viernes, 3 de mayo de 2013

El pino de Navidad.




Lo del pino por Navidad era una tradición en los hogares españoles, pino que debía de ser natural, que por aquellos años los chinos no nos habían visitado poniendo sus bazares.
Nuestra familia ya se había trasladado a Ciudad Rodrigo por la crisis de las fábricas de piensos compuestos en La Fuente de San Esteban.
Mis padres decidieron aceptar la propuesta de trasladarse a Ciudad Rodrigo y encargarse de la fábrica de piensos compuestos del Águeda, como encargado de la fabricación y guarda de dicha fábrica, aquello fue un cambio brusco y positivo, digo brusco porque nos quedamos aislados de la civilización, a tres o cuatro kilómetros de la ciudad, y con un vecindario muy salpicado y retirado, claro, acostumbrados a estar puerta con puerta o tenerlos al otro lado de la calle pues eso , aislados, y positivo porque nuestra economía mejoro y nos dio la oportunidad también de conocer a personas estupendas tanto en la fábrica como en el vecindario.
¿Por qué cuento esto?
Porque mi madre echaba de menos el pueblo de Fuentes con sus familiares y amigos tan cerca.
Cuando cerraba la fábrica a las siete de la tarde se quedaba muerta toda la zona.
Pero no nos pongamos sentimentales y vayamos a los ratitos que hacían la vida divertida.
Verán, mi madre necesitaba comunicarse con la gente a menudo y para eso tenía a mi padre que el pobre mío tenía que gastar paciencia.
Un día llama mi madre a mi padre por teléfono, -que digo yo, que si le da una voz la oye también, pues la casa y la fábrica están una enfrente de la otra-.
Le dice:

- Lorenzo, el agua para comer se ha acabado.

Traducido era: Lorenzo ve a por agua a la fuente que no tenemos ni una gota para beber durante la comida.
Ahora que disponíamos de agua corriente se le antojaba del manantial que estaba a medio kilometro metido en medio del campo, al lado del teso María de la O.

- Mama, le decía yo, ¿por qué no bebemos del agua del grifo?

- Porque está muy sosa y la de la fuente está mejor.

Lo de sosa sería porque la del grifo no tenía unos bichos negros con lunares como los del manantial que aunque le decía fuente solo era un manantial.
(Los llamaban salamandras, a los bichos, no salamanquesas, lo aclaro porque puede haber confusiones, que cuando digo aquí en Andalucía que soy de Salamanca me llaman salamanquesa, o se confunden de gentilicio o yo bebí más agua de la cuenta y se me puso cara bicho.
Me contaba mi madre que esos bichos viven donde el agua es buena.

- No me des ideas mama que le oí decir a uno de los obreros que el vino de la bota de Toño "Gorrero" no era tan bueno.

A todo esto mi padre que no aparece y lo vuelve a llamar por teléfono.

- Lorenzo, que se llega la hora de comer, y el agua...

- Pepa, que tengo el gránulo en la empacadora y no puedo ir ahora, espera un poco.

A los diez minutos:
- Lorenzo, el agua...

- Pepa, que luego voy que ahora estoy ocupado.

Cinco minutos antes de cerrar la fábrica:
- Lorenzo, que estoy poniendo la mesa, el agua, que no hay ni gota.

Mi padre que ya andaba ofuscado con un tema de la fábrica y ante la insistencia de mi madre coge la movilette, le pone las aguaderas y tira cuesta arriba a todo puño hacia la fuente, campo a través, bache aquí, bache allí, se baja de la movilette va a coger los cántaros ¿...?

¡ ¡¡¡¡¡¡¡¡ #%~=#~#[=#%_*{#%!!!!!!!!!!!!!

Mira para atrás por sí con tanto bache se le han caído...

¡ ¡¡¡¡¡¡¡¡ #%~=#~#[=#%_*{#%!!!!!!!!!!!!!

Los cántaros no los había montado en la movilette.
Da la vuelta, bache va y viene, recoge los cántaros, bache va y viene, los llena, bache va y viene, y a comer.
Un silencio que corta durante la comida, oigan, mi madre que no aguanta las ganas de reír se levanta a toda prisa para fregar los platos, mi hermana y yo nos perdimos por sí acaso. Que mi padre no era de pegar, pero por si acaso.
Buenos pues con el pino tres tantos de lo mismo.

