía llaves puestas le di al contacto.
¡Oigan, qué susto cuando el coche arrancó, pensaba que ni arrancaría, menos mal que ni se movió que si no me hubiese estrellado!
Salí pitando de allí en cuanto se caló el coche por si al ruido de motor se arrimaba alguien y ya tenían excusa para reñirme.

Lo único que se me ocurrió fue meterme dentro de una máquina grande y amarilla
que estaba a la intemperie, creo que era una beldadora, de esas para bieldar el grano y separarlo de la paja.
Allí dentro pasaba grandes ratos sola, me hacía meditar y sentir la soledad, que de vez en cuando era bueno.
Por cierto, al lado de esta máquina había un pozo, y según mi abuelo Juan Sánchez, al que no conocí, decía que después de la guerra civil, la del 36, muchos de los hombres que dejaron su servicio, y para no tener problemas, tiraron sus armas al pozo de la fábrica.
Según mi abuelo, durante la guerra, al tener noticias de que las tropas andaban cerca de Fuentes muchos del pueblo cogieron sus carros con la familia y algunos enseres, y se tiraron al monte, porque las tropas (no me pregunten cuales, si las rojas o las verdes o las amarillas) pasaban por Fuentes y podría haber problemas, así que tanto los abuelos, mi padre, y tíos, se adentraron en el monte para ponerse a salvo.
No sé cuántos días estarían fuera de casa, supongo que hasta pasar el peligro.
De la fábrica les contaría que tenía "ángeles" molestos que pululaban por la noche en los techos de la casa, yo un día vi uno pero no me gustó nada, tenía una cola muy larga ¡Puag!
¡Qué feo era!

Pero hoy es tarde para contarlo y hay que descansar.

lunes, 13 de mayo de 2013

Crónicas de una Cazurra VI


Bares, qué lugares, como decía la canción de Gabinete Calgary.

La primera vez que yo entre en un bar fue en el bar de Jorreto, aquello era... cómo explicarlo, aquello era para mí otro mundo, era mitad Londres mitad el oeste americano.
Me explico, una vez que abrías la puerta de entrada y nada más pasarla ya te topabas con un gran cortinón oscuro, una vez que cerrabas la puerta ya podías pasar al otro lado de la cortina, aquello era como entrar en otra dimensión, oigan, una humareda impresionante, parecida a la niebla de Londres (aunque sea más mito que verdad lo de la niebla de Londres) y se parecía a las películas del oeste con tantos hombres pegados a la barra, sujetando el vaso de whisky, en este caso eran "chatos" lo que tomaban nuestros paisanos, había un bullicio de gente como yo nunca había visto antes, el lugar era novedoso para mí, no se estaba mal, era calentito, y tenían un "agua" especial con sabor a naranja y con burbujas que picaban en la nariz, tanto me gustó el agua de allí que cada vez que pasábamos por la plaza me daba una sed impresionante, y le decía a mi padre:

- Papa, tengo sed, mucha sed.

-Ahora llegamos a casa y bebes.

- Que no papa, que yo tengo sed del agua de los bares.

Así es como descubrí las bebidas gaseosas tan dulces y exquisitas, la naranja era mi favorita, era y sigue siendo.
Tiempo después descubrí un mundo lleno de magia en el bar de Abilio, en la calle, desde la puerta, quedé prendada del mundo de imágenes y sonidos que salían de un novedoso invento: La televisión.
Dicen que por el año 1956 se inauguró en Madrid con una misa, con Coros y Danzas y el famoso NODO.
En 1959 la señal de TVE llegó a Barcelona a tiempo para retransmitir un Barça-Real Madrid.
A partir del 1961 se le quita el impuesto de lujo y se empiezan a comprar a plazos, así es como llegaron a los más afortunados, a los bares y clubes, pero a lo que íbamos:
Fue pasar por la puerta de Abilio y se iluminó todo mi mundo con una explosión de imágenes en movimiento, qué cosa tan bonita, flores con formas como yo nunca había visto antes, me quede prendada de aquel invento.
Yo me preguntaba cómo puede Abilio tener esa preciosidad y no mirarla, él estaba en sus quehaceres detrás de la barra como si eso fuese normal.
Por cierto, Abilio tenía piernas, sí, sí, que yo lo vi un día andando por la calle.
Verán, estaba yo jugando a correr por los carros que montaban en las fiestas del Corpus, carros que entrelazaban formando un circulo, hacían unos escalones un carro con otro, así montaban lo que se parecía a una pequeña plaza de toros.
¡No vean lo bien que lo pasábamos los chiquillos corriendo en círculo por encima de los carros dando vueltas y vueltas!
Pues eso que en una de esas vueltas vi a Abilio andando, como siempre lo veía detrás de la barra aquello era un impacto grande.

