jueves, 17 de octubre de 2013

LA AMANTE


He vuelto a verte de nuevo paseando por la ciudad, te he visto gallardo y sereno, sonriente y franco de expresión, he vuelto a sentir el recuerdo de tu persona dentro de mí, junto con ese dolor que me es tan familiar, tan antiguo, tan mío, el mismo que sigue apoderándose de mi alma y mi ser, te vi, y quise gritar a los cuatro vientos para llamar tu atención, quise llamarte y envolver el eco de la calle con tu nombre, ese nombre prohibido que acaricio escondido en el fondo de mi interior.

Pensaba decirte tantas cosas que se me quedaron guardadas antaño... mas, la razón no me lo permitió, la congoja se apoderó de mi garganta de tal manera... como si quisiese dejar en el olvido tu recuerdo y tu nombre, y no pude llamarte, me limité a esconderme en el rellano de un comercio detrás de los cristales, aún así seguía mirando tu reflejo a través del escaparate, seguí el recorrido de tu silueta con mis dedos mientras acariciaba los fríos cristales, palpé de nuevo tus cabellos, esta vez plateados por el paso del tiempo, aún así no me eras desconocido.

Te he visto de nuevo y he notado el gélido frío de tu desamparo, el desarraigo de tus caricias, el regalo olvidado de tus delicias y el abandono de todo mí ser.
Me he quedado meditando a través de estos duros años, en cómo y el por qué de tu rechazo, en el aspecto repentino de tu desencanto hacia mi persona, me prometiste tantas veces que jamás dejarías de amarme... hoy sigo yo quejándome de aquellas falsas promesas, de aquellas mentiras piadosas que me decías al oído mientras amaste mi cuerpo, aquellas infundadas caricias si al final era cierto que no me amabas como yo te amé.

Hoy te he visto del brazo de otra mujer. ¡Y no era yo!

Mas... bien podría ser ella, esa que adornas con lisonjas y arrumacos, la misma que toma la ambrosía de tus manos, la que se regocija con la labia de tus encantos...

Pero no, no soy yo, hoy soy yo la que se baña en las aguas de mis lágrimas, la que se esconde para no recordar el falso amor tuyo... la que te perdió.

Y te sigo queriendo... aunque me muera por decírtelo no lo digo, y me callo, y me miento, y me escondo, y sigo mentalmente a tu lado tocando las aristas que tu tocas, rozando las barandas de tu escalera cuando tú cierras la puerta de la casa, y sigo notando el calor de tus manos a través del frío metal, y sigo pegando mi cara a ese calor, como queriendo sentir aún tus caricias, y respiro el aire que te rodea cuando doblas las esquinas, y sigo pisando tus mismas huellas que dejas marcadas en el barro después de la lluvia, y te sigo, y te veo sonreír mientras mi alma llora.

Aún así me callo, no grito tu nombre aunque me muera, no despierto de la fuente sus palomas que dormitan a la sombra, palomas que te quedas observando, como si recordases mi nombre... Paloma.

Hoy soy yo la que rehuye, la que se esconde como antaño tú lo hiciste, la que cierra a cal y canto el amor, amor que no traspasa no hace daño.

Ayer sólo fui una, tu amante....

hoy... hoy somos tres, mi olvido, mi amor y yo.

martes, 24 de septiembre de 2013

Tú eres el amor de mi vida.

Tú eres el amor de mi vida,
la tranquilidad de mi refugio
como atardeceres de otoño,
eres el calor del invierno
arropado entre algodones,
eres la leña de la chimenea
que chisporrotea en mi interior.

Eres la melodía de la lluvia
que repiquetea en los cristales,
el silbido del aire entre las encinas
que parecen decir mi nombre.

Eres tan prístino y veraz
como amanecer en las montañas,
eres mi frescura y renovación,
eres el abrazo tierno,
al tamborileo del corazón,
el beso tranquilo y franco en la frente,
en la mejilla el cariñoso y
en los labios la pasión.

Eres mi brisa de verano,
el trino de un jilguero,
un ruiseñor enamorado,
eres la fragancia de una flor.
Doy gracias a Dios por conocerte
aunque sea tarde en los años.
Si me ves ensimismada, amor,
como ausente, no me distraigas,
porque probablemente esté rogando
a Dios que si esto es un sueño
no deje que me despierte,
y si es real, que no faltes antes que yo.




lunes, 12 de agosto de 2013

LAS MUSAS

Las musas son locas descalzas,
surgen inesperadas, sin hacer ruido,
y se van como quien ha huido,
no quieren contigo alianzas.

Por más que las llames o las busques
en las largas noches de vigilia,
ni a ellas, ni al sueño reconcilias
por más que te acurruques.

Aparecen, y si no estas preparada
te dejan la nota en la mente,
y se van así, tal cual, tan de repente...
sin un adiós, sin decir nada.

A veces, cuando estas deprimida,
te llega la musa mística y melancólica,
recoges aire, das un suspiro, y agónica
pares un verso quedándote hundida.

Si llega la graciosa, la inteligente,
siempre llega en mal momento,
te descoloca el día en un momento
y te pone a escribir diligentemente.

La peor de todas... la musa romántica,
te brotan del alma palabras como rosas,
y del corazón gemidos cual mariposas,
que vuelan al son de la brisa poética.

La musa inquietante y tenebrosa,
la de me quiero morir, soy desgraciada,
llega funesta, quejosa y amargada,
dispuesta a ponerte encima la losa.

Las musas son inquietas y caprichosas,
gastan tiempo jugando conmigo,
son viejas conocidas, siempre hay amigo
a quien fastidiar, son irrespetuosas.

¿Quién será la que me visite mañana?
Ahora si... ahora no... ¿Quién vendrá?
¿Pasado mañana, o al otro tal vez? ¿Tardará?
Para el escritor esta es su vida cotidiana.

Yo misma he sufrido tedio, porfía,
desencanto, desamor y pena,
largas noches sin dormir, cual condena
por plasmar en un papel tanta agonía.

jueves, 6 de junio de 2013

lunes, 27 de mayo de 2013

Una Cazurra en Andalucía



Lo de venir a Andalucía es una empresa muy grande, como lo oyen, que no es lo mismo venir de vacaciones que quedarse para vivir y trabajar.
Necesitas tener idiomas, eso lo primero, para poder moverte por ella de forma segura, y segundo necesitas paciencia para poder disfrutarla en toda su salsa.

La primera vez que me vine de Salamanca para Andalucía me costó mucho trabajo entender todos los idiomas, como por ejemplo el algodonaleño... el granadino... el rondeño... el montejaqueño... el esteponero...el pontanes... el ubriqueño...
¿Que no son eso idiomas?
Sí, ya sé que son dialectos, o formas lingüísticas regionales, pero como si fuesen idiomas, oigan, que a mí me parecieron lenguas extrajeras.
¿Que por qué lo digo?
Porque no es lo mismo la peseta castellana que decir "pessssssete" de Puente Genil, o cuando para decir que están de acuerdo te sueltan eso de: "diiiiigo", ahí te quedas esperando a ver qué es lo que dicen.
Para decir eso de "amigo, hace mucho tiempo que no te veo" te dicen "quillo, onde anda".
Como cuando preguntas que quién ha venido te dicen "El Cidro"
-¿El cedro?
-No quilla, el Cidro.
- ¿Alciro?
Al final, y menos mal, te traduce alguien para que sepas que era "Isidro".

Lo peor de todo es que hablan deprisa y con el acento particular de cada región.
¡Que eso hay que aprenderlo pronto o no te enteras de nada!
Te pasas todo el día diciendo: ¿Qué? ¿Qué has dicho?
Y para colmo si te hablan a la vez diferentes personas, de diferentes regiones andaluzas, ya es cuando se hace un batiburrillo de ideas, y mientras seas de Andalucía todo va bien, lo malo es cuando vienes de Salamanca y aún no tienes el oído educado, ahí es el problema, mientras traduces a una ya ha cambiado de tema la otra, o sea que vas tarde en todas las conversaciones, y claro se te queda cara de tonta intentando que no se te acumulen las traducciones, y cuando ven que no pillas una dicen eso de:

- " Ta ennortá, e o no”.

- digooooooo.

¡Si es que no tienen consideración con los novatos!
Piensan que una en el colegio ya ha aprendido de todo.
Esto es más difícil que entender a los médicos en una convención de medicina con su habla técnica.
Hablando de médicos, recuerdo una vez que fui al especialista, al H. Costa del Sol, con mi hijo de trece años, porque le dolían las piernas, nada más sentarnos vimos que había cuatro médicos atentos a nuestras explicaciones, eso inquieta mucho, que dices tú:
- Esto será serio cuando te reciben tantos médicos y tan expectantes a tus explicaciones.
Lo reconoce el más mayor y va diciendo a los más jóvenes:
- Individuo joven, manifiesta cuadro de inmovilidad de extremidades inferiores, recurrente, sin tratamiento hospitalario, manifiesta osteocondritis disecante clara, lo derribamos para su casa, no hay nada que hacer aquí, será un paciente extra hospitalario, recomendamos reposo y cama hasta el final.
(Se lo he traducido un poco para que entiendan por dónde iban)

¿Qué entienden ustedes?

Pues yo lo que entendí fue claro, que se me iba el niño y no había nada que hacer.
Mira si puse cara entre horrorizada y compungida que una enfermera que andaba por allí me vino y me explicó que yo había entendido mal.
No es que entendí mal, es que no entendí nada, sólo que me quedaba sin hijo, y el susto se quedó para mí.
Lo que el médico estaba haciendo era dar clases, a otros médicos aprendices, sin darse cuenta de que yo estaba escuchando también, y sólo era ama de casa.
Total y en definitiva, que el niño había dado el estirón del crecimiento muy deprisa y se había quedado sin líquido en las rodillas y necesitaba reposo solamente.
Una no está puesta en la jerga médica, y a poco que te digan en su verborrea te ponen los pelos de punta.
Hay que hablar claro y entendible, y asegurarte que te han entendido.

Bueno pues el llegar a Andalucía tres cuartos de lo mismo.

Déjenme que les ponga un ejemplo:
La primera vez que yo entré a trabajar fue en la Costa del Sol, en un hotel, la primera vez en mi vida, o sea que iba "empanada" y si le sumamos a eso que contaba con sólo catorce años, le faltaban unos meses para ello, pues eso, "empanada y media" y si encima sumamos que nunca me había topado con un andaluz, pues eso, empanada total.
Empezaron los repartos de trabajo... Tu aquí... Tu allá... Y así una decena de niñas, cuando me llegó el turno me dice la encargada:

- "Pili de Salamanca, atrinca la aljofifa y pázala al zanguan, y ten cudiao con las curianas.
¿...?
Eso digo yo, que si ustedes lo han tenido que leer dos veces yo lo memorice cien para ver si le sacaba significado, cara de boba se me quedó, intentando disimular asentí con la cabeza, y aunque me moví del sitio no sabía a dónde ir.