Verán :

- Lorenzo, estamos en vísperas de Navidad y no tenemos pino que poner para los regalos.

- Aún hay tiempo Pepa.

Dos días más tarde:
- Lorenzo, el árbol, que lo dejamos a última hora todo...

- Mañana vamos a buscarlo.

- Lorenzo que van tres días que dijiste mañana...

- Que sí, que vamos a buscarlo, no te preocupes.

Para ese entonces no estaba controlado la tala de árboles, todo el mundo que ponía uno lo ponía natural.
Mi padre que era adelantado en su tiempo ya daba signos de cuidar el medio ambiente y se retraía de ir a cortarlo, eso por una parte, pero también se dio cuenta de que habían alquitranado las copas de los pinos por toda la carretera para impedir que se los llevasen.
Ante la insistencia de mi madre un domingo hicimos planes para ir al campo a por el dichoso pino.
Emprendemos el camino mi hermana Rori, mi madre, mi padre y yo, con nuestro Citroen dos caballos, de techo descapotable de lona. (Para esas fechas la lona estaba echada, claro, no vamos a ir como en las películas con la melena al viento, con la rasca que hace en Salamanca en diciembre)
Nos ponemos en camino, salimos de la fábrica camino a Portugal y mi padre empezaba a inquietarse, oigan parecía que íbamos a matar a alguien, no decía una palabra pero tiraba de aire para arriba por la nariz muy seguido, mi madre oteando el horizonte por si divisaba un pinar.
Después de un rato dice mi madre:
¡Allí, Lorenzo, allí hay muchos pinos, entra allí!.

-Pepa, que no hay camino, a ver si un poco más adelante hay un camino.

- ¡Allí Lorenzo! ¡Allí hay un camino!

- Ya lo he visto Pepa, pero esta muy mal para entrar a ver si le damos en los bajos y la liamos.

- Tu entra que si eso yo me bajo del coche y te voy indicando.

Mi padre que frena para que baje mi madre y sube el cristal de su lado para oír las indicaciones de mi madre...
Mi madre que se baja y cierra la puerta de golpe...
El cristal del dos caballos que se cae con un soplo porque se abre hacia arriba y se engancha en una gomilla que al ser de segunda mano el auto ya está más que comida por el sol, pues eso que al ¡zas! de mi madre, ¡zas! el cristal abajo.

Me dije yo: Mal empezamos.

- Tira Lorenzo a la derecha.

Directo al bache.
- Pepa, ¿a tu derecha o a la mía?

- La mía Lorenzo, la mía.

- Déjalo anda que dejamos el coche aquí y vamos andando, tampoco queda tan lejos.

- Bajaos del coche niñas que vamos a por un pino- dice mi madre.

Caminamos, caminamos, mi padre se para y dice:
- Este Pepa, este nos vale.

- Ese no me gusta que es pequeño.

- Aquél, pepa, no andemos más.

- Que no, que ese tiene las ramas muy abiertas.

- Venga Pepa que todos son iguales.

- Tu déjame a mí que yo busco uno.

- Esta mujer nos va a meter en mitad del pinar y no va a gustarle ninguno.

Seguimos andando...
Mi madre que se adentra mirando a todas partes...
Mi padre resoplando...
Mi madre que no se decide...

- ¡Pepa! ¡De aquí no paso más!

- Bueno, pues ese, ese, me gusta.

- Ese no hay quien lo corte, ¿no ves que tiene el tronco demasiado gordo?

- Aquel entonces, es más fino el tronco.

- ¿No ves que es demasiado alto?

- Bueno pues tú dirás, es que no te gusta ninguno.

- Este mismo está bien, no busques más.

- Que no Lorenzo que ese tiene mal aspecto.

Mi padre empezaba a dar signos de malestar frunciendo el ceño, eso quería decir que o se decidía pronto o nos íbamos sin pino.

-Vale Lorenzo, aquél nos llevamos.

- Ese no nos cabe en el coche.
¿No ves que es grande y no tenemos vaca?
¡Que hay que meterlo dentro!
¿Qué vas a dejar las niñas aquí y volver luego por ellas?
¿O te quedas tú?

