martes, 30 de abril de 2013

Crónicas de una Cazurra V



Allá por los años sesenta y cinco o sesenta y seis yo tenía una amiga llamada Angelita (de apodo Angelita la burrera), como tenía que pasar por su puerta para ir al colegio solía ir a buscarla, me maravillaba ver a su abuela sentada en una silla mientras peinaba a Angelita que estaba de pie, le hacia la raya al medio, mojaba el peine en agua, le desenredaba su larga melena, la mujer tenía una palangana con agua que mojaba sus manos para hacerle las largas trenzas, terminaba el pelo con una doblez hacia arriba en las puntas y ponía una gomilla al final.
Aquello era una maravilla de trenza, sí señor.
Mira si la peinaba bien que salíamos del colegio y seguían impecables sus trenzas.

Allá que íbamos las dos con un cabás, un plumier y la taleguilla de tela con el vaso para la leche.




A mí el colegio me gustaba, pero lo que más me gustaba era la hora del recreo, no por el juego, no, era por la leche que nos daban a los niños, (no la leche de pegarnos, que también nos daban “capones” con los nudillos o bien” palmaditas” con la regla) era leche en polvo riquísima.
Algunas veces hasta podíamos repetir.
Aunque yo era pequeña me enteré de dónde venía ese producto, nos la regalaban los americanos por aquello de la deficiencia nutricional por culpa de la posguerra.
Parece que un tal “Curro” que mandaba en toda España aceptó leche en polvo y queso de los americanos a cambio de sentar las bases, yo lo de las bases no lo entendí, no sabía si eran bases para concursos o qué, en fin, que yo la leche si la caté pero el queso ni lo vi.
Las madres, que en eso de labores eran muy apañadas, nos hacían una taleguilla de tela y nos metían un vaso de lata o plástico dentro, las más pudientes llevaban Cola Cao en su vaso, no es que en mi casa no se pudiera, lo que ocurre es que de haberlo puesto, en mi caso, habría terminado esparcido por la taleguilla.
Es que de despistada tenía un rato.
Hubo un tiempo que nos pidieron los maestros que nos comprásemos unas zapatillas blancas de loneta, camiseta y pantaloncito blanco, empezábamos a hacer gimnasia en el cole, a mí no me lo compraron, o sea que estaba vetada en eso de la gimnasia, pero mi curiosidad por ver qué se hacía en eso de la gimnasia era grande, al medio día cuando terminaba la clase unos hacían su gimnasia y otros se iban a casa.
Un día me quede a ver cómo era eso de la gimnasia, así que me puse la última de la fila, para que no me pudieran ver y no me expulsasen.
Digamos que aquello no me entusiasmo, pusieron a los niños y niñas en dos filas, pegados a ambos lados del pasillo, a la voz de "ar" un saltito, piernas abiertas y brazos en cruz, otro "ar" piernas cerradas y brazos arriba palma con palma, después de tres o cuatro "ar" yo ya me aburría, menos mal que el maestro dijo que tocaba andar a paso ligero, menos mal, cambiábamos de tema.
Paso ligero no era, aquello era un atropello de pisotones de talones, como iban pegados a la pared en un pasillo rectangular… pues eso que no daba mucho de sí, en fin que me fui a casa a comer.

Primero la regañeta por haber tardado tanto en llegar y segundo garbanzos con arroz o arroz con garbanzos para comer, cosa que no me gustaba, de segundo filetes, unos filetes enormes, de una cuarta de largo por cuatro dedos de ancho, qué ricos los filetes, lo mejor era la corteza durita que tenían por la parte de arriba que crujía y se desmoronaba en la boca, bueno algunas veces, otras estaba como goma de mascar y duraba un montón en la boca masca que te masca, como el chicle, oigan.
Mi primo Tito, cuando comía en mi casa, a la hora de los filetes se ponía taquicárdico perdido, no había manera de que los tragase.
Mi padre le obligaba a que se los comiera, menos mal que yo ya lo sabía y me ponía a su lado a la hora de comer, mientras él hacia como que se los comía yo por debajo de la mesa recogía lo que escupía disimuladamente y lo envolvía en una rodilla (paño de cocina) al acabar me iba al corral y se lo echaba a las gallinas.
No vean qué contentas se ponían con los filetes, venían todas corriendo; una vez se puso una gallina a cacarear de forma diferente, yo dije: Esta pobre se nos muere.