A ver, lo de Pili de Salamanca está resuelto.
Atrinca es coge.
La aljofifa... La aljofifa... Mejor lo dejamos para el final.
El zanguan... El zanguan... Me suena a San Juan, zan será san y guan será Juan.
Cudiao me suena a cuidado.
Y las curianas como no sean coreanas de Corea o corianas de Coria pues no sé.
Me decidí por lo que entendí: ir a la capilla en busca del San Juan, pasarle la aljofifa, que supongo que será alguna cinta como cuando en el pueblo de la Caridad le pasas la cinta de raso al santo y la bendices, pues eso, y las curianas ya veré el rasgo facial si es asiática o extremeña.
Oigan, la capilla estaba oscura y con olor a humedad, como no se abría desde su cierre a principios de invierno, y estábamos a principios de primavera… pues que no había quien entrara, allí no había ni un alma.
El jardinero, que estaba cerca y mirando a ver a dónde iba yo, se me acerca y me dice que la capilla no está para limpiar aún, que hay que ventilarla primero porque han fumigado.
Cuando le expliqué que me habían mandado allí en busca del santo puso cara de extrañeza, me dijo que qué era exactamente lo que me habían mandado, le dije lo mismo:
"Atrinca la aljofifa y pázala al zanguán, y ten cudiao con la curianas".
Se partió de risa el tío, a mí no me hacia ninguna gracia, pero él no paraba de doblarse de la risa, y va y me dice:
- Anda ven zagala, sígueme.
Me lleva de nuevo al hotel, y me dice que empiece por allí.
¿...?
Lo que me habían dicho en concreto era:
"Coge la bayeta y pásala por la entrada y ten cuidado con las cucarachas".

- Atrinca= coge
- La aljofifa= la bayeta.
- El zanguan= el zaguán o entrada.
- Y las curianas =cucarachas.
- Y lo de ten cuidado no era por si me atacaban, era para que no empezase a gritar cuando saliesen cucarachas de los rincones, que ya se sabe que las adolescentes le hacen ascos a todo y gritan con nada.
-
Menos mal que eso se pasa pronto y aprendes a decir "Oju" "Digo"y un montón de cosas más que hacen de Andalucía una tierra entrañable, inigualable y alegre.
Si es que hasta que no adaptas el oído y dejas de inventar no te enteras de nada, menuda pandilla.
Y hablando de pandilla...


En el comedor del hotel, me refiero al comedor de servicio, cada uno tenía su sitio, se comía muy bien por cierto, para eso Juan el cocinero tenía muy buena mano y los alimentos eran de primera.
Bueno a lo que iba, que nos sentábamos en mesas cuadradas de formica, las muy amigas unían sus mesas, las demás nos sentábamos de cuatro en cuatro.
Un día de tantos nos juntamos cuatro chicas en una mesa, estaba sucia, y por no ir a buscar una "aljofifa" (bayeta) a la cocina, alguna tuvo la genial idea de que con la miga de un bollito de pan la limpiásemos, luego al terminar de comer como se debían de llevar a la cocina los platos sucios pues eso, que lo tirábamos ya de paso.
Una de ellas sacrifico la miga de su bollito de pan, ya que quería perder peso, por aquello de ponerse el bikini...
Bueno pues lo dicho, se abrió el bollito... se limpió la mesa... se puso en medio de las cuatro... y nos dispusimos a comer.
Colocamos el agua y los vasos, cortamos cada una su bollito y lo pusimos a la izquierda, y a comer y contar el día como le fue a cada una.
De primero patatas con calamar y almeja, ¡qué cosa más rica!
De segundo croquetas con ensalada, que las hacia Juan Carlos, más ricas aún.
De postre alguna fruta, y seguíamos la charla amena contando las anécdotas del día.
Terminamos de comer y toca recoger los platos, vasos y cubiertos.
¿Se están preguntando por la miga de pan con la que se limpió la mesa?
¡Yo también pregunté, y mi compañera y la otra y la otra también!

¡YO NO FUI!

Las otras tres dijeron lo mismo.
¡Dios quiera que a la dichosa miga le hubiesen salido patas y hubiese escapado de la tortura de arrebañar el plato!
Porque si no su destino fue la barriga de una de las cuatro pero...

¡YO NO FUI!
No, no.
¿No?
Creo que no.
Mejor lo dejamos a la duda.
¡Así es Andalucía!

martes, 21 de mayo de 2013

Crónicas de una Cazurra VII




Lo de los peces de mi tía Inés, la mujer de mi tío Ubaldo, no fue mi culpa, de verdad que no, oigan créanme, yo dejé a los peces vivos en el pilón, si se murieron sería de aburrimiento porque el pilón era pequeño y no tenían a dónde ir los pobres peces, ni una sombrita, ni un matojo, ni nada, tan sólo un pilón de piedra y encima expuesto al sol.

Los dos peces creo que eran carpas, de color salmón y blancas, muy bonitas y grandes, tan grandes como la medida de un codo, (44.5 cm) bueno, un poco menos, digamos que un codo de niña pequeña, es que en temas de pescados me pasa como a los pescadores, lo que es una sardina dicen que es un atún de metro y medio, en fin, que no sé cómo llegaron al pilón las dos carpas.
Mi abuela y mis tíos, los Bolaños, vivían en la fábrica de piensos que estaba al lado de la estación, (hoy meras ruinas, sobre todo la fábrica), yo en más de una ocasión me quedaba a dormir allí.
Cuando hablo de la fábrica se me encoge el corazón tanto como a ustedes mencionar la estación ¿verdad que sí?
En fin, que allí estaban los peces que parecía que me hablaban, abrían la boca y la cerraban continuamente, yo intentaba decirles cosas pero si me arrimaba salían corriendo, bueno nadando para ser más exactos, para que me escuchasen no me quedaba más remedio que pararlos cogiéndolos en su huida, y los cogía rápido porque como dije antes un pilón es un pilón, y no da mucho de sí, como mucho sería de 1 x 0'50cm.
Oigan, ¡qué resbalosos eran los condenados!
Tenía que apretarlos entre mis manos para que no se me escaparan, si no me andaba con cuidado me pegaban cada coletazo y cabezazo que me dejaban que no sabía de donde salían las tortas.
Lo que más gracia me hacía era ver cómo abrían la boca sin dientes, sé que no los tenían porque les metía el dedo en la boca y no mordía.
Allí me pasaba las horas con ellos, toda la gente que pasaba por mi lado me decían que dejara en paz a los peces:

- ¡Mari Pili! ¿Ya estás otra vez con los peces? (Decía mi tía Inés)

- ¡Mari Pili! ¡Deja a los peces tranquilos! (Mi tío Ubaldo)

- ¡Mari Pili! ¡Como te vea tu padre te calienta! (Tía Pili y tía María)

Lala, mi abuela Pilar, no me decía nada.
¡Qué guapa era Lala!
Con su pelito recogido y blanco como la nieve y sus ojitos azules como el cielo, qué mujer más dulce era Lala.
En fin, que no me dejaban tranquila con los peces, yo me ponía chorreando
pero me lo pasaba bien en el pilón intentando meterles el dedo en la boca a los dichosos peces resbaladizos.
Cuando me fui para mi casa, en el pueblo, los peces estaban vivos, de verdad, días más tarde me entere que habían muerto y las culpas a Mari Pili, cómo no.
Total que me quedé sin juego, bueno miento, tiempo más tarde llevaron unos chivitos, qué divertidos eran esos, no se dejaban tocar, pegaban unos saltos enormes y siempre parecían contentos, se pasaban balando todo el día.
No murió ni uno, no vayan a pensar... Que ya me conozco el tema... Y luego las culpas a Mari Pili.
Para mí, el ir a la estación, era un delirio, primero porque iba a mi segunda casa con mi familia, y segundo porque el paseo era muy agradable, salías del pueblo por el camino viejo de tierra, atravesabas las vías del tren, (en una vista panorámica de izquierda a derecha quedaba así) pasabas por un callejón y se abría una explanada en la que tenías tu plaza particular, a la izquierda estaba el tenado con los camiones y la entrada a la fábrica, y al frente tenías un ¿cuarto de baño? ¿Se podrá llamar así?
Era un habitáculo con fosa séptica, un murito rectangular tapado con una madera y dos o tres agujeros, (no les recomiendo que respiren a fondo en estas líneas) al lado las dos casas de los Bolaños, la de Lala y mis tías, y la de mi tío Ubaldo con tía Inés y los dos primos, a la derecha los lavaderos y corrales seguido de un muro alto de piedra y un portón de madera que te llevaba a la carretera general.
¿La descripción les parece pesada?
Tendrían que leer a Ken Follet en su libro "Los pilares de la tierra" que menciona cada muro de piedra por nombre y cada viga de madera de una catedral entera, y cada monje o Abad por nombre y rango, terminas no sabiendo si el monje cocinero era de piedra o de madera.
¡Que mareó, por Dios!

Un día fuimos a pasear mi tía María y yo por los arcenes del tren y me dice mi tía:

- Mari Pili, ¿Vamos a coger los huevos negros del tren?

- Sí, tía.

Lo de "tía" es porque era mi tía no porque yo hablase de forma chabacana.
Y lo de los huevos del tren no era por ser muy macho el tren, no pensemos mal, era porque el tren cargaba unos huevos negros de carbón mineral, creo que lo llamaban hulla, y alguno se les caía en las vías, cosa que aprovechábamos para recoger y ponerlo en el fogón de cocinar. Hulla


Por cierto, los fogones eran de un metal negro y dorado, contenía dos habitáculos para poner la leña o el carbón para cocinar, y otro aparte para llenarlo de agua, hasta tenía grifo, así había agua caliente para el uso diario.
¡Qué bonita cocina! Creo que le decían "bilbaína" por el hecho de fabricarla en Bilbao.
¡Pero qué incomoda de mantener!
Al ir para casa, tía María y yo, dimos un rodeo por la parte trasera de la fábrica, terminamos en el cruce y volvimos por la carretera a la fábrica de nuevo.


Al llegar le pregunta tía Pili a tía María:

- ¿Habéis estado en la carretera? (Dijo tía Pili)

- Si, y no sabes cómo está de coches. (Dijo tía María)

- ¿Sí? ¿Cuántos habéis contado? (Dijo tía Pili)

- ¡Uf! Un montón, menos mal que no tuvimos que atravesarla.
Dile, dile Mari Pili cuántos coches hemos visto. (Dijo tía María)

- Tres, tía, tres coches. (Dije yo)

- Yo conté cuatro, cuatro en una hora. ¡Qué barbaridad! (Dijo tía María)

- ¡Sí, qué barbaridad! Llegará el día que no podamos pasear por ella. (Dijo tía Pili)

Si es que la carretera en esos días era para dar paseos, que iba un coche... te retirabas un poco y el coche pasaba por medio de la vía, que venía otro al rato... lo mismo.
Desde lejos se veían venir y había tiempo de saber quien conducía, como eran contados los que lo tenían... pues eso, que daba tiempo a preparar el repertorio de los saludos:

- ¡Adiós fulano!

- ¿Queréis qué os lleve?

- No, que estamos de paseo.

-¿Cómo está la familia?

-¡Todos bien! ¿Y la tuya?

- Ya sabes, con achaques los abuelos, pero bien.

- Dales saludos, diles que nos acordamos mucho de ellos.

- Vale se los daré, a ver si os pasáis a tomar café.
(Aquí bajaban la voz gesticulando para decir: que no es de achicoria, nos trajeron del de es-tra-per-lo, del bueno, de Portugal)

- Vale por allí nos pasamos

Oigan todo esto sin parar el coche, así daba gusto de saludar a los viajeros, daba tiempo hasta de preguntar por la familia y todo.