- Anda, anda, exagerado, que sí cabe, este mismo cogemos.

Se corta el pino después de más de una hora decidiendo...
Tiramos cada uno de un lado para no arrastrarlo y llevarlo hasta el coche...
Rori y yo calladitas para no calentar más el ambiente...
Mi padre que ha tomado medidas al pino y ya ve que es imposible meterlo en el coche...
Mi madre contenta con su pino...

- Lorenzo, abre el portamaletas que lo metemos por aquí.

- ¿Y con el asiento trasero que hacemos?
¿ Lo quitamos?
¿ Y las niñas van delante?
¿No ves que no cabemos?
Ya te dije que era grande.
Vuelta para acá, vuelta par allá, y el pino que no va.

- Tenemos que cortarlo y quitarle ramas para que quepa, que ya te dije que no entraría
-dice mi padre-

- Tu inténtalo, que verás que sí cabe si lo apretamos un poco.

Mi padre que le da vueltas decide meterlo por la puerta delantera, y que no va, sudando y viendo que no iba lo empuja por aquí, por allí.
Ya por narices tiene que meterlo, coge impulso y mete el tronco primero por la puerta delantera, hace maniobra para llevarlo hasta los asientos traseros y se atasca un poco, empuja, empuja, pero con tal impulso y cabreo lo empujo que lo metió, ya te digo que lo metió, hasta la bola, oigan, que salió por la lona rasgándola de lado a lado.

¡¡¡¡¡¡ ####~~~GGG%#~ ######!!!!!!!!!!!!!

Allí se oyó un: Mecawennnnnnnnnnn hasta con eco y eso que sin montañas es difícil.

Tiró para abajo del pino con fuerza, lo coloco de aquella manera y dijo:
-¡Todo el mundo adentro!

Mi madre entró bien, que sólo tenía la copa a su lado y mi padre también.
Rori que era pequeña y ligerita entró como quien se tira a la piscina, se metió entre ramas a contrapelo y se encajó bien, oigan que no se le veía más que los ojitos, si llega a abrir la boca seguro que le dan de comer como a los pollitos en el nido.
Yo que no entraba ni a tiros porque me pinchaba con las pinochas (o agujas, hojas del pino) además de ser de constitución familiar ”Bolaños” (gordita) me metí como pude apretando los dientes para no quejarme por los pinchazos y me senté encima de algunas ramas.
¡ No vean que incomodidad!
Allí había de toda clase de bichos, hormigas... arañas... telarañas.
Llegamos a casa y lo primero que hicimos todos al bajar del Citroen fue sacudirnos todo el cuerpo por si se nos coló algo dentro de la ropa, sacamos el pino, otro tanto de los mismo, que a contrapelo sale peor, tira para acá, tira para allá, todo el coche lleno de resina, de ramitas y de hojas.
Mi padre sudando, nosotras calladas, el coche arañado y pegajoso, hasta la puerta de casa se quedó pegajosa.
Lo ponemos en su peana, en el cubo lleno de tierra que dejo preparado mi madre, y claro, el pino que es más grande de lo normal se cae por todos los lados, así que a por piedras mi hermana Rori y yo para que se sujete mientras mi madre arregla el estropicio en casa, mi padre se fue a ver como arreglaba la rotura de la lona.
Menos mal que la entrada de casa era grande y no estaba excesivamente amueblada porque el árbol que ya era grande de por sí y encima con los adornos brillantes ocupaba media entrada.
¡Por fin tenemos árbol!

P.D= Por aquellas fechas hice un descubrimiento que me abrió los ojos, mis padres me decían que los reyes magos venían por la noche, cuando estuviésemos dormidas, a poner los regalos debajo del árbol.
¡Mentira! Que una noche me desperté al poco de acostarme por el ruido de papeles y cajas, y asomándome con cuidado por la rendija de la puerta que estaba entreabierta ví a mis padres desenvolviendo los juguetes, y colocándolos debajo del árbol.
Allí mismo saque conclusiones y me di cuenta de su engaño: Que los Reyes no entraban en la casa a dejarlos, que se los dejaban en el coche de mi padre y eran ellos los que tenían que colocarlos.
¡Qué flojos estos Reyes Magos!
Para una noche que trabajan al año y encima no lo hacen ni bien.





Miróbriga®

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