Llame a mi padre a voces:

- ¡Papaaa! ¡Papaaa!

- ¡Queeeeeeee!

- Abilio.

- ¿Y qué?

- ¡Que está aquí!

- Si, ya lo he visto.

- Que se ha salido del bar, y tiene piernas.

Aquello era tan sorprendente que me parecía imposible, mi padre que me miró con cara rara como preguntándose si había oído bien o no sabía de qué estaba hablando yo, pero siguió con lo suyo sin hacerme caso, todo lo que dijo es:

- "Siiii, vaaaale".

Cosas que pasan en la plaza, cada uno va a su bola.

Ablando de plaza...
Un año cayo tal nevada que la plaza parecía Alaska, seria por el 62 más o menos, como lo oyen, aquello fue el año de la gran nevada, era un horizonte blanco de nieve que me llegaba a la cintura, miren si era alta que tuvieron que hacer un camino para atravesarla.
Bueno si lo vemos desde la perspectiva de una niña de dos o tres años, quizá cambie un poco la medida, aun así nunca antes se había visto una igual, de ello hablaba la gente por todas partes a dónde íbamos.

¡Vaya nevada!



Pero lo que más me gustaba de la plaza era cuando andábamos en fiestas, la gente era más generosa, me refiero a los familiares, que estaban más dispuestos a soltar la perra gorda a los sobrinos.



El único lugar que teníamos para gastar era el quiosco pequeñito de madera que tenía una señora llamada Teodora, creo que era la madre de Maxi, (si me equivoco corríjanme).
Por cierto, Maxi fue un joven rubito y guapo, era el esposo de mi amiga Mari Jose, peluqueros de profesión, Mari Jose siempre ha sido una mujer hacendosa y responsable, ya de niña parecía toda una mujer en sus modales y forma de ser.
A lo que íbamos:
Yo cuando veía a mi tía Loreto agarrada del brazo de mi tío Arsenio paseando por la plaza me decía para mis adentros: " A ver qué me dan... A ver en qué me lo gasto...

En qué iba a ser, en restralletes, eran unas gotas (del tamaño de lacasitos) de una sustancia dura rojizo-amarronadas pegadas en línea en una cartulina, cuando cortabas un trozo de cartulina con una gota de esas y la raspabas contra el suelo chisporroteaban, eso era todo lo que hacía, pero a los niños nos gustaba aquella tontería.

O si no el chicle redondo de tres pisos llamado bazooka, los que eran planos y cuadrados traían una tira de cómic pero algun@s no sabíamos leerlos.



Mi tía Loreto ahí donde la ven, en aquellos tiempos, era un perdigón, estaba todo el día faenando, cultivaba unas coles, o berzas, enormes, vamos que si te ponías debajo de una te daban hasta sombra.
Un día que andaba en sus cosas atareada se le ocurrió comprar un colador moderno, de plástico, como los antiguos eran de metal pues se lo compró plastificado, más mono y modernito, andaba hirviendo las grasas del cerdo para hacer manteca y necesitaba colarla, ¿ya imaginan que pasó? pues sí oigan, cuando acabó de colar la manteca se puso a mirar fija al colador porque lo veía un poco raro, miró a la manteca y se echó a reír diciendo:

- "Amos anda, manteca con tropezones"

Se partía de la risa la mujer, mi tío era más serio, mira si era serio que ya de mayor pasabas por su lado y ni te hablaba, no es porque no quisiera hablarte, no, el caso es que no te veía bien, hasta que le recetó el médico unas gafas no empezó a saludar, oye, que cambio más grande con las gafas, cuando le preguntaba a mi tía Loreto por el tío Arsenio, le decía:

- Tía, ¿y tío Arsenio?

- Ahí está, que se ha puesto las gafas.

- ¿Qué va a leer o ver la tele?

- Amos anda, pues sí, lo que se va es a dormir, que se pone las gafas para dormirse.