Mi tío Sinfor por aquel entonces conducía un camión de la fábrica de harinas, y en las fiestas del pueblo lo llenaba floreándolo de ramas y de gente, se paseaba por la carretera y la plaza formando bullicio, a mí nunca me montó, supongo que yo era demasiado pequeña para subir en él.

Aunque sí tenía un coche, un coche propio, de color negro, parecía de esos que salen en las películas de Al Capone, lo guardaba en la fábrica debajo del techado, yo vi el coche y entré en él cuando nadie me vigilaba, cerré la puerta y como tenía llaves puestas le di al contacto.
¡Oigan, qué susto cuando el coche arrancó, pensaba que ni arrancaría, menos mal que ni se movió que si no me hubiese estrellado!
Salí pitando de allí en cuanto se caló el coche por si al ruido de motor se arrimaba alguien y ya tenían excusa para reñirme.

Lo único que se me ocurrió fue meterme dentro de una máquina grande y amarilla
que estaba a la intemperie, creo que era una beldadora, de esas para bieldar el grano y separarlo de la paja.
Allí dentro pasaba grandes ratos sola, me hacía meditar y sentir la soledad, que de vez en cuando era bueno.
Por cierto, al lado de esta máquina había un pozo, y según mi abuelo Juan Sánchez, al que no conocí, decía que después de la guerra civil, la del 36, muchos de los hombres que dejaron su servicio, y para no tener problemas, tiraron sus armas al pozo de la fábrica.
Según mi abuelo, durante la guerra, al tener noticias de que las tropas andaban cerca de Fuentes muchos del pueblo cogieron sus carros con la familia y algunos enseres, y se tiraron al monte, porque las tropas (no me pregunten cuales, si las rojas o las verdes o las amarillas) pasaban por Fuentes y podría haber problemas, así que tanto los abuelos, mi padre, y tíos, se adentraron en el monte para ponerse a salvo.
No sé cuántos días estarían fuera de casa, supongo que hasta pasar el peligro.
De la fábrica les contaría que tenía "ángeles" molestos que pululaban por la noche en los techos de la casa, yo un día vi uno pero no me gustó nada, tenía una cola muy larga ¡Puag!
¡Qué feo era!

Pero hoy es tarde para contarlo y hay que descansar.

lunes, 13 de mayo de 2013

Crónicas de una Cazurra VI


Bares, qué lugares, como decía la canción de Gabinete Calgary.

La primera vez que yo entre en un bar fue en el bar de Jorreto, aquello era... cómo explicarlo, aquello era para mí otro mundo, era mitad Londres mitad el oeste americano.
Me explico, una vez que abrías la puerta de entrada y nada más pasarla ya te topabas con un gran cortinón oscuro, una vez que cerrabas la puerta ya podías pasar al otro lado de la cortina, aquello era como entrar en otra dimensión, oigan, una humareda impresionante, parecida a la niebla de Londres (aunque sea más mito que verdad lo de la niebla de Londres) y se parecía a las películas del oeste con tantos hombres pegados a la barra, sujetando el vaso de whisky, en este caso eran "chatos" lo que tomaban nuestros paisanos, había un bullicio de gente como yo nunca había visto antes, el lugar era novedoso para mí, no se estaba mal, era calentito, y tenían un "agua" especial con sabor a naranja y con burbujas que picaban en la nariz, tanto me gustó el agua de allí que cada vez que pasábamos por la plaza me daba una sed impresionante, y le decía a mi padre:

- Papa, tengo sed, mucha sed.

-Ahora llegamos a casa y bebes.

- Que no papa, que yo tengo sed del agua de los bares.

Así es como descubrí las bebidas gaseosas tan dulces y exquisitas, la naranja era mi favorita, era y sigue siendo.
Tiempo después descubrí un mundo lleno de magia en el bar de Abilio, en la calle, desde la puerta, quedé prendada del mundo de imágenes y sonidos que salían de un novedoso invento: La televisión.
Dicen que por el año 1956 se inauguró en Madrid con una misa, con Coros y Danzas y el famoso NODO.
En 1959 la señal de TVE llegó a Barcelona a tiempo para retransmitir un Barça-Real Madrid.
A partir del 1961 se le quita el impuesto de lujo y se empiezan a comprar a plazos, así es como llegaron a los más afortunados, a los bares y clubes, pero a lo que íbamos:
Fue pasar por la puerta de Abilio y se iluminó todo mi mundo con una explosión de imágenes en movimiento, qué cosa tan bonita, flores con formas como yo nunca había visto antes, me quede prendada de aquel invento.
Yo me preguntaba cómo puede Abilio tener esa preciosidad y no mirarla, él estaba en sus quehaceres detrás de la barra como si eso fuese normal.
Por cierto, Abilio tenía piernas, sí, sí, que yo lo vi un día andando por la calle.
Verán, estaba yo jugando a correr por los carros que montaban en las fiestas del Corpus, carros que entrelazaban formando un circulo, hacían unos escalones un carro con otro, así montaban lo que se parecía a una pequeña plaza de toros.
¡No vean lo bien que lo pasábamos los chiquillos corriendo en círculo por encima de los carros dando vueltas y vueltas!
Pues eso que en una de esas vueltas vi a Abilio andando, como siempre lo veía detrás de la barra aquello era un impacto grande.

Llame a mi padre a voces:

- ¡Papaaa! ¡Papaaa!

- ¡Queeeeeeee!

- Abilio.

- ¿Y qué?

- ¡Que está aquí!

- Si, ya lo he visto.

- Que se ha salido del bar, y tiene piernas.

Aquello era tan sorprendente que me parecía imposible, mi padre que me miró con cara rara como preguntándose si había oído bien o no sabía de qué estaba hablando yo, pero siguió con lo suyo sin hacerme caso, todo lo que dijo es:

- "Siiii, vaaaale".

Cosas que pasan en la plaza, cada uno va a su bola.

Ablando de plaza...
Un año cayo tal nevada que la plaza parecía Alaska, seria por el 62 más o menos, como lo oyen, aquello fue el año de la gran nevada, era un horizonte blanco de nieve que me llegaba a la cintura, miren si era alta que tuvieron que hacer un camino para atravesarla.
Bueno si lo vemos desde la perspectiva de una niña de dos o tres años, quizá cambie un poco la medida, aun así nunca antes se había visto una igual, de ello hablaba la gente por todas partes a dónde íbamos.

¡Vaya nevada!



Pero lo que más me gustaba de la plaza era cuando andábamos en fiestas, la gente era más generosa, me refiero a los familiares, que estaban más dispuestos a soltar la perra gorda a los sobrinos.



El único lugar que teníamos para gastar era el quiosco pequeñito de madera que tenía una señora llamada Teodora, creo que era la madre de Maxi, (si me equivoco corríjanme).
Por cierto, Maxi fue un joven rubito y guapo, era el esposo de mi amiga Mari Jose, peluqueros de profesión, Mari Jose siempre ha sido una mujer hacendosa y responsable, ya de niña parecía toda una mujer en sus modales y forma de ser.
A lo que íbamos:
Yo cuando veía a mi tía Loreto agarrada del brazo de mi tío Arsenio paseando por la plaza me decía para mis adentros: " A ver qué me dan... A ver en qué me lo gasto...

En qué iba a ser, en restralletes, eran unas gotas (del tamaño de lacasitos) de una sustancia dura rojizo-amarronadas pegadas en línea en una cartulina, cuando cortabas un trozo de cartulina con una gota de esas y la raspabas contra el suelo chisporroteaban, eso era todo lo que hacía, pero a los niños nos gustaba aquella tontería.

O si no el chicle redondo de tres pisos llamado bazooka, los que eran planos y cuadrados traían una tira de cómic pero algun@s no sabíamos leerlos.



Mi tía Loreto ahí donde la ven, en aquellos tiempos, era un perdigón, estaba todo el día faenando, cultivaba unas coles, o berzas, enormes, vamos que si te ponías debajo de una te daban hasta sombra.
Un día que andaba en sus cosas atareada se le ocurrió comprar un colador moderno, de plástico, como los antiguos eran de metal pues se lo compró plastificado, más mono y modernito, andaba hirviendo las grasas del cerdo para hacer manteca y necesitaba colarla, ¿ya imaginan que pasó? pues sí oigan, cuando acabó de colar la manteca se puso a mirar fija al colador porque lo veía un poco raro, miró a la manteca y se echó a reír diciendo:

- "Amos anda, manteca con tropezones"

Se partía de la risa la mujer, mi tío era más serio, mira si era serio que ya de mayor pasabas por su lado y ni te hablaba, no es porque no quisiera hablarte, no, el caso es que no te veía bien, hasta que le recetó el médico unas gafas no empezó a saludar, oye, que cambio más grande con las gafas, cuando le preguntaba a mi tía Loreto por el tío Arsenio, le decía:

- Tía, ¿y tío Arsenio?

- Ahí está, que se ha puesto las gafas.

- ¿Qué va a leer o ver la tele?

- Amos anda, pues sí, lo que se va es a dormir, que se pone las gafas para dormirse.

Mi tía se partía de la risa.
¡Qué efectivas las gafas, además de ver mejor también dan sueño! Me decía yo.
Mi tía Loreto también sufrió mis travesuras, aún recuerdo cuando le vaciamos el pilón de agua que tenía para lavar la ropa, lo llenó para que se calentara un poquito con el sol y después poder lavar mejor la ropa; con una "pelea" de mojarnos entre su sobrino Cipri y yo se lo vaciamos. Mi culpa no fue, que yo fui la peor parada, tres veces me tuve que cambiar de ropa porque salí empapada, claro él jugaba con ventaja, era mayor y sabía cómo poner las manos para que el agua le durase más tiempo en ellas hasta lanzarla contra el objetivo, y el objetivo era yo, claro.

Pero claro Mari Pili era la culpable, como con los peces de mi tía Inés, que pasó tres cuartos de lo mismo, pero eso es otra historia y hoy es tarde para contarla.


martes, 7 de mayo de 2013

viernes, 3 de mayo de 2013

El pino de Navidad.




Lo del pino por Navidad era una tradición en los hogares españoles, pino que debía de ser natural, que por aquellos años los chinos no nos habían visitado poniendo sus bazares.
Nuestra familia ya se había trasladado a Ciudad Rodrigo por la crisis de las fábricas de piensos compuestos en La Fuente de San Esteban.
Mis padres decidieron aceptar la propuesta de trasladarse a Ciudad Rodrigo y encargarse de la fábrica de piensos compuestos del Águeda, como encargado de la fabricación y guarda de dicha fábrica, aquello fue un cambio brusco y positivo, digo brusco porque nos quedamos aislados de la civilización, a tres o cuatro kilómetros de la ciudad, y con un vecindario muy salpicado y retirado, claro, acostumbrados a estar puerta con puerta o tenerlos al otro lado de la calle pues eso , aislados, y positivo porque nuestra economía mejoro y nos dio la oportunidad también de conocer a personas estupendas tanto en la fábrica como en el vecindario.
¿Por qué cuento esto?
Porque mi madre echaba de menos el pueblo de Fuentes con sus familiares y amigos tan cerca.
Cuando cerraba la fábrica a las siete de la tarde se quedaba muerta toda la zona.
Pero no nos pongamos sentimentales y vayamos a los ratitos que hacían la vida divertida.
Verán, mi madre necesitaba comunicarse con la gente a menudo y para eso tenía a mi padre que el pobre mío tenía que gastar paciencia.
Un día llama mi madre a mi padre por teléfono, -que digo yo, que si le da una voz la oye también, pues la casa y la fábrica están una enfrente de la otra-.
Le dice:

- Lorenzo, el agua para comer se ha acabado.