Mi madre que conocía el idioma de las gallinas me explicó que eso era porque la gallina estaba clueca, o sea que iba a incubar huevos para que naciesen pollitos.
Y nacieron pollitos, si señores, preciosos pollitos amarillitos, pero más fastidiosos que no veas, no había vez que jugando en mi corral no pisase uno, si es que estaban por todas partes, me daba la vuelta y ya tenía uno debajo, bajaba la cuesta del corral con el triciclo robado de mi primo y ya se me cruzaba otro, y claro la culpa era siempre mía, no de los pollitos, que eso decía mi madre.
Un día le pregunté a alguien, no recuerdo a quién, que si las gallinas eran rojizas oscuras... ¿por qué los pollitos salían amarillos?
Contestación: Porque son pequeños y en cuanto crezcan y sean gallinas serán como sus madres.
Yo que era preguntona para ese entonces dije: ¿qué hay que hacer para que crezcan?
Contestación: Esperar.
Yo que no me quedaba satisfecha seguía: Pero... ¿hay que esperar mucho? ¿Dónde van para crecer?
Miró para un lado, miró al otro, resopló, y dice: mira, los pollitos se van detrás de aquella escombrera, pasa un rato sale hecho gallina y ya está.
¡Por finnnnnnnnnnnnnnnnnn!
Me dio la solución a mis pesares con los dichosos de los pollitos.
Agarré un pollito me fui a la escombrera que era el sitio adonde se tiraban las cenizas de los braseros... ¿...? No había sitio para ponerlos detrás, quizás se confundió y quiso decir dentro, que para ese entonces no había televisión con Barrio Sésamo con eso de: “Detrás delante, arriba abajo, lejos cerca”.
A sí que lo tiré dentro de las cenizas, parece que se puso contento porque no paraba de piar y mover las patitas y las alitas y poco a poco se enterró.
Esperé, esperé y no salía la gallina, pensé que sería como con los gusanos de seda que tardan en salir de los capullos, viendo que el proceso tardaba decidí marcharme y volver al día siguiente.
Volví al otro día y nada, puse un nuevo pollito a ver si aquello estaba fallando, hasta tres pollitos puse y nada; una de esas mañanas veo a mi madre mirando al cielo, viene mi padre y le dice: Lorenzo, los pollitos están desapareciendo.
Cuando le iba a decir que estaban en el proceso de hacerse gallinas mi padre se pone mirando también al cielo y va y dice: Eso va a ser el milano que se los lleva.
¡Maldito milano! Y yo esperando a ver el cambio de pollito a gallina y viene el bicharraco y se los lleva, nada que no conseguí ver el proceso.
En fin, que así pasaron los días, hasta que llegó la moda de las jaulitas para grillos, pero bueno eso es otra historia y hoy ya no hay tiempo.




lunes, 29 de abril de 2013

Mil primaveras

Soy persona inexistente
voceando en el desierto,
bajo el sol sin hacer sombra
voy, hoja seca de otoño
que vuela a lugar incierto,
norte, sur, indiferente.


Soy pasto quemado en fuego,
soy neblina disipada,
vivo a tu lado, contigo,
no me miras, nada tengo,
soy mujer desconsolada,
muy perdida, sin apego.

Voy por el mundo pasmada,
nada que dar ni ofrecer.
Rama tronchada y ajada
por el peso del invierno,
fría, calada para arder
como una hoguera apagada

Si alguna vez tú me vieras
perdida en el laberinto
de esta existencia agitada,
sonríeme, y quizás halle
un horizonte distinto:
Nacerán mil primaveras.

martes, 23 de abril de 2013

Crónicas de una cazurra IV




Por los años sesenta y dos, y digo esos años porque antes yo no tenía conciencia de nada, vamos que hacía tres años que había nacido, en el pueblo ya teníamos un sistema de recogidas de basura, sí, teníamos un señor que recogía las basuras, que si no recuerdo mal se llamaba Avelino (si me equivoco corríjanme ).
No sé bien si era productivo su trabajo, permítanme que lo dude, me explico, que digo yo que con los apuros económicos que andábamos pasando en Fuentes y con los animales domésticos que casi todos teníamos en casa, unas gallinitas, o algún conejo, algunos tenían un cerdito, y vacas los que disponían de sitio y recursos, que eran los menos, pues eso, que las sobras, que encima eran pocas, se las echaban a los animales, y si encima añadimos que el pan, la leche, y algunos alimentos más que carecían de envases, no sé qué se llevaría ese hombre.
Por no tener no teníamos ni bolsas de basura, un cubo de metal pealo y mondao le dábamos al basurero que lo vaciaba en el carro directamente. - Carro de madera de tracción animal, como el de Afro pero más pequeño-.
Ahora que caigo, si no teníamos agua corriente...
Tampoco teníamos retrete...
¿Qué hacíamos con los deshechos?
¡No!
¡Imposible!
No creo.
¿No?
¿...?
Bueno, en mi casa teníamos un corral, allí ibas y cuando terminabas cerrabas la puerta al salir y desaparecía, ¿...?
Si es que éramos más ecológicos y mirábamos más por el medio ambiente.