Mi tía se partía de la risa.
¡Qué efectivas las gafas, además de ver mejor también dan sueño! Me decía yo.
Mi tía Loreto también sufrió mis travesuras, aún recuerdo cuando le vaciamos el pilón de agua que tenía para lavar la ropa, lo llenó para que se calentara un poquito con el sol y después poder lavar mejor la ropa; con una "pelea" de mojarnos entre su sobrino Cipri y yo se lo vaciamos. Mi culpa no fue, que yo fui la peor parada, tres veces me tuve que cambiar de ropa porque salí empapada, claro él jugaba con ventaja, era mayor y sabía cómo poner las manos para que el agua le durase más tiempo en ellas hasta lanzarla contra el objetivo, y el objetivo era yo, claro.

Pero claro Mari Pili era la culpable, como con los peces de mi tía Inés, que pasó tres cuartos de lo mismo, pero eso es otra historia y hoy es tarde para contarla.


martes, 7 de mayo de 2013

viernes, 3 de mayo de 2013

El pino de Navidad.




Lo del pino por Navidad era una tradición en los hogares españoles, pino que debía de ser natural, que por aquellos años los chinos no nos habían visitado poniendo sus bazares.
Nuestra familia ya se había trasladado a Ciudad Rodrigo por la crisis de las fábricas de piensos compuestos en La Fuente de San Esteban.
Mis padres decidieron aceptar la propuesta de trasladarse a Ciudad Rodrigo y encargarse de la fábrica de piensos compuestos del Águeda, como encargado de la fabricación y guarda de dicha fábrica, aquello fue un cambio brusco y positivo, digo brusco porque nos quedamos aislados de la civilización, a tres o cuatro kilómetros de la ciudad, y con un vecindario muy salpicado y retirado, claro, acostumbrados a estar puerta con puerta o tenerlos al otro lado de la calle pues eso , aislados, y positivo porque nuestra economía mejoro y nos dio la oportunidad también de conocer a personas estupendas tanto en la fábrica como en el vecindario.
¿Por qué cuento esto?
Porque mi madre echaba de menos el pueblo de Fuentes con sus familiares y amigos tan cerca.
Cuando cerraba la fábrica a las siete de la tarde se quedaba muerta toda la zona.
Pero no nos pongamos sentimentales y vayamos a los ratitos que hacían la vida divertida.
Verán, mi madre necesitaba comunicarse con la gente a menudo y para eso tenía a mi padre que el pobre mío tenía que gastar paciencia.
Un día llama mi madre a mi padre por teléfono, -que digo yo, que si le da una voz la oye también, pues la casa y la fábrica están una enfrente de la otra-.
Le dice:

- Lorenzo, el agua para comer se ha acabado.

Traducido era: Lorenzo ve a por agua a la fuente que no tenemos ni una gota para beber durante la comida.
Ahora que disponíamos de agua corriente se le antojaba del manantial que estaba a medio kilometro metido en medio del campo, al lado del teso María de la O.

- Mama, le decía yo, ¿por qué no bebemos del agua del grifo?

- Porque está muy sosa y la de la fuente está mejor.

Lo de sosa sería porque la del grifo no tenía unos bichos negros con lunares como los del manantial que aunque le decía fuente solo era un manantial.
(Los llamaban salamandras, a los bichos, no salamanquesas, lo aclaro porque puede haber confusiones, que cuando digo aquí en Andalucía que soy de Salamanca me llaman salamanquesa, o se confunden de gentilicio o yo bebí más agua de la cuenta y se me puso cara bicho.
Me contaba mi madre que esos bichos viven donde el agua es buena.

- No me des ideas mama que le oí decir a uno de los obreros que el vino de la bota de Toño "Gorrero" no era tan bueno.

A todo esto mi padre que no aparece y lo vuelve a llamar por teléfono.

- Lorenzo, que se llega la hora de comer, y el agua...

- Pepa, que tengo el gránulo en la empacadora y no puedo ir ahora, espera un poco.

A los diez minutos:
- Lorenzo, el agua...

- Pepa, que luego voy que ahora estoy ocupado.

Cinco minutos antes de cerrar la fábrica:
- Lorenzo, que estoy poniendo la mesa, el agua, que no hay ni gota.

Mi padre que ya andaba ofuscado con un tema de la fábrica y ante la insistencia de mi madre coge la movilette, le pone las aguaderas y tira cuesta arriba a todo puño hacia la fuente, campo a través, bache aquí, bache allí, se baja de la movilette va a coger los cántaros ¿...?

¡ ¡¡¡¡¡¡¡¡ #%~=#~#[=#%_*{#%!!!!!!!!!!!!!

Mira para atrás por sí con tanto bache se le han caído...