Traducido era: Lorenzo ve a por agua a la fuente que no tenemos ni una gota para beber durante la comida.
Ahora que disponíamos de agua corriente se le antojaba del manantial que estaba a medio kilometro metido en medio del campo, al lado del teso María de la O.

- Mama, le decía yo, ¿por qué no bebemos del agua del grifo?

- Porque está muy sosa y la de la fuente está mejor.

Lo de sosa sería porque la del grifo no tenía unos bichos negros con lunares como los del manantial que aunque le decía fuente solo era un manantial.
(Los llamaban salamandras, a los bichos, no salamanquesas, lo aclaro porque puede haber confusiones, que cuando digo aquí en Andalucía que soy de Salamanca me llaman salamanquesa, o se confunden de gentilicio o yo bebí más agua de la cuenta y se me puso cara bicho.
Me contaba mi madre que esos bichos viven donde el agua es buena.

- No me des ideas mama que le oí decir a uno de los obreros que el vino de la bota de Toño "Gorrero" no era tan bueno.

A todo esto mi padre que no aparece y lo vuelve a llamar por teléfono.

- Lorenzo, que se llega la hora de comer, y el agua...

- Pepa, que tengo el gránulo en la empacadora y no puedo ir ahora, espera un poco.

A los diez minutos:
- Lorenzo, el agua...

- Pepa, que luego voy que ahora estoy ocupado.

Cinco minutos antes de cerrar la fábrica:
- Lorenzo, que estoy poniendo la mesa, el agua, que no hay ni gota.

Mi padre que ya andaba ofuscado con un tema de la fábrica y ante la insistencia de mi madre coge la movilette, le pone las aguaderas y tira cuesta arriba a todo puño hacia la fuente, campo a través, bache aquí, bache allí, se baja de la movilette va a coger los cántaros ¿...?

¡ ¡¡¡¡¡¡¡¡ #%~=#~#[=#%_*{#%!!!!!!!!!!!!!

Mira para atrás por sí con tanto bache se le han caído...

¡ ¡¡¡¡¡¡¡¡ #%~=#~#[=#%_*{#%!!!!!!!!!!!!!

Los cántaros no los había montado en la movilette.
Da la vuelta, bache va y viene, recoge los cántaros, bache va y viene, los llena, bache va y viene, y a comer.
Un silencio que corta durante la comida, oigan, mi madre que no aguanta las ganas de reír se levanta a toda prisa para fregar los platos, mi hermana y yo nos perdimos por sí acaso. Que mi padre no era de pegar, pero por si acaso.
Buenos pues con el pino tres tantos de lo mismo.

Verán :

- Lorenzo, estamos en vísperas de Navidad y no tenemos pino que poner para los regalos.

- Aún hay tiempo Pepa.

Dos días más tarde:
- Lorenzo, el árbol, que lo dejamos a última hora todo...

- Mañana vamos a buscarlo.

- Lorenzo que van tres días que dijiste mañana...

- Que sí, que vamos a buscarlo, no te preocupes.

Para ese entonces no estaba controlado la tala de árboles, todo el mundo que ponía uno lo ponía natural.
Mi padre que era adelantado en su tiempo ya daba signos de cuidar el medio ambiente y se retraía de ir a cortarlo, eso por una parte, pero también se dio cuenta de que habían alquitranado las copas de los pinos por toda la carretera para impedir que se los llevasen.
Ante la insistencia de mi madre un domingo hicimos planes para ir al campo a por el dichoso pino.
Emprendemos el camino mi hermana Rori, mi madre, mi padre y yo, con nuestro Citroen dos caballos, de techo descapotable de lona. (Para esas fechas la lona estaba echada, claro, no vamos a ir como en las películas con la melena al viento, con la rasca que hace en Salamanca en diciembre)
Nos ponemos en camino, salimos de la fábrica camino a Portugal y mi padre empezaba a inquietarse, oigan parecía que íbamos a matar a alguien, no decía una palabra pero tiraba de aire para arriba por la nariz muy seguido, mi madre oteando el horizonte por si divisaba un pinar.
Después de un rato dice mi madre:
¡Allí, Lorenzo, allí hay muchos pinos, entra allí!.

-Pepa, que no hay camino, a ver si un poco más adelante hay un camino.

- ¡Allí Lorenzo! ¡Allí hay un camino!

- Ya lo he visto Pepa, pero esta muy mal para entrar a ver si le damos en los bajos y la liamos.

- Tu entra que si eso yo me bajo del coche y te voy indicando.

Mi padre que frena para que baje mi madre y sube el cristal de su lado para oír las indicaciones de mi madre...
Mi madre que se baja y cierra la puerta de golpe...
El cristal del dos caballos que se cae con un soplo porque se abre hacia arriba y se engancha en una gomilla que al ser de segunda mano el auto ya está más que comida por el sol, pues eso que al ¡zas! de mi madre, ¡zas! el cristal abajo.

Me dije yo: Mal empezamos.

- Tira Lorenzo a la derecha.

Directo al bache.
- Pepa, ¿a tu derecha o a la mía?

- La mía Lorenzo, la mía.

- Déjalo anda que dejamos el coche aquí y vamos andando, tampoco queda tan lejos.

- Bajaos del coche niñas que vamos a por un pino- dice mi madre.

Caminamos, caminamos, mi padre se para y dice:
- Este Pepa, este nos vale.

- Ese no me gusta que es pequeño.

- Aquél, pepa, no andemos más.

- Que no, que ese tiene las ramas muy abiertas.

- Venga Pepa que todos son iguales.

- Tu déjame a mí que yo busco uno.

- Esta mujer nos va a meter en mitad del pinar y no va a gustarle ninguno.

Seguimos andando...
Mi madre que se adentra mirando a todas partes...
Mi padre resoplando...
Mi madre que no se decide...

- ¡Pepa! ¡De aquí no paso más!

- Bueno, pues ese, ese, me gusta.

- Ese no hay quien lo corte, ¿no ves que tiene el tronco demasiado gordo?

- Aquel entonces, es más fino el tronco.

- ¿No ves que es demasiado alto?

- Bueno pues tú dirás, es que no te gusta ninguno.

- Este mismo está bien, no busques más.

- Que no Lorenzo que ese tiene mal aspecto.

Mi padre empezaba a dar signos de malestar frunciendo el ceño, eso quería decir que o se decidía pronto o nos íbamos sin pino.

-Vale Lorenzo, aquél nos llevamos.

- Ese no nos cabe en el coche.
¿No ves que es grande y no tenemos vaca?
¡Que hay que meterlo dentro!
¿Qué vas a dejar las niñas aquí y volver luego por ellas?
¿O te quedas tú?

- Anda, anda, exagerado, que sí cabe, este mismo cogemos.

Se corta el pino después de más de una hora decidiendo...
Tiramos cada uno de un lado para no arrastrarlo y llevarlo hasta el coche...
Rori y yo calladitas para no calentar más el ambiente...
Mi padre que ha tomado medidas al pino y ya ve que es imposible meterlo en el coche...
Mi madre contenta con su pino...

- Lorenzo, abre el portamaletas que lo metemos por aquí.

- ¿Y con el asiento trasero que hacemos?
¿ Lo quitamos?
¿ Y las niñas van delante?
¿No ves que no cabemos?
Ya te dije que era grande.
Vuelta para acá, vuelta par allá, y el pino que no va.

- Tenemos que cortarlo y quitarle ramas para que quepa, que ya te dije que no entraría
-dice mi padre-

- Tu inténtalo, que verás que sí cabe si lo apretamos un poco.

Mi padre que le da vueltas decide meterlo por la puerta delantera, y que no va, sudando y viendo que no iba lo empuja por aquí, por allí.
Ya por narices tiene que meterlo, coge impulso y mete el tronco primero por la puerta delantera, hace maniobra para llevarlo hasta los asientos traseros y se atasca un poco, empuja, empuja, pero con tal impulso y cabreo lo empujo que lo metió, ya te digo que lo metió, hasta la bola, oigan, que salió por la lona rasgándola de lado a lado.

¡¡¡¡¡¡ ####~~~GGG%#~ ######!!!!!!!!!!!!!

Allí se oyó un: Mecawennnnnnnnnnn hasta con eco y eso que sin montañas es difícil.

Tiró para abajo del pino con fuerza, lo coloco de aquella manera y dijo:
-¡Todo el mundo adentro!

Mi madre entró bien, que sólo tenía la copa a su lado y mi padre también.
Rori que era pequeña y ligerita entró como quien se tira a la piscina, se metió entre ramas a contrapelo y se encajó bien, oigan que no se le veía más que los ojitos, si llega a abrir la boca seguro que le dan de comer como a los pollitos en el nido.
Yo que no entraba ni a tiros porque me pinchaba con las pinochas (o agujas, hojas del pino) además de ser de constitución familiar ”Bolaños” (gordita) me metí como pude apretando los dientes para no quejarme por los pinchazos y me senté encima de algunas ramas.
¡ No vean que incomodidad!
Allí había de toda clase de bichos, hormigas... arañas... telarañas.
Llegamos a casa y lo primero que hicimos todos al bajar del Citroen fue sacudirnos todo el cuerpo por si se nos coló algo dentro de la ropa, sacamos el pino, otro tanto de los mismo, que a contrapelo sale peor, tira para acá, tira para allá, todo el coche lleno de resina, de ramitas y de hojas.
Mi padre sudando, nosotras calladas, el coche arañado y pegajoso, hasta la puerta de casa se quedó pegajosa.
Lo ponemos en su peana, en el cubo lleno de tierra que dejo preparado mi madre, y claro, el pino que es más grande de lo normal se cae por todos los lados, así que a por piedras mi hermana Rori y yo para que se sujete mientras mi madre arregla el estropicio en casa, mi padre se fue a ver como arreglaba la rotura de la lona.
Menos mal que la entrada de casa era grande y no estaba excesivamente amueblada porque el árbol que ya era grande de por sí y encima con los adornos brillantes ocupaba media entrada.
¡Por fin tenemos árbol!

P.D= Por aquellas fechas hice un descubrimiento que me abrió los ojos, mis padres me decían que los reyes magos venían por la noche, cuando estuviésemos dormidas, a poner los regalos debajo del árbol.
¡Mentira! Que una noche me desperté al poco de acostarme por el ruido de papeles y cajas, y asomándome con cuidado por la rendija de la puerta que estaba entreabierta ví a mis padres desenvolviendo los juguetes, y colocándolos debajo del árbol.
Allí mismo saque conclusiones y me di cuenta de su engaño: Que los Reyes no entraban en la casa a dejarlos, que se los dejaban en el coche de mi padre y eran ellos los que tenían que colocarlos.
¡Qué flojos estos Reyes Magos!
Para una noche que trabajan al año y encima no lo hacen ni bien.