Mira si por no gastar recursos naturales ya economizábamos hasta en agua, sí, nos bañábamos una vez por semana, no es que fuésemos poco higiénicos, no, es que no disponíamos de duchas, ni de bañeras, ni gel siquiera, bueno miento, el champú del pelo era "Sindo" y no venía en litro, a mi casa llegaba en una especie de rombo plastificado que nos daba para dos usos, eso para el pelo, para el cuerpo jabones caseros la mayoría de las veces, y la famosa pastilla de "Magno", que olían a gloria, sacábamos un barreño de zinc que poníamos en mitad de la cocina, una olla grande de agua hirviendo y otra de fría y ese era todo el baño.
Además, de haberlo hecho más a menudo, lo del baño, no habría ropa suficiente para cambiarnos, tengan en cuenta que los recursos eran escasos, y nuestras madres no disponían de lavadoras, un pilón de agua y una tabla de madera y raca, raca, raca, a enjabonar, a solear para quitar las manchas, regarla para que no se vuele y siga su proceso, a aclarar y tender.
Por cierto, los zapatos era otra cosa, duraban massssss, ¡ufffffff!, cómo duraban, el tío de mi madre, Vicente "Zapatero" (e.p.d.) el marido de tía Sofía, nos arreglaba los zapatos que comprábamos, -matrimonios como ese pocos, oigan, de unidos y longevos-.
¿Se acuerdan de Cipriano el Zapatero? (e.p.d). Tenía una zapatería, allí en Fuentes. Ese fue el culpable, sí señor, el culpable de mi afición a leer cuentos y cómics, ya lo creo, solía regalar unos cuentos pequeñitos, vamos que me cabían en la palma de la mano, cada vez que me comprábamos un par de zapatos. Lástima que durasen tanto aquellos zapatos. Con lo que yo me esforzaba para recibir otro cuento, oiga, que ni me dio tiempo para hacerme una colección.
¡Qué tiempos!
En lo que nos entreteníamos los niños era jugando en la calle hasta que los padres al atardecer nos metían para casa, si era verano nos sentábamos en el rebate de la puerta con algunos vecinos y a charlar, si las abuelas intuían que las conversaciones pasaban a mayores nos obligaban a entrar para la casa.
Eso pasó una noche que estábamos todos los niños aún en la calle canal, estaban Guadalupe la panadera y su hijo José Mari, mi tía Fore y mis primos Tito, Toño y Enrique, (curros), mi madre Pepa, mi abuela Aurora y yo, alguno más de los vecinos de la calle, quizás Arturo, y Chindas que este no faltaba en todos los tinglados, era muy querido y apreciado Chindas.
Pues eso, que la conversación de entretenida que estaba pasó a chistosa, y ya conocemos a Chindas con sus chistes, empezaban a subirse de tono, mi abuela que intuía que no iba a parar la cosa no sabía cómo disolver tal chiquillería y no se le ocurre otra cosa que decir:
- " He visto pasar a la loba, y no viene sola, que viene con el lobo, por el callejón de Fore". (Para entonces los lobos proliferaban por esos campos y se arrimaban a los pueblos en busca de gallinas. Los destrozos que hacían eran grandes y las historias para meter miedo lo eran más, fueran ciertas o no).
Dejó caer aquello como una bomba en medio de cinco o seis pequeños y muy impresionables, porque los mayores serían cuatro o cinco y encima no reaccionaron.
Se hizo un silencio de repente...
Miraron con recelo para donde se había indicado...
Claro, la culpa era del ayuntamiento, como siempre, que una bombilla en toda la calle no era mucho que digamos, deja muchos huecos sin iluminar.
Ver, lo que se dice ver, pues que no, no vimos nada, solo las sombras oscuras que estaban sin iluminar en la calle, pero alarmarnos sí que lo hicimos, nos pusimos a cubierto, yo la primera que me metí para casa como un rayo, supongo que a buscar el refugio mío, debajo de la cama.
Siguió un griterío...
El llanto de José Mari, el de Guadalupe, que daba botes del miedo...
Su padre, el señor Antonio, (que ya estaba en la cama durmiendo por aquello que para hacer el pan hay que madrugar), salió asustado a ver qué pasaba...
Mis primo Tito llorando que tiraba de la mano de su madre para irse para casa...
El resto de los niños inmóviles y acongojados del miedo...
¡Se montó la marimorena!
Hasta Chindas, que ya era mayorcito y encima un miedoso, no se atrevía a irse para su casa, el corralillo, porque tenía que pasar por la orilla del callejón de mi tía Fore.
Mi madre que conocía bien las cosas de mi abuela se prestó a acompañarlo hasta su casa.
Total que se formó el jolgorio en la calle, la diversión se acabó y de una forma estrepitosa.
¡Las cosas de mi abuela!
Si es que nos tenían traumatizados a los niños, así estamos oigan.
Menos mal que al menos reponíamos fuerzas con la leche en polvo que nos mandaban los americanos.
Pero eso es otra historia y hoy no hay tiempo para más.