¡ ¡¡¡¡¡¡¡¡ #%~=#~#[=#%_*{#%!!!!!!!!!!!!!

Los cántaros no los había montado en la movilette.
Da la vuelta, bache va y viene, recoge los cántaros, bache va y viene, los llena, bache va y viene, y a comer.
Un silencio que corta durante la comida, oigan, mi madre que no aguanta las ganas de reír se levanta a toda prisa para fregar los platos, mi hermana y yo nos perdimos por sí acaso. Que mi padre no era de pegar, pero por si acaso.
Buenos pues con el pino tres tantos de lo mismo.

Verán :

- Lorenzo, estamos en vísperas de Navidad y no tenemos pino que poner para los regalos.

- Aún hay tiempo Pepa.

Dos días más tarde:
- Lorenzo, el árbol, que lo dejamos a última hora todo...

- Mañana vamos a buscarlo.

- Lorenzo que van tres días que dijiste mañana...

- Que sí, que vamos a buscarlo, no te preocupes.

Para ese entonces no estaba controlado la tala de árboles, todo el mundo que ponía uno lo ponía natural.
Mi padre que era adelantado en su tiempo ya daba signos de cuidar el medio ambiente y se retraía de ir a cortarlo, eso por una parte, pero también se dio cuenta de que habían alquitranado las copas de los pinos por toda la carretera para impedir que se los llevasen.
Ante la insistencia de mi madre un domingo hicimos planes para ir al campo a por el dichoso pino.
Emprendemos el camino mi hermana Rori, mi madre, mi padre y yo, con nuestro Citroen dos caballos, de techo descapotable de lona. (Para esas fechas la lona estaba echada, claro, no vamos a ir como en las películas con la melena al viento, con la rasca que hace en Salamanca en diciembre)
Nos ponemos en camino, salimos de la fábrica camino a Portugal y mi padre empezaba a inquietarse, oigan parecía que íbamos a matar a alguien, no decía una palabra pero tiraba de aire para arriba por la nariz muy seguido, mi madre oteando el horizonte por si divisaba un pinar.
Después de un rato dice mi madre:
¡Allí, Lorenzo, allí hay muchos pinos, entra allí!.

-Pepa, que no hay camino, a ver si un poco más adelante hay un camino.

- ¡Allí Lorenzo! ¡Allí hay un camino!

- Ya lo he visto Pepa, pero esta muy mal para entrar a ver si le damos en los bajos y la liamos.

- Tu entra que si eso yo me bajo del coche y te voy indicando.

Mi padre que frena para que baje mi madre y sube el cristal de su lado para oír las indicaciones de mi madre...
Mi madre que se baja y cierra la puerta de golpe...
El cristal del dos caballos que se cae con un soplo porque se abre hacia arriba y se engancha en una gomilla que al ser de segunda mano el auto ya está más que comida por el sol, pues eso que al ¡zas! de mi madre, ¡zas! el cristal abajo.

Me dije yo: Mal empezamos.

- Tira Lorenzo a la derecha.

Directo al bache.
- Pepa, ¿a tu derecha o a la mía?

- La mía Lorenzo, la mía.

- Déjalo anda que dejamos el coche aquí y vamos andando, tampoco queda tan lejos.

- Bajaos del coche niñas que vamos a por un pino- dice mi madre.

Caminamos, caminamos, mi padre se para y dice:
- Este Pepa, este nos vale.

- Ese no me gusta que es pequeño.

- Aquél, pepa, no andemos más.

- Que no, que ese tiene las ramas muy abiertas.

- Venga Pepa que todos son iguales.

- Tu déjame a mí que yo busco uno.

- Esta mujer nos va a meter en mitad del pinar y no va a gustarle ninguno.

Seguimos andando...
Mi madre que se adentra mirando a todas partes...
Mi padre resoplando...
Mi madre que no se decide...

- ¡Pepa! ¡De aquí no paso más!

- Bueno, pues ese, ese, me gusta.

- Ese no hay quien lo corte, ¿no ves que tiene el tronco demasiado gordo?

- Aquel entonces, es más fino el tronco.

- ¿No ves que es demasiado alto?

- Bueno pues tú dirás, es que no te gusta ninguno.

- Este mismo está bien, no busques más.

- Que no Lorenzo que ese tiene mal aspecto.

Mi padre empezaba a dar signos de malestar frunciendo el ceño, eso quería decir que o se decidía pronto o nos íbamos sin pino.

-Vale Lorenzo, aquél nos llevamos.