Miróbriga®

martes, 30 de abril de 2013

Crónicas de una Cazurra V



Allá por los años sesenta y cinco o sesenta y seis yo tenía una amiga llamada Angelita (de apodo Angelita la burrera), como tenía que pasar por su puerta para ir al colegio solía ir a buscarla, me maravillaba ver a su abuela sentada en una silla mientras peinaba a Angelita que estaba de pie, le hacia la raya al medio, mojaba el peine en agua, le desenredaba su larga melena, la mujer tenía una palangana con agua que mojaba sus manos para hacerle las largas trenzas, terminaba el pelo con una doblez hacia arriba en las puntas y ponía una gomilla al final.
Aquello era una maravilla de trenza, sí señor.
Mira si la peinaba bien que salíamos del colegio y seguían impecables sus trenzas.

Allá que íbamos las dos con un cabás, un plumier y la taleguilla de tela con el vaso para la leche.




A mí el colegio me gustaba, pero lo que más me gustaba era la hora del recreo, no por el juego, no, era por la leche que nos daban a los niños, (no la leche de pegarnos, que también nos daban “capones” con los nudillos o bien” palmaditas” con la regla) era leche en polvo riquísima.
Algunas veces hasta podíamos repetir.
Aunque yo era pequeña me enteré de dónde venía ese producto, nos la regalaban los americanos por aquello de la deficiencia nutricional por culpa de la posguerra.
Parece que un tal “Curro” que mandaba en toda España aceptó leche en polvo y queso de los americanos a cambio de sentar las bases, yo lo de las bases no lo entendí, no sabía si eran bases para concursos o qué, en fin, que yo la leche si la caté pero el queso ni lo vi.
Las madres, que en eso de labores eran muy apañadas, nos hacían una taleguilla de tela y nos metían un vaso de lata o plástico dentro, las más pudientes llevaban Cola Cao en su vaso, no es que en mi casa no se pudiera, lo que ocurre es que de haberlo puesto, en mi caso, habría terminado esparcido por la taleguilla.
Es que de despistada tenía un rato.
Hubo un tiempo que nos pidieron los maestros que nos comprásemos unas zapatillas blancas de loneta, camiseta y pantaloncito blanco, empezábamos a hacer gimnasia en el cole, a mí no me lo compraron, o sea que estaba vetada en eso de la gimnasia, pero mi curiosidad por ver qué se hacía en eso de la gimnasia era grande, al medio día cuando terminaba la clase unos hacían su gimnasia y otros se iban a casa.
Un día me quede a ver cómo era eso de la gimnasia, así que me puse la última de la fila, para que no me pudieran ver y no me expulsasen.
Digamos que aquello no me entusiasmo, pusieron a los niños y niñas en dos filas, pegados a ambos lados del pasillo, a la voz de "ar" un saltito, piernas abiertas y brazos en cruz, otro "ar" piernas cerradas y brazos arriba palma con palma, después de tres o cuatro "ar" yo ya me aburría, menos mal que el maestro dijo que tocaba andar a paso ligero, menos mal, cambiábamos de tema.
Paso ligero no era, aquello era un atropello de pisotones de talones, como iban pegados a la pared en un pasillo rectangular… pues eso que no daba mucho de sí, en fin que me fui a casa a comer.

Primero la regañeta por haber tardado tanto en llegar y segundo garbanzos con arroz o arroz con garbanzos para comer, cosa que no me gustaba, de segundo filetes, unos filetes enormes, de una cuarta de largo por cuatro dedos de ancho, qué ricos los filetes, lo mejor era la corteza durita que tenían por la parte de arriba que crujía y se desmoronaba en la boca, bueno algunas veces, otras estaba como goma de mascar y duraba un montón en la boca masca que te masca, como el chicle, oigan.
Mi primo Tito, cuando comía en mi casa, a la hora de los filetes se ponía taquicárdico perdido, no había manera de que los tragase.
Mi padre le obligaba a que se los comiera, menos mal que yo ya lo sabía y me ponía a su lado a la hora de comer, mientras él hacia como que se los comía yo por debajo de la mesa recogía lo que escupía disimuladamente y lo envolvía en una rodilla (paño de cocina) al acabar me iba al corral y se lo echaba a las gallinas.
No vean qué contentas se ponían con los filetes, venían todas corriendo; una vez se puso una gallina a cacarear de forma diferente, yo dije: Esta pobre se nos muere.

Mi madre que conocía el idioma de las gallinas me explicó que eso era porque la gallina estaba clueca, o sea que iba a incubar huevos para que naciesen pollitos.
Y nacieron pollitos, si señores, preciosos pollitos amarillitos, pero más fastidiosos que no veas, no había vez que jugando en mi corral no pisase uno, si es que estaban por todas partes, me daba la vuelta y ya tenía uno debajo, bajaba la cuesta del corral con el triciclo robado de mi primo y ya se me cruzaba otro, y claro la culpa era siempre mía, no de los pollitos, que eso decía mi madre.
Un día le pregunté a alguien, no recuerdo a quién, que si las gallinas eran rojizas oscuras... ¿por qué los pollitos salían amarillos?
Contestación: Porque son pequeños y en cuanto crezcan y sean gallinas serán como sus madres.
Yo que era preguntona para ese entonces dije: ¿qué hay que hacer para que crezcan?
Contestación: Esperar.
Yo que no me quedaba satisfecha seguía: Pero... ¿hay que esperar mucho? ¿Dónde van para crecer?
Miró para un lado, miró al otro, resopló, y dice: mira, los pollitos se van detrás de aquella escombrera, pasa un rato sale hecho gallina y ya está.
¡Por finnnnnnnnnnnnnnnnnn!
Me dio la solución a mis pesares con los dichosos de los pollitos.
Agarré un pollito me fui a la escombrera que era el sitio adonde se tiraban las cenizas de los braseros... ¿...? No había sitio para ponerlos detrás, quizás se confundió y quiso decir dentro, que para ese entonces no había televisión con Barrio Sésamo con eso de: “Detrás delante, arriba abajo, lejos cerca”.
A sí que lo tiré dentro de las cenizas, parece que se puso contento porque no paraba de piar y mover las patitas y las alitas y poco a poco se enterró.
Esperé, esperé y no salía la gallina, pensé que sería como con los gusanos de seda que tardan en salir de los capullos, viendo que el proceso tardaba decidí marcharme y volver al día siguiente.
Volví al otro día y nada, puse un nuevo pollito a ver si aquello estaba fallando, hasta tres pollitos puse y nada; una de esas mañanas veo a mi madre mirando al cielo, viene mi padre y le dice: Lorenzo, los pollitos están desapareciendo.
Cuando le iba a decir que estaban en el proceso de hacerse gallinas mi padre se pone mirando también al cielo y va y dice: Eso va a ser el milano que se los lleva.
¡Maldito milano! Y yo esperando a ver el cambio de pollito a gallina y viene el bicharraco y se los lleva, nada que no conseguí ver el proceso.
En fin, que así pasaron los días, hasta que llegó la moda de las jaulitas para grillos, pero bueno eso es otra historia y hoy ya no hay tiempo.




lunes, 29 de abril de 2013

Mil primaveras

Soy persona inexistente
voceando en el desierto,
bajo el sol sin hacer sombra
voy, hoja seca de otoño
que vuela a lugar incierto,
norte, sur, indiferente.


Soy pasto quemado en fuego,
soy neblina disipada,
vivo a tu lado, contigo,
no me miras, nada tengo,
soy mujer desconsolada,
muy perdida, sin apego.

Voy por el mundo pasmada,
nada que dar ni ofrecer.
Rama tronchada y ajada
por el peso del invierno,
fría, calada para arder
como una hoguera apagada

Si alguna vez tú me vieras
perdida en el laberinto
de esta existencia agitada,
sonríeme, y quizás halle
un horizonte distinto:
Nacerán mil primaveras.

martes, 23 de abril de 2013

Crónicas de una cazurra IV




Por los años sesenta y dos, y digo esos años porque antes yo no tenía conciencia de nada, vamos que hacía tres años que había nacido, en el pueblo ya teníamos un sistema de recogidas de basura, sí, teníamos un señor que recogía las basuras, que si no recuerdo mal se llamaba Avelino (si me equivoco corríjanme ).
No sé bien si era productivo su trabajo, permítanme que lo dude, me explico, que digo yo que con los apuros económicos que andábamos pasando en Fuentes y con los animales domésticos que casi todos teníamos en casa, unas gallinitas, o algún conejo, algunos tenían un cerdito, y vacas los que disponían de sitio y recursos, que eran los menos, pues eso, que las sobras, que encima eran pocas, se las echaban a los animales, y si encima añadimos que el pan, la leche, y algunos alimentos más que carecían de envases, no sé qué se llevaría ese hombre.
Por no tener no teníamos ni bolsas de basura, un cubo de metal pealo y mondao le dábamos al basurero que lo vaciaba en el carro directamente. - Carro de madera de tracción animal, como el de Afro pero más pequeño-.
Ahora que caigo, si no teníamos agua corriente...
Tampoco teníamos retrete...
¿Qué hacíamos con los deshechos?
¡No!
¡Imposible!
No creo.
¿No?
¿...?
Bueno, en mi casa teníamos un corral, allí ibas y cuando terminabas cerrabas la puerta al salir y desaparecía, ¿...?
Si es que éramos más ecológicos y mirábamos más por el medio ambiente.