viernes, 19 de abril de 2013

La Fuente de San Esteban

España no lo sabe pero tiene un tesoro
escondido en tinajas de barro,
repletas de ónice, plata y oro
que florecen por el campo charro.

¡Mira si brilla como la plata
bajo la luna el lomo de sus toros bravos!
¡Mira si brilla al sol su espiga dorada
como el oro en sus campos charros!

Castilla parece haber olvidado lo charro,
que alberga ilustres hijos naturales
guardados en tinajas de barro.
genios del arte y del saber a raudales.

¡Mira a esos toreros bizarros!
¡Mira a esos genios del cante!
¡Mira a esos grandes sabios!

Al Tormes y al Yeltes se le ha olvidado
que hay otro agua humilde en sus pastos,
agua silenciosa como surco velado
bajo la dura piel de sus campos.

Mira la Fuentona tan oculta… tan anuente…
que sigue dando generosa su agua.
Agua que da fuerza y latido a su gente
de corazón inquieto y alma ardua.

De ella bebieron los sabios,
y calmó la sed de los grandes,
dando fluidez a esos labios,
haciendo grandes cantantes.

¡Mira a esos toreros bizarros!
¡Mira a esos genios del cante!
¡Mira a esos grandes sabios!

A veces turbias y amargas como el ajenjo
por inquietudes y añoranzas,
a veces tan dulces y apacibles como espejo
en tiempo de bonanzas.

La comarca tiene una piedra preciosa,
ónice, de gracioso andar y torpe trote,
por sus dehesas acampa y hoza
con rabillo retorcido, ibérico y noble.

Salamanca esconde en tinajas
la plata en sus toros
el oro en sus cosechas
y ónice en sus verracos.

¡Ay tus campos batallados!
Tan plagados de cigüeñas,
siendo rico en valores humanos
en ser humilde te empeñas.

Salamanca tiene su arte,
en las venas que la riegan
y en ello tiene gran parte
La Fuente de San Esteban.

¡Ahí queda su arte!





jueves, 18 de abril de 2013

Crónicas de una cazurra III

Soy fuenteña de pura cepa III

No sé si contar esto, lo diré en voz baja para que no lo escuche mucha gente...

(Cuando yo era pequeña iba con mis padres a buscar manzanilla)Sssssss
Ya está, lo dije, es que ahora te meten en la cárcel por coger manzanilla, y con los tiempos que corren ve tú a saber si no ha prescrito el crimen y la hemos liado.
Sí, íbamos a por manzanilla, que ya mi padre, Lorenzo, se había preparado un cajoncito de madera con dientes de metal, -mi padre no, el cajón- para coger las margaritas únicamente y no arrancar el tallo, que apañado mi padre, las poníamos al sol para secarlas y venderlas o para el consumo diario, y ya de camino hacíamos alguna excursión que otra.
Recuerdo con mucho cariño una de las primeras excursiones que mi mente dejó registradas, una excursión con Afro, el de Guadalupe y el señor Antonio el panadero.