- Ese no nos cabe en el coche.
¿No ves que es grande y no tenemos vaca?
¡Que hay que meterlo dentro!
¿Qué vas a dejar las niñas aquí y volver luego por ellas?
¿O te quedas tú?

- Anda, anda, exagerado, que sí cabe, este mismo cogemos.

Se corta el pino después de más de una hora decidiendo...
Tiramos cada uno de un lado para no arrastrarlo y llevarlo hasta el coche...
Rori y yo calladitas para no calentar más el ambiente...
Mi padre que ha tomado medidas al pino y ya ve que es imposible meterlo en el coche...
Mi madre contenta con su pino...

- Lorenzo, abre el portamaletas que lo metemos por aquí.

- ¿Y con el asiento trasero que hacemos?
¿ Lo quitamos?
¿ Y las niñas van delante?
¿No ves que no cabemos?
Ya te dije que era grande.
Vuelta para acá, vuelta par allá, y el pino que no va.

- Tenemos que cortarlo y quitarle ramas para que quepa, que ya te dije que no entraría
-dice mi padre-

- Tu inténtalo, que verás que sí cabe si lo apretamos un poco.

Mi padre que le da vueltas decide meterlo por la puerta delantera, y que no va, sudando y viendo que no iba lo empuja por aquí, por allí.
Ya por narices tiene que meterlo, coge impulso y mete el tronco primero por la puerta delantera, hace maniobra para llevarlo hasta los asientos traseros y se atasca un poco, empuja, empuja, pero con tal impulso y cabreo lo empujo que lo metió, ya te digo que lo metió, hasta la bola, oigan, que salió por la lona rasgándola de lado a lado.

¡¡¡¡¡¡ ####~~~GGG%#~ ######!!!!!!!!!!!!!

Allí se oyó un: Mecawennnnnnnnnnn hasta con eco y eso que sin montañas es difícil.

Tiró para abajo del pino con fuerza, lo coloco de aquella manera y dijo:
-¡Todo el mundo adentro!

Mi madre entró bien, que sólo tenía la copa a su lado y mi padre también.
Rori que era pequeña y ligerita entró como quien se tira a la piscina, se metió entre ramas a contrapelo y se encajó bien, oigan que no se le veía más que los ojitos, si llega a abrir la boca seguro que le dan de comer como a los pollitos en el nido.
Yo que no entraba ni a tiros porque me pinchaba con las pinochas (o agujas, hojas del pino) además de ser de constitución familiar ”Bolaños” (gordita) me metí como pude apretando los dientes para no quejarme por los pinchazos y me senté encima de algunas ramas.
¡ No vean que incomodidad!
Allí había de toda clase de bichos, hormigas... arañas... telarañas.
Llegamos a casa y lo primero que hicimos todos al bajar del Citroen fue sacudirnos todo el cuerpo por si se nos coló algo dentro de la ropa, sacamos el pino, otro tanto de los mismo, que a contrapelo sale peor, tira para acá, tira para allá, todo el coche lleno de resina, de ramitas y de hojas.
Mi padre sudando, nosotras calladas, el coche arañado y pegajoso, hasta la puerta de casa se quedó pegajosa.
Lo ponemos en su peana, en el cubo lleno de tierra que dejo preparado mi madre, y claro, el pino que es más grande de lo normal se cae por todos los lados, así que a por piedras mi hermana Rori y yo para que se sujete mientras mi madre arregla el estropicio en casa, mi padre se fue a ver como arreglaba la rotura de la lona.
Menos mal que la entrada de casa era grande y no estaba excesivamente amueblada porque el árbol que ya era grande de por sí y encima con los adornos brillantes ocupaba media entrada.
¡Por fin tenemos árbol!

P.D= Por aquellas fechas hice un descubrimiento que me abrió los ojos, mis padres me decían que los reyes magos venían por la noche, cuando estuviésemos dormidas, a poner los regalos debajo del árbol.
¡Mentira! Que una noche me desperté al poco de acostarme por el ruido de papeles y cajas, y asomándome con cuidado por la rendija de la puerta que estaba entreabierta ví a mis padres desenvolviendo los juguetes, y colocándolos debajo del árbol.
Allí mismo saque conclusiones y me di cuenta de su engaño: Que los Reyes no entraban en la casa a dejarlos, que se los dejaban en el coche de mi padre y eran ellos los que tenían que colocarlos.
¡Qué flojos estos Reyes Magos!
Para una noche que trabajan al año y encima no lo hacen ni bien.





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