Mira si por no gastar recursos naturales ya economizábamos hasta en agua, sí, nos bañábamos una vez por semana, no es que fuésemos poco higiénicos, no, es que no disponíamos de duchas, ni de bañeras, ni gel siquiera, bueno miento, el champú del pelo era "Sindo" y no venía en litro, a mi casa llegaba en una especie de rombo plastificado que nos daba para dos usos, eso para el pelo, para el cuerpo jabones caseros la mayoría de las veces, y la famosa pastilla de "Magno", que olían a gloria, sacábamos un barreño de zinc que poníamos en mitad de la cocina, una olla grande de agua hirviendo y otra de fría y ese era todo el baño.
Además, de haberlo hecho más a menudo, lo del baño, no habría ropa suficiente para cambiarnos, tengan en cuenta que los recursos eran escasos, y nuestras madres no disponían de lavadoras, un pilón de agua y una tabla de madera y raca, raca, raca, a enjabonar, a solear para quitar las manchas, regarla para que no se vuele y siga su proceso, a aclarar y tender.
Por cierto, los zapatos era otra cosa, duraban massssss, ¡ufffffff!, cómo duraban, el tío de mi madre, Vicente "Zapatero" (e.p.d.) el marido de tía Sofía, nos arreglaba los zapatos que comprábamos, -matrimonios como ese pocos, oigan, de unidos y longevos-.
¿Se acuerdan de Cipriano el Zapatero? (e.p.d). Tenía una zapatería, allí en Fuentes. Ese fue el culpable, sí señor, el culpable de mi afición a leer cuentos y cómics, ya lo creo, solía regalar unos cuentos pequeñitos, vamos que me cabían en la palma de la mano, cada vez que me comprábamos un par de zapatos. Lástima que durasen tanto aquellos zapatos. Con lo que yo me esforzaba para recibir otro cuento, oiga, que ni me dio tiempo para hacerme una colección.
¡Qué tiempos!
En lo que nos entreteníamos los niños era jugando en la calle hasta que los padres al atardecer nos metían para casa, si era verano nos sentábamos en el rebate de la puerta con algunos vecinos y a charlar, si las abuelas intuían que las conversaciones pasaban a mayores nos obligaban a entrar para la casa.
Eso pasó una noche que estábamos todos los niños aún en la calle canal, estaban Guadalupe la panadera y su hijo José Mari, mi tía Fore y mis primos Tito, Toño y Enrique, (curros), mi madre Pepa, mi abuela Aurora y yo, alguno más de los vecinos de la calle, quizás Arturo, y Chindas que este no faltaba en todos los tinglados, era muy querido y apreciado Chindas.
Pues eso, que la conversación de entretenida que estaba pasó a chistosa, y ya conocemos a Chindas con sus chistes, empezaban a subirse de tono, mi abuela que intuía que no iba a parar la cosa no sabía cómo disolver tal chiquillería y no se le ocurre otra cosa que decir:
- " He visto pasar a la loba, y no viene sola, que viene con el lobo, por el callejón de Fore". (Para entonces los lobos proliferaban por esos campos y se arrimaban a los pueblos en busca de gallinas. Los destrozos que hacían eran grandes y las historias para meter miedo lo eran más, fueran ciertas o no).
Dejó caer aquello como una bomba en medio de cinco o seis pequeños y muy impresionables, porque los mayores serían cuatro o cinco y encima no reaccionaron.
Se hizo un silencio de repente...
Miraron con recelo para donde se había indicado...
Claro, la culpa era del ayuntamiento, como siempre, que una bombilla en toda la calle no era mucho que digamos, deja muchos huecos sin iluminar.
Ver, lo que se dice ver, pues que no, no vimos nada, solo las sombras oscuras que estaban sin iluminar en la calle, pero alarmarnos sí que lo hicimos, nos pusimos a cubierto, yo la primera que me metí para casa como un rayo, supongo que a buscar el refugio mío, debajo de la cama.
Siguió un griterío...
El llanto de José Mari, el de Guadalupe, que daba botes del miedo...
Su padre, el señor Antonio, (que ya estaba en la cama durmiendo por aquello que para hacer el pan hay que madrugar), salió asustado a ver qué pasaba...
Mis primo Tito llorando que tiraba de la mano de su madre para irse para casa...
El resto de los niños inmóviles y acongojados del miedo...
¡Se montó la marimorena!
Hasta Chindas, que ya era mayorcito y encima un miedoso, no se atrevía a irse para su casa, el corralillo, porque tenía que pasar por la orilla del callejón de mi tía Fore.
Mi madre que conocía bien las cosas de mi abuela se prestó a acompañarlo hasta su casa.
Total que se formó el jolgorio en la calle, la diversión se acabó y de una forma estrepitosa.
¡Las cosas de mi abuela!
Si es que nos tenían traumatizados a los niños, así estamos oigan.
Menos mal que al menos reponíamos fuerzas con la leche en polvo que nos mandaban los americanos.
Pero eso es otra historia y hoy no hay tiempo para más.










viernes, 19 de abril de 2013

La Fuente de San Esteban

España no lo sabe pero tiene un tesoro
escondido en tinajas de barro,
repletas de ónice, plata y oro
que florecen por el campo charro.

¡Mira si brilla como la plata
bajo la luna el lomo de sus toros bravos!
¡Mira si brilla al sol su espiga dorada
como el oro en sus campos charros!

Castilla parece haber olvidado lo charro,
que alberga ilustres hijos naturales
guardados en tinajas de barro.
genios del arte y del saber a raudales.

¡Mira a esos toreros bizarros!
¡Mira a esos genios del cante!
¡Mira a esos grandes sabios!

Al Tormes y al Yeltes se le ha olvidado
que hay otro agua humilde en sus pastos,
agua silenciosa como surco velado
bajo la dura piel de sus campos.

Mira la Fuentona tan oculta… tan anuente…
que sigue dando generosa su agua.
Agua que da fuerza y latido a su gente
de corazón inquieto y alma ardua.

De ella bebieron los sabios,
y calmó la sed de los grandes,
dando fluidez a esos labios,
haciendo grandes cantantes.

¡Mira a esos toreros bizarros!
¡Mira a esos genios del cante!
¡Mira a esos grandes sabios!

A veces turbias y amargas como el ajenjo
por inquietudes y añoranzas,
a veces tan dulces y apacibles como espejo
en tiempo de bonanzas.

La comarca tiene una piedra preciosa,
ónice, de gracioso andar y torpe trote,
por sus dehesas acampa y hoza
con rabillo retorcido, ibérico y noble.

Salamanca esconde en tinajas
la plata en sus toros
el oro en sus cosechas
y ónice en sus verracos.

¡Ay tus campos batallados!
Tan plagados de cigüeñas,
siendo rico en valores humanos
en ser humilde te empeñas.

Salamanca tiene su arte,
en las venas que la riegan
y en ello tiene gran parte
La Fuente de San Esteban.

¡Ahí queda su arte!





jueves, 18 de abril de 2013

Crónicas de una cazurra III

Soy fuenteña de pura cepa III

No sé si contar esto, lo diré en voz baja para que no lo escuche mucha gente...

(Cuando yo era pequeña iba con mis padres a buscar manzanilla)Sssssss
Ya está, lo dije, es que ahora te meten en la cárcel por coger manzanilla, y con los tiempos que corren ve tú a saber si no ha prescrito el crimen y la hemos liado.
Sí, íbamos a por manzanilla, que ya mi padre, Lorenzo, se había preparado un cajoncito de madera con dientes de metal, -mi padre no, el cajón- para coger las margaritas únicamente y no arrancar el tallo, que apañado mi padre, las poníamos al sol para secarlas y venderlas o para el consumo diario, y ya de camino hacíamos alguna excursión que otra.
Recuerdo con mucho cariño una de las primeras excursiones que mi mente dejó registradas, una excursión con Afro, el de Guadalupe y el señor Antonio el panadero.


Salíamos de casa, en la calle Canal, en el carro de Afro, nuestro vecino, -el carro, para los más modernos no es un coche último modelo, no, era un carro literal, vaya de esos vehículos de tracción animal, como el de Manolo Escobar, pero a lo rústico-.
No recuerdo muy bien si en esa ocasión vino nuestra amiga Rosi, la hija de la señora Rosa, si hombre, aquella mujer de escasa estatura y enorme corazón, a mí me querían mucho las dos, y yo también a ellas.
Las mujeres y los niños íbamos en el carro y los hombres en bicicleta, tampoco es que fuesen muchos, a lo sumo un par de familias y alguno suelto más.
Como para ese entonces comíamos muy sano... pues eso, que mientras unos buscaban manzanilla otros recogían marujas, -mujeres no, es una planta que se cría a donde hay agua y se come como ensalada-.
También ancas de rana, que no veas lo difícil que es cazar las ranas, las ancas son como muslitos de pollo pero en miniatura, a esta comida se le arrimaba un cachito de tortilla y alguna morcilla o longaniza que otra, los más finos y atrevidos se llevaban gaseosa, esa era la bebida de los mozos del pueblo, oiga que ya existía "La Casera", sí, teníamos la fábrica en el pueblo, cerca de la estación, bueno, la fábrica de las cajas de madera de "La Casera".
A lo que íbamos, con el ejercicio de la excursión todo entraba bien, ya lo creo.
Mi padre, que por aquel entonces era un joven bien parecido intentaba coger marujas y se vio en la tesitura de si saltar un regato o rodearlo, se lo pensó poco, decidió saltarlo apoyando una pierna en una roca que estaba en mitad del charco, que con las piernas tan largas que tenía solo tomar impulso y estaría en el otro lado.
¿Están pensando que se mojó?
Ya te digo, hasta las trancas, que lo que pensaba que era una piedra no era tal si no un espumarajo, y claro, al poner el pie lo metió hasta la ingle, se clavó en el fondo, un flamenco parecía.
Ahí tienes al pobre saliendo como los gatos a toda prisa y resbalando, mira a un lado, mira al otro, parece que nadie se ha fijado en el incidente pero... el gracioso de turno, a la hora de la comida, cuando estaban todos juntos va y dice: "Qué, Lorenzo ¿estaba el agua fresquita?"
Ahí tienes a mi padre aguantando el tipo estoicamente para no soltarle un disparate.
Termina la comida, empieza el reposo, y antes de atardecer recogemos para volver a casa. ¿Por qué tan pronto? dirán ustedes, bueno el mulo es un mulo y no corre tanto, el camino es largo y se nos hace de noche y no es plan de andar por esos campos.
Ponemos camino a casa... y claro, que si recoge que nos vamos... Espera que falta fulanito... Un momento, que voy tirar el pantalón... (Que no, que no se despelota nadie, que va a soltar lo que ha comido)
Que yo también voy a evacuar antes de ponernos en camino... Total que la puesta de sol la tenían encima y ahí tienes a Afro arreando al mulo que por algo ya se conocía el camino y sabía que la cosa se ponía fea.
¡Y tanto que se ponía fea!
Tenían que atravesar un campo donde había toros bravos, y ya como era atardecido pues eso, que de frente se encontraron unos y otros, todos para recogerse, y ahí tienes a las mujeres histéricas de pánico.

- ¡Madrita de mi vida, aquí va a pasar algo!

- ¡Afro corre que no lo contamos!

- ¡Afro que no corras tanto que nos están mirando!

- ¡Afro no metas ruido que a ver si se nos arrancan!

Todas nos agazapábamos al fondo del carro, como si los toros nos fuesen a caer encima.
Afro que no habla por no molestar... no sabe si salir en estampida como diligencia perseguida por los indios o pasar despacio disimulando, como si los toros no lo hubieran visto.
Los hombres que iban en bici no sé dónde se metieron que no aparecían, y los toros mirando.
Yo para mí que los toros se estaban mondando de la risa al ver el espectáculo que montamos con el miedo, porque no se arrancaron contra el carro, menos mal, de haberlo hecho se habría montado la corrida del año, - todos corriendo cada uno en busca de una encina a la que subirse- aquello salió bien al final, pasamos sin ningún contratiempo, algún retortijón de barriga que otro, pero nada más.