Salíamos de casa, en la calle Canal, en el carro de Afro, nuestro vecino, -el carro, para los más modernos no es un coche último modelo, no, era un carro literal, vaya de esos vehículos de tracción animal, como el de Manolo Escobar, pero a lo rústico-.
No recuerdo muy bien si en esa ocasión vino nuestra amiga Rosi, la hija de la señora Rosa, si hombre, aquella mujer de escasa estatura y enorme corazón, a mí me querían mucho las dos, y yo también a ellas.
Las mujeres y los niños íbamos en el carro y los hombres en bicicleta, tampoco es que fuesen muchos, a lo sumo un par de familias y alguno suelto más.
Como para ese entonces comíamos muy sano... pues eso, que mientras unos buscaban manzanilla otros recogían marujas, -mujeres no, es una planta que se cría a donde hay agua y se come como ensalada-.
También ancas de rana, que no veas lo difícil que es cazar las ranas, las ancas son como muslitos de pollo pero en miniatura, a esta comida se le arrimaba un cachito de tortilla y alguna morcilla o longaniza que otra, los más finos y atrevidos se llevaban gaseosa, esa era la bebida de los mozos del pueblo, oiga que ya existía "La Casera", sí, teníamos la fábrica en el pueblo, cerca de la estación, bueno, la fábrica de las cajas de madera de "La Casera".
A lo que íbamos, con el ejercicio de la excursión todo entraba bien, ya lo creo.
Mi padre, que por aquel entonces era un joven bien parecido intentaba coger marujas y se vio en la tesitura de si saltar un regato o rodearlo, se lo pensó poco, decidió saltarlo apoyando una pierna en una roca que estaba en mitad del charco, que con las piernas tan largas que tenía solo tomar impulso y estaría en el otro lado.
¿Están pensando que se mojó?
Ya te digo, hasta las trancas, que lo que pensaba que era una piedra no era tal si no un espumarajo, y claro, al poner el pie lo metió hasta la ingle, se clavó en el fondo, un flamenco parecía.
Ahí tienes al pobre saliendo como los gatos a toda prisa y resbalando, mira a un lado, mira al otro, parece que nadie se ha fijado en el incidente pero... el gracioso de turno, a la hora de la comida, cuando estaban todos juntos va y dice: "Qué, Lorenzo ¿estaba el agua fresquita?"
Ahí tienes a mi padre aguantando el tipo estoicamente para no soltarle un disparate.
Termina la comida, empieza el reposo, y antes de atardecer recogemos para volver a casa. ¿Por qué tan pronto? dirán ustedes, bueno el mulo es un mulo y no corre tanto, el camino es largo y se nos hace de noche y no es plan de andar por esos campos.
Ponemos camino a casa... y claro, que si recoge que nos vamos... Espera que falta fulanito... Un momento, que voy tirar el pantalón... (Que no, que no se despelota nadie, que va a soltar lo que ha comido)
Que yo también voy a evacuar antes de ponernos en camino... Total que la puesta de sol la tenían encima y ahí tienes a Afro arreando al mulo que por algo ya se conocía el camino y sabía que la cosa se ponía fea.
¡Y tanto que se ponía fea!
Tenían que atravesar un campo donde había toros bravos, y ya como era atardecido pues eso, que de frente se encontraron unos y otros, todos para recogerse, y ahí tienes a las mujeres histéricas de pánico.

- ¡Madrita de mi vida, aquí va a pasar algo!

- ¡Afro corre que no lo contamos!

- ¡Afro que no corras tanto que nos están mirando!

- ¡Afro no metas ruido que a ver si se nos arrancan!

Todas nos agazapábamos al fondo del carro, como si los toros nos fuesen a caer encima.
Afro que no habla por no molestar... no sabe si salir en estampida como diligencia perseguida por los indios o pasar despacio disimulando, como si los toros no lo hubieran visto.
Los hombres que iban en bici no sé dónde se metieron que no aparecían, y los toros mirando.
Yo para mí que los toros se estaban mondando de la risa al ver el espectáculo que montamos con el miedo, porque no se arrancaron contra el carro, menos mal, de haberlo hecho se habría montado la corrida del año, - todos corriendo cada uno en busca de una encina a la que subirse- aquello salió bien al final, pasamos sin ningún contratiempo, algún retortijón de barriga que otro, pero nada más.

Al llegar al pueblo nos encontramos con Chindas, que gracioso Chindas, si hasta el nombre lo tenía raro, en toda mi vida no me he topado yo con otro Chindas, excepto el del famoso poema:

"A treinta leguas de Pinto
Y quince de Mamolejo
anda Chindasvinto
construyendo un castillo viejo"
(Poema de Joaquín Abatí: El conde Sisebuto)

Ese es el único que conozco aparte de nuestro Chindas.
Todavía me acuerdo de los golpes graciosos que tenía, recuerdo una mañana que un vendedor de fruta venía voceando por la calle ofreciendo su mercancía:
“¡Muuujeeereeesssss! ¡Arrimaros al camión! ¡Que hoy traigo melocotooones, limoooneees, meeeloooneees!”.
Chindas que lo estaba oyendo no se le ocurre otra cosa que decir:
“¡Todo acaba en ones como co...nes!”.
Si es que no podía contenerse, la vena artística y los chistes le salían a borbotones.
Hablando de nombres raros los de mis tíos: Ubaldo, Sinforiano, Arsenio.
Por aquí donde yo vivo tenemos Tao-Lín, Yesenia Daniela, Bladimir, Mohamed, vamos, lo normal, pero esos nombres de mis tíos era un tanto raros...
Si es que antes no existía eso de la globalización, ni medioambiente, ni cambio climático.
Hablando de medio ambiente a ver si les cuento lo del pino de Navidad, pero eso en otra ocasión, que ya es tarde.