Al llegar al pueblo nos encontramos con Chindas, que gracioso Chindas, si hasta el nombre lo tenía raro, en toda mi vida no me he topado yo con otro Chindas, excepto el del famoso poema:

"A treinta leguas de Pinto
Y quince de Mamolejo
anda Chindasvinto
construyendo un castillo viejo"
(Poema de Joaquín Abatí: El conde Sisebuto)

Ese es el único que conozco aparte de nuestro Chindas.
Todavía me acuerdo de los golpes graciosos que tenía, recuerdo una mañana que un vendedor de fruta venía voceando por la calle ofreciendo su mercancía:
“¡Muuujeeereeesssss! ¡Arrimaros al camión! ¡Que hoy traigo melocotooones, limoooneees, meeeloooneees!”.
Chindas que lo estaba oyendo no se le ocurre otra cosa que decir:
“¡Todo acaba en ones como co...nes!”.
Si es que no podía contenerse, la vena artística y los chistes le salían a borbotones.
Hablando de nombres raros los de mis tíos: Ubaldo, Sinforiano, Arsenio.
Por aquí donde yo vivo tenemos Tao-Lín, Yesenia Daniela, Bladimir, Mohamed, vamos, lo normal, pero esos nombres de mis tíos era un tanto raros...
Si es que antes no existía eso de la globalización, ni medioambiente, ni cambio climático.
Hablando de medio ambiente a ver si les cuento lo del pino de Navidad, pero eso en otra ocasión, que ya es tarde.

miércoles, 17 de abril de 2013

viernes, 12 de abril de 2013

Crónicas de una Cazura II

Soy fuenteña de pura cepa II

Bueno, que soy de Fuentes ya lo saben, y no es bueno repetir, que con los tiempos que corren es mejor cambiar de tema, a ver si se mejora, y como todo sube, la luz, el agua, hasta la bombona, yo aprovecho la crisis y subo también unos años en los relatos.
Corrían los años sesenta y pico por la Fuente de San Esteban y la crisis en las fábricas de piensos compuestos empezaban a hacer mella, la de la estación andaba dando las últimas boqueadas, faltaba poco para que un incendio acabara con los camiones y la fábrica se cerrara. Taiyo que aún se mantenía en pie no daban cobijo para tanto.
Había que ver a esos humildes obreros con muchas ganas de trabajar y cabizbajos, y sus pantalones azules llenos de remiendos. ¡Qué buenos remiendos! Que para eso las mujeres de antaño se daban buena maña, no sé cómo no se les ocurrió poner fábricas de remiendos y de labores, se hubieran forrado con tan magnífico trabajo, que se ve hoy cada pantalón vaquero... que necesitaría una madre de las de antaño.
Lástima que no patentaran lo de los remiendos, a los que nos fuimos del pueblo por la crisis de estas fábricas otro gallo nos hubiera cantado, ya lo creo.
Bueno a lo que íbamos, yo para ese entonces era una niña, y muy buena, o eso al menos decían mis tías Pili y María Sánchez Bolaños, (e.p.d.), aunque si le preguntamos a mi tía Fore (la mujer de mi tío Manolo, e.p.d. apodado Curro) ella también dice lo mismo, aunque a veces dice que yo era... mala no, un poco traviesa.
Seguro que tiene razón aunque yo no lo recuerdo, como era pequeña...
A ella le toco sufrir mis peripecias, vivíamos puerta con puerta y en el mismo corral, mi casa y su casa era una sola en el principio y daba a dos calles, la calle Canal y la calle Colon, pues eso, juntas.
Tengo que alegar en mi defensa que no todo lo que pasaba era culpa mía, que su hijo Tito, mi primo, también se las traía.
¿Que por qué digo eso? Pues lo digo porque fui testigo y tengo pruebas de alguna pitera que otra.
¡Oye! No había manera de que compartiera los juguetes, no es que yo rompiera los míos más pronto, no, aunque mi madre para aquel entonces me decía destrozona, es que los de mi primo eran más resistentes y le duraban más tiempo. No sé si era por el material con que estaban hechos, que por ser de chicos creo que los fabricaban más resistentes, ya saben que los varones son más brutos, sería por eso.
Cada vez que intentaba tocarle algún juguete me amenazaba y muy en serio:
"Se lo voy a decir a Juan Bimbas", o Juanero, como lo conocíamos todos, para los que no lo conocieron diré que Juanero era un ser especial y alegre, que gustaba de llenarse los bolsillos de proyectiles y enseñárselo a los jovencitos que lo llamaban "Juaneeero", "Juaneero", después salían corriendo que se las pelaban para no ser alcanzados por los proyectiles de Juanero.
¡Oye, cómo corría Juanero! Mira que les daba ventaja a los muchachos pero a más de uno alcanzaría, bueno a lo que iba, con esas palabras conseguía mi primo que dejara sus juguetes en paz.
Tenía un triciclo la mar de chulo, triciclo que cuidaba muy bien y lo aparcaba en su garaje particular, bueno, tenado, entonces se decía tenado, no sé cómo se enteraba, yo “pa” mi que tenía cámaras puestas estratégicamente y bien camufladas, que siempre sabía cuándo yo lo cogía y me ponía a pedalear por el corral, dale que dale. Era más feliz montando en el triciclo... no sé si porque yo no tenía uno o por saber que había burlado la vigilancia de mi primo Tito.
Ya ves tú, el corral que era de tierra y el triciclo de ruedas de hierro con asiento de madera, pues eso, que aquello para moverlo había que tener la fuerza de Urtain por lo menos.
Mi primo es muy bueno pero cuando se calentaba... Que todavía me acuerdo del porqué de mi pitera.
Verás, teníamos una abuela en común, Aurora, la pobre estaba en una silla de ruedas, oye, qué chulada de silla, creo que mi padre, Lorenzo, hizo el diseño, y si no recuerdo mal creo que fue Heli el herrero quien la soldó, eso sí mi padre que para ese entonces ya mostraba dotes de manitas arreglalotodo se la tuneó pintándola de verde... un verde... un verde raro, yo “pa” mi que era para que le hiciera juego con la parra que había en la puerta del corral y en la que mi abuela solía dormitar, la pobre a sus no llegaría a sesenta años ya andaba medio senil, - ahora que caigo, a mí me faltan uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis años y ni una mala parra tengo para mí senilidad- qué mal.
Me tendré que conformar con un geranio que tengo en el balcón, en fin que mi abuela dormitaba bajo la parra dando la espalda a la casa de mi primo y sintió que alguien le tiraba de los pelos, bueno alguien pudiera pensar que la moñearon, a juzgar por los gritos y el llanto de la pobre, y claro dormitando no vio quién se le acercaba, cuando se percató el-la culpable de que se había pasado con los tirones el-la culpable ya había desaparecido. A los gritos y el llanto de la pobre de mi abuela acudió raudo alguno de mis tíos preguntando quién le había hecho tal fechoría, mi abuela que apenas articulaba bien las palabras con eso de la vejez pues que no iba a decir “En-ri-que”, ni “To-ñi-to”, ni “Ma-ri-Pi-li”, la mujer sin saber quién se lo hizo dijo: “Ti-to”. Claro es más fácil decir Tito, todo hay que comprenderlo.
A mi tío Manolo le faltó tiempo para darle una palotea a mi primo Tito, poooobre, el llanto no le dejaba ni respirar, hipando y con el corazón encogido, rojo, rojo como una granada hizo un esfuerzo para decir: "que, que, que yo no, no, he si, sido, que, que ha si sido Ma, Mari Pi, Pili"
No se cómo me entere de todo el barullo formado, porque yo ya estaba escondida debajo de la cama cuando mi tía Fore fue en busca mía, menos mal que mi madre, Pepa, que era muy previsora ya había cambiado las camas antiguas de antaño, aquellas de hierro tan altas que para subirse en una había que poner una escalera o en su defecto una silla, por otras de aluminio más bajitas, como mi tía no pudo agacharse tanto para agarrarme... pues eso, que aquello se le pasó pronto, menos mal.
No se crean que aquello se terminó, no, un día mi tía le dice a mi madre: Pepa, si viene el lechero cógeme dos litros de leche y me los cueces para que no se estropee, que yo estaré haciendo moritos en la panadería de Guadalupe, y no llego hasta la tarde.
Cogió mi madre la leche y la coció, ya lo creo. Pero ¿a quién se le ocurre dejar la cazuela al alcance de los niños? Me faltaron dedos para quitarle la nata.
¡Cómo entraba la nata, tú!
Y con el olorcito del limón de los moritos que se hacían en la panadería del señor Antonio y de Guadalupe, que la teníamos a un paso. ¡No veas!
Pues eso, que entre unas cosas y otras mi primo me la tenía guardada. Una de las veces que salía por la puerta del corral le oí decir a mi primo Tito a voces: ¡Madre que voy a la calle, que voy a jugar con mi amigo Arturo! Me dije para mis adentros, "esta es la mía, que con Arturo ya se sabe, hasta que no oscurezca no vuelven".
Pues eso, que andaba yo en nuestro corral triciclo para arriba y triciclo para abajo tan tranquila, disfrutando del triatlón que hacía, una vez bajaba la cuesta pedaleando, luego la subía con el triciclo al cuadril y cuando me cansaba la llevaba empujando; Tan distraída andaba que no vi que la puerta se abría, y llego mi primo Tito, por la puerta del corral, mira que había puertas para entrar, pues nada, por la del corral, y claro me pilló infraganti, me faltó tiempo para abandonar el juego y salir corriendo corral abajo hasta la puerta de mi casa, no sé cuántos metros habría de distancia, pero por el rabillo del ojo iba mirando de cuando en cuando por si me seguía y poder pedir auxilio antes de que me cayera una somanta de palos, pues no, vi a mi primo haciendo como karate kid, una postura de los más raro, me quede mirándolo como subía el brazo derecho y lo doblaba a la altura de la oreja y como elevaba la pierna contraria flexionándola a la vez por la rodilla, me quedé que como el de Matrix, lo veía a cámara lenta, venía hacia mí un proyectil tan aprisa y con tanta precisión que hizo impacto en mi frente y ¡Cataplún! al suelo, una pitera en toda la frente, qué puntería.
Si llegamos a estar en tiempos de los judíos y los filisteos sería la historia de David y Goliat.
Lo normal, al impacto tan fuerte le siguió el llanto, yo pensaba en la palotea que le iban a dar, si con mi abuela funcionó conmigo también, pensaba yo, que a pesar de estar dolida y sangrando no estaba yo en el tema, más bien estaba en los palos que le iban a dar a mi primo Tito.
¿Creen que se formó un barullo? Que entre cuñadas que viven puerta con puerta ya se sabe, por aquello de que tu niño... Mi niña... La culpa... Pues anda que tu... Pues mira que...
¡Nada, no pasó nada!
Me equivoqué, mi madre me dijo: "Algo le habrás hecho, no te está mal empleado, así dejas de andar enredando"
Mi tía Fore dijo: "Ya te lo dije, que no le tocases el triciclo al Tito"
Tito era Tito, yo creo que si le han dado hoy día el trabajo en el pueblo vecino de poner en hora el reloj es por la precisión que tiene en las manos.
Pero claro, yo lo que quería era jugar, que mi hermana Rori hacía poco que había nacido y estaba aún con las vendas de las momias puestas, mira que le ponían trapos y picos y mantas y líos a los pobres bebés, con tanto trapo y atadura no les quedaba más remedio que dormir o llorar, que por cierto, para arrancar a llorar mi hermana era muy mala, se agarrotaba conteniendo la respiración... morada se ponía, y ahí tienes a mi padre con el cubo de agua preparado por si había que tirárselo por encima. El pooobre, que sustos le daba, que eso es lo que el médico le dijo: Lorenzo, cuando veas a la niña ponerse azulada viértele agua por encima, que se le quita.
Pero eso es otra historia muy larga y hoy no hay tiempo de contarla.



lunes, 8 de abril de 2013

La cigüeña

Ave de grácil figura,
de andares de señorita,
llena de gracia infinita,
y alas de gran envergadura.

Con bravura surca el mar,
con ternura acaricia el suelo,
con gracia adorna el cielo,
virtuoso y eterno es su amar.

Quien te puso el nombre
Fiel y Leal bien te conocía,
reina del cielo, y cual profecía
das tiempos y sazones al hombre.

En torres altas anida,
en altos campanarios,
individuos gregarios,
dualidad bien avenida.

Retornan a su nido olvidado,
crotorando y clamando al cielo,
cuello alzado, amor eterno,
de sonoro cortejo anunciado.

Esposa fiel, dócil señora,
menesterosa de limpio plumaje,
que vuela sin mapa ni equipaje,
al par de su dueño que adora.

Viajera asidua e incansable
de eterno otoño y primavera,
y cual velero de Espronceda
navega y surca el aire indomable.