miércoles, 17 de abril de 2013

viernes, 12 de abril de 2013

Crónicas de una Cazura II

Soy fuenteña de pura cepa II

Bueno, que soy de Fuentes ya lo saben, y no es bueno repetir, que con los tiempos que corren es mejor cambiar de tema, a ver si se mejora, y como todo sube, la luz, el agua, hasta la bombona, yo aprovecho la crisis y subo también unos años en los relatos.
Corrían los años sesenta y pico por la Fuente de San Esteban y la crisis en las fábricas de piensos compuestos empezaban a hacer mella, la de la estación andaba dando las últimas boqueadas, faltaba poco para que un incendio acabara con los camiones y la fábrica se cerrara. Taiyo que aún se mantenía en pie no daban cobijo para tanto.
Había que ver a esos humildes obreros con muchas ganas de trabajar y cabizbajos, y sus pantalones azules llenos de remiendos. ¡Qué buenos remiendos! Que para eso las mujeres de antaño se daban buena maña, no sé cómo no se les ocurrió poner fábricas de remiendos y de labores, se hubieran forrado con tan magnífico trabajo, que se ve hoy cada pantalón vaquero... que necesitaría una madre de las de antaño.
Lástima que no patentaran lo de los remiendos, a los que nos fuimos del pueblo por la crisis de estas fábricas otro gallo nos hubiera cantado, ya lo creo.
Bueno a lo que íbamos, yo para ese entonces era una niña, y muy buena, o eso al menos decían mis tías Pili y María Sánchez Bolaños, (e.p.d.), aunque si le preguntamos a mi tía Fore (la mujer de mi tío Manolo, e.p.d. apodado Curro) ella también dice lo mismo, aunque a veces dice que yo era... mala no, un poco traviesa.
Seguro que tiene razón aunque yo no lo recuerdo, como era pequeña...
A ella le toco sufrir mis peripecias, vivíamos puerta con puerta y en el mismo corral, mi casa y su casa era una sola en el principio y daba a dos calles, la calle Canal y la calle Colon, pues eso, juntas.
Tengo que alegar en mi defensa que no todo lo que pasaba era culpa mía, que su hijo Tito, mi primo, también se las traía.
¿Que por qué digo eso? Pues lo digo porque fui testigo y tengo pruebas de alguna pitera que otra.
¡Oye! No había manera de que compartiera los juguetes, no es que yo rompiera los míos más pronto, no, aunque mi madre para aquel entonces me decía destrozona, es que los de mi primo eran más resistentes y le duraban más tiempo. No sé si era por el material con que estaban hechos, que por ser de chicos creo que los fabricaban más resistentes, ya saben que los varones son más brutos, sería por eso.
Cada vez que intentaba tocarle algún juguete me amenazaba y muy en serio:
"Se lo voy a decir a Juan Bimbas", o Juanero, como lo conocíamos todos, para los que no lo conocieron diré que Juanero era un ser especial y alegre, que gustaba de llenarse los bolsillos de proyectiles y enseñárselo a los jovencitos que lo llamaban "Juaneeero", "Juaneero", después salían corriendo que se las pelaban para no ser alcanzados por los proyectiles de Juanero.
¡Oye, cómo corría Juanero! Mira que les daba ventaja a los muchachos pero a más de uno alcanzaría, bueno a lo que iba, con esas palabras conseguía mi primo que dejara sus juguetes en paz.
Tenía un triciclo la mar de chulo, triciclo que cuidaba muy bien y lo aparcaba en su garaje particular, bueno, tenado, entonces se decía tenado, no sé cómo se enteraba, yo “pa” mi que tenía cámaras puestas estratégicamente y bien camufladas, que siempre sabía cuándo yo lo cogía y me ponía a pedalear por el corral, dale que dale. Era más feliz montando en el triciclo... no sé si porque yo no tenía uno o por saber que había burlado la vigilancia de mi primo Tito.
Ya ves tú, el corral que era de tierra y el triciclo de ruedas de hierro con asiento de madera, pues eso, que aquello para moverlo había que tener la fuerza de Urtain por lo menos.
Mi primo es muy bueno pero cuando se calentaba... Que todavía me acuerdo del porqué de mi pitera.
Verás, teníamos una abuela en común, Aurora, la pobre estaba en una silla de ruedas, oye, qué chulada de silla, creo que mi padre, Lorenzo, hizo el diseño, y si no recuerdo mal creo que fue Heli el herrero quien la soldó, eso sí mi padre que para ese entonces ya mostraba dotes de manitas arreglalotodo se la tuneó pintándola de verde... un verde... un verde raro, yo “pa” mi que era para que le hiciera juego con la parra que había en la puerta del corral y en la que mi abuela solía dormitar, la pobre a sus no llegaría a sesenta años ya andaba medio senil, - ahora que caigo, a mí me faltan uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis años y ni una mala parra tengo para mí senilidad- qué mal.
Me tendré que conformar con un geranio que tengo en el balcón, en fin que mi abuela dormitaba bajo la parra dando la espalda a la casa de mi primo y sintió que alguien le tiraba de los pelos, bueno alguien pudiera pensar que la moñearon, a juzgar por los gritos y el llanto de la pobre, y claro dormitando no vio quién se le acercaba, cuando se percató el-la culpable de que se había pasado con los tirones el-la culpable ya había desaparecido. A los gritos y el llanto de la pobre de mi abuela acudió raudo alguno de mis tíos preguntando quién le había hecho tal fechoría, mi abuela que apenas articulaba bien las palabras con eso de la vejez pues que no iba a decir “En-ri-que”, ni “To-ñi-to”, ni “Ma-ri-Pi-li”, la mujer sin saber quién se lo hizo dijo: “Ti-to”. Claro es más fácil decir Tito, todo hay que comprenderlo.
A mi tío Manolo le faltó tiempo para darle una palotea a mi primo Tito, poooobre, el llanto no le dejaba ni respirar, hipando y con el corazón encogido, rojo, rojo como una granada hizo un esfuerzo para decir: "que, que, que yo no, no, he si, sido, que, que ha si sido Ma, Mari Pi, Pili"
No se cómo me entere de todo el barullo formado, porque yo ya estaba escondida debajo de la cama cuando mi tía Fore fue en busca mía, menos mal que mi madre, Pepa, que era muy previsora ya había cambiado las camas antiguas de antaño, aquellas de hierro tan altas que para subirse en una había que poner una escalera o en su defecto una silla, por otras de aluminio más bajitas, como mi tía no pudo agacharse tanto para agarrarme... pues eso, que aquello se le pasó pronto, menos mal.
No se crean que aquello se terminó, no, un día mi tía le dice a mi madre: Pepa, si viene el lechero cógeme dos litros de leche y me los cueces para que no se estropee, que yo estaré haciendo moritos en la panadería de Guadalupe, y no llego hasta la tarde.
Cogió mi madre la leche y la coció, ya lo creo. Pero ¿a quién se le ocurre dejar la cazuela al alcance de los niños? Me faltaron dedos para quitarle la nata.
¡Cómo entraba la nata, tú!
Y con el olorcito del limón de los moritos que se hacían en la panadería del señor Antonio y de Guadalupe, que la teníamos a un paso. ¡No veas!
Pues eso, que entre unas cosas y otras mi primo me la tenía guardada. Una de las veces que salía por la puerta del corral le oí decir a mi primo Tito a voces: ¡Madre que voy a la calle, que voy a jugar con mi amigo Arturo! Me dije para mis adentros, "esta es la mía, que con Arturo ya se sabe, hasta que no oscurezca no vuelven".
Pues eso, que andaba yo en nuestro corral triciclo para arriba y triciclo para abajo tan tranquila, disfrutando del triatlón que hacía, una vez bajaba la cuesta pedaleando, luego la subía con el triciclo al cuadril y cuando me cansaba la llevaba empujando; Tan distraída andaba que no vi que la puerta se abría, y llego mi primo Tito, por la puerta del corral, mira que había puertas para entrar, pues nada, por la del corral, y claro me pilló infraganti, me faltó tiempo para abandonar el juego y salir corriendo corral abajo hasta la puerta de mi casa, no sé cuántos metros habría de distancia, pero por el rabillo del ojo iba mirando de cuando en cuando por si me seguía y poder pedir auxilio antes de que me cayera una somanta de palos, pues no, vi a mi primo haciendo como karate kid, una postura de los más raro, me quede mirándolo como subía el brazo derecho y lo doblaba a la altura de la oreja y como elevaba la pierna contraria flexionándola a la vez por la rodilla, me quedé que como el de Matrix, lo veía a cámara lenta, venía hacia mí un proyectil tan aprisa y con tanta precisión que hizo impacto en mi frente y ¡Cataplún! al suelo, una pitera en toda la frente, qué puntería.
Si llegamos a estar en tiempos de los judíos y los filisteos sería la historia de David y Goliat.
Lo normal, al impacto tan fuerte le siguió el llanto, yo pensaba en la palotea que le iban a dar, si con mi abuela funcionó conmigo también, pensaba yo, que a pesar de estar dolida y sangrando no estaba yo en el tema, más bien estaba en los palos que le iban a dar a mi primo Tito.
¿Creen que se formó un barullo? Que entre cuñadas que viven puerta con puerta ya se sabe, por aquello de que tu niño... Mi niña... La culpa... Pues anda que tu... Pues mira que...
¡Nada, no pasó nada!
Me equivoqué, mi madre me dijo: "Algo le habrás hecho, no te está mal empleado, así dejas de andar enredando"
Mi tía Fore dijo: "Ya te lo dije, que no le tocases el triciclo al Tito"
Tito era Tito, yo creo que si le han dado hoy día el trabajo en el pueblo vecino de poner en hora el reloj es por la precisión que tiene en las manos.
Pero claro, yo lo que quería era jugar, que mi hermana Rori hacía poco que había nacido y estaba aún con las vendas de las momias puestas, mira que le ponían trapos y picos y mantas y líos a los pobres bebés, con tanto trapo y atadura no les quedaba más remedio que dormir o llorar, que por cierto, para arrancar a llorar mi hermana era muy mala, se agarrotaba conteniendo la respiración... morada se ponía, y ahí tienes a mi padre con el cubo de agua preparado por si había que tirárselo por encima. El pooobre, que sustos le daba, que eso es lo que el médico le dijo: Lorenzo, cuando veas a la niña ponerse azulada viértele agua por encima, que se le quita.
Pero eso es otra historia muy larga y hoy no hay tiempo de contarla.