Con bravura surca el mar,
con ternura acaricia el suelo,
con gracia adorna el cielo,
virtuoso y eterno es su amar.

Es tu marcha más dolida y helada
que los fríos que acaecen en invierno.
Es más penosa y afligida que un infierno
el ver vacía y lúgubre tu morada.

Aún nos queda la esperanza
de volver a verte compañera
escarbando otro año sobre la era
mitigando así nuestra añoranza.



domingo, 7 de abril de 2013

Crónicas de una cazurra


Soy fuenteña de pura cepa aunque tenga trazas de Andalucía.
Ya saben, como las conservas donde dice:

Ingredientes: Salmantina, charra, de La fuente de San Esteban, cazurra de pura cepa.
Y en conservantes: puede contener trazas de andaluza, boquerona de adopción para más seña.
Quiero contar una anécdota, una hipérbole, que ocurrió en La Fuente de San Esteban hace mucho, mucho tiempo, allá por los años cincuenta.
Qué barbaridad ¿tanto ya?
¡Si por ese entonces yo no había nacido!
Me la contó mi tía Fore (Esposa de Manolo, curro, que en paz descanse)
Si en algo he exagerado la historia pido disculpas, ya se sabe, Andalucía atrapa y más en los relatos que contamos.
Como iba diciendo:
Por aquellos años, los cincuenta, en los que la guardia civil patrullaba en bici o andando y la luz de las calles se limitaba a una bombilla con una especie de plato boca abajo que colgaban de una cornisa, eso sí, se ponía estratégicamente en una esquina para que diese luz a cuatro calles a la vez, un montón de cables a modo de serpentina pasaban de casa en casa que abastecían a los hogares, unos interruptores de cerámica en la pared a los que había que darles “un pellizco” o una pera enroscada a la cabecera de la cama, esa era toda la instalación de luz que teníamos.
¡Benditos tiempos! ¡Qué recuerdos!
No había agua corriente, una tinaja que se llenaba de cuando en cuando a base de cántaros, y se recogían de la única fuente para todo el pueblo, eso era toda el agua corriente.
Que necesitabas agua en las comidas... el jarrillo de lata que se llenaba de la tinaja.
Que tenías que lavarte... la jarra de porcelana y la palangana.
Que necesitabas para fregar... un bañito de lata con agua limpia para los platos, si era para el suelo... aprovechabas el agua de la palangana.
¡Eso era ahorrar! ¡Sí señor!
El agua de la lluvia era magnífica para lavar la ropa, se recogía en un bidón puesto debajo de un canalón.
¡Qué recuerdos!
Las mujeres de pañuelo en la cabeza y con sus eternos lutos, los hombres muy formales y con boinas negras.
¡Qué tiempos!

Bueno a lo que iba:
En aquellos tiempos las mujeres eran muy cumplidas, no es que ahora no lo sean, pero daba gusto ver a nuestras madres y abuelas yendo a la casa del festejo para dar la enhorabuena o del duelo para el pésame, tan recatadas... Tan serias... Tan agarraditas del brazo y conversando en voz moderada...
¡Qué majas!
Pues eso, que fueron algunas mujeres, entre ellas mi tía Fore, de visita, a ver a una conocida, quizás para una visita de cortesía, quizás para dar un pésame, no lo recuerdo bien, el caso es que viendo que el tiempo auguraba agua, (solo había que mirar al cielo para saberlo, que por aquel entonces no había telediarios indicándolo, si acaso una radio y el que podía permitírsela) se apresuraron éstas para ir y volver antes de que la tarde se cerrará y empezará a llover.
Con pasos firmes y charla entretenida llegaron a la casa en un santiamén, todo hay que decirlo, el pueblo era pequeño y si corrías te salías de él sin darte cuenta, vamos que te encajabas en los huertos o en la estación.

Llegaron a la casa...
Llamaron con moderación...
Un saludo cordial a la anfitriona...
- Pasa, pasa, anda maja... Pues mira que... Con el tiempo como se está poniendo mira que molestaros en venir...

Entran todas atentas a las indicaciones de la dueña, por si indica hasta donde pueden pasar de la casa, y se las lleva hasta la cocina en la que hay una mesa camilla, como son de confianza es el lugar más idóneo, además tiene la copa del brasero encendida y removiendo el cisco con el badil se sentaron todas al calor de la mesa.
En la casa estaba un hijo llamado Atilano, al ver que llegaba visita femenina se alzó apresurado de la silla para recibir educadamente al personal, y disculpándose se retiró alegando que tenía menesteres que atender dejando paso a las señoras que supuso que estarían más cómodas sin su presencia, y aprovechó para salir a tomar unos vinos a la plaza.

- Madre que voy a ver a uno del trabajo, ahora vuelvo.

-¿Dónde vas a estar? -dice la madre-

- No sé, a donde Abilio o Jorreto o Angelita la burrera. -dice Atilano-

- Ponte algo por encima que parece que va a llover. -dice la madre-

- Voy ahí mismo, con la chaqueta me vale. -dice Atilano-

Se coloca una chaqueta por encima, se despide amablemente, sale hurgando en los bolsillos en busca de su tabaco picado, caldo gallina, y cerrando la puerta tras de sí empieza a preparar para hacerse el cigarrillo.
Entre tanto en la casa se quedan las mujeres enfrascadas en su charla, que si come una perronilla… Que no cojas moritos que se han puesto un poco duros que son del corpus pasado… Que si quieres un anís... Anda hija arrímate al brasero que te calientes... Que no me puedo arrimar mucho que luego me salen cabrillas...

En esas andaban cuando un relámpago hizo acto de presencia iluminando la estancia, enmudecieron de repente como si esperasen algo más, y apareció, ya lo creo que apareció, le siguió el inevitable trueno haciendo que a más de una se le escapase un grito del mismo susto que se llevó.

-¡Dios bendito! -dijo una-
¡Madrita, que susto nos ha dao! -dijo otra-

Alguna se santiguaba en señal de protección viendo la virulencia de la tormenta.
Se quedaron en silencio de repente, a la espera de que si lo siguiente era el aguacero mal lo llevaban pero...
¡Oye! Con tan mala fortuna, que en el desván, un jamón mal colgado, y al estallido del trueno, debió de aflojar la alcayata medio mal puesta, y cayendo éste sobre el suelo de madera metió tal ruido que acabaron las mujeres asustadas pensando que alguien andaba por el desván.

- ¿Quién andará por el desván? -pregunta una-

- Nadie, si estamos solas -dice la anfitriona-

-Mira que sí han entrado a robar... -dice otra-

- Anda, anda, quita, ¿quién va a entrar?-dice la anfitriona-

- Mira que yo he oído que robaron el baúl de la iglesia con las ropas de la virgen y lo encontraron en la estación lleno de uñas y sangre porque no pudieron abrirlo. -comenta otra-

- ¡A que ton van a venir! Amos anda, aquí no hay nada que robar, espera que cando la puerta y así estamos más tranquilas.
El chaparrón empezó con fuerza pegando contra los cristales y como si fuese lo siguiente que esperaban se relajaron un poco comenzando a hablar de nuevo.
El aguacero parecía no tener respiro, era como si en todo el año no hubiese caído ni gota.
¡Oye, qué aguacero!
¡Las gotas como boinas de nuestros abuelos!
En poco rato ya tenían los charcos y barrizales de costumbre, como las calles no estaban empedradas... Y mucho menos asfaltadas... Vamos que ni un cacho de acera para no pisar barro.
Era tan molesto eso que provocaba que los viandantes anduviesen por las calles dando saltitos y esquivando el barro. ¡Ni que estuviesen jugando al ajedrez!
A todo esto seguía tronando, las mujeres paraban de hablar a cada relámpago, tan sólo rompían el silencio cuando el trueno terminaba de petardear.
Se decían mirándose unas a otras:

- ¡Huy madrita! ¡Cómo se está poniendo la tarde!

- Ahora no podemos salir

- Bueno bueno, como vas a salir con este aguacero, deja que escampe un poco.

El siguiente trueno repitió en fuerza y estallido, tanto o más que el primero, eso hizo que la poca luz de la que disponían acabase por fundirse tanto de la casa como de la calle, ni fusible ni nada que arreglar, a esperar con la tenue luz de una mariposa, la intranquilidad y el miedo iba anidando en el semblante de las mujeres, que inquietas empezaban a pensar que la cosa se iba a alargar más de la cuenta.

Afuera, en la calle, Atilano no había llegado un poco más allá de la esquina, como se había entretenido liando el cigarrillo... pues le pillo que las primeras gotas le mojaban la picadura y el papelillo, y obligándolo a refugiarse debajo de un tejado para poder defender su vicio... pues eso, que le cayó el diluvio y encima, se vio sin luz para moverse con seguridad y con una oscuridad absoluta por la tormenta, pensando que se va a poner calado y que no ve por dónde anda decide darse la vuelta para casa.
No hace más que dar zancadas para evitar el chaparrón profuso y los charcos que se estaban formando, claro con sus pinreles del cuarenta y cinco hacia un ruido de chapoteo que se podía escuchar dentro de la casa, las mujeres al percatarse de que alguien corría hacia ellas pusieron toda su atención a ver quién entraba olvidando que la puerta estaba candada.
Empuja Atilano la puerta para entrar a toda prisa y choca de golpe contra ella, se percata que no puede entrar... el cigarro en la comisura de la boca que medio se quema.... que medio se le cae al suelo... que sí se quita las chispas de la barbilla y de la ropa... le impide llamar a su madre a voces para que le abra deprisa... aporrea la madera con ímpetu para que le abran rápido que se estaba calando… y estas que estaban esperando a oír quien era el que entraba olvidando el tranco de la puerta más se asustaron y empezaron a gritar, cuanto más gritaban ellas más aporreaba Atilano para que le abrieran, cuanto más aporreaba la puerta más gritaban ellas.

- Bueno bueno, no siento más, a qué tanto grito, parece que están todas bobas. -pensaba Atilano-

Viendo que no conseguía nada se cubre la cabeza con la chaqueta que aún estaba puesta sobre su cuerpo, se va a la parte trasera de la casa, por el corral, a donde hay otra puerta para poder entrar...
A esto que las mujeres muertas de miedo por los golpes bruscos y que no contestaba nadie a la voz de ¿quién anda ahí? se pusieron a resguardo, mariposa en mano, para huir por el corral si era necesario.
Claro, Atilano a toda prisa, la cabeza gacha atrapada con la chaqueta... Los hombros subidos por la tirantez de los sobacos... El cigarro chisporroteando... Dando zancadas largas... No tardó en darse de bruces con las mujeres que no paraban de gritar, viendo ellas que aquello se les acercaba, aquella figura deformada y sin cabeza, echando humo y chisporroteando... Fue el remate final para se formara la que se formó.
¡Un ataque de histeria, oigan!
Una vez calmados los nervios empezaron las risas nerviosas y los reproches.
Que si impavante...
Que si serán bobas...
Que te vas a enterar cuando venga tu padre...
El tío bobo, el susto que nos ha dao…
A qué ton viene esto…

Yo para mí que las gotas que había en el suelo del pasillo no todo era agua de la tormenta.

Y hasta hoy aquello se quedó de anécdota para contar a los sobrinos y nietos, son cosas que pasan en nuestro querido pueblo:
¡La Fuente de San Esteban!

jueves, 7 de marzo de 2013