lunes, 8 de abril de 2013

La cigüeña

Ave de grácil figura,
de andares de señorita,
llena de gracia infinita,
y alas de gran envergadura.

Con bravura surca el mar,
con ternura acaricia el suelo,
con gracia adorna el cielo,
virtuoso y eterno es su amar.

Quien te puso el nombre
Fiel y Leal bien te conocía,
reina del cielo, y cual profecía
das tiempos y sazones al hombre.

En torres altas anida,
en altos campanarios,
individuos gregarios,
dualidad bien avenida.

Retornan a su nido olvidado,
crotorando y clamando al cielo,
cuello alzado, amor eterno,
de sonoro cortejo anunciado.

Esposa fiel, dócil señora,
menesterosa de limpio plumaje,
que vuela sin mapa ni equipaje,
al par de su dueño que adora.

Viajera asidua e incansable
de eterno otoño y primavera,
y cual velero de Espronceda
navega y surca el aire indomable.

Con bravura surca el mar,
con ternura acaricia el suelo,
con gracia adorna el cielo,
virtuoso y eterno es su amar.

Es tu marcha más dolida y helada
que los fríos que acaecen en invierno.
Es más penosa y afligida que un infierno
el ver vacía y lúgubre tu morada.

Aún nos queda la esperanza
de volver a verte compañera
escarbando otro año sobre la era
mitigando así nuestra añoranza.



domingo, 7 de abril de 2013

Crónicas de una cazurra


Soy fuenteña de pura cepa aunque tenga trazas de Andalucía.
Ya saben, como las conservas donde dice:

Ingredientes: Salmantina, charra, de La fuente de San Esteban, cazurra de pura cepa.
Y en conservantes: puede contener trazas de andaluza, boquerona de adopción para más seña.
Quiero contar una anécdota, una hipérbole, que ocurrió en La Fuente de San Esteban hace mucho, mucho tiempo, allá por los años cincuenta.
Qué barbaridad ¿tanto ya?
¡Si por ese entonces yo no había nacido!
Me la contó mi tía Fore (Esposa de Manolo, curro, que en paz descanse)
Si en algo he exagerado la historia pido disculpas, ya se sabe, Andalucía atrapa y más en los relatos que contamos.
Como iba diciendo:
Por aquellos años, los cincuenta, en los que la guardia civil patrullaba en bici o andando y la luz de las calles se limitaba a una bombilla con una especie de plato boca abajo que colgaban de una cornisa, eso sí, se ponía estratégicamente en una esquina para que diese luz a cuatro calles a la vez, un montón de cables a modo de serpentina pasaban de casa en casa que abastecían a los hogares, unos interruptores de cerámica en la pared a los que había que darles “un pellizco” o una pera enroscada a la cabecera de la cama, esa era toda la instalación de luz que teníamos.
¡Benditos tiempos! ¡Qué recuerdos!
No había agua corriente, una tinaja que se llenaba de cuando en cuando a base de cántaros, y se recogían de la única fuente para todo el pueblo, eso era toda el agua corriente.
Que necesitabas agua en las comidas... el jarrillo de lata que se llenaba de la tinaja.
Que tenías que lavarte... la jarra de porcelana y la palangana.
Que necesitabas para fregar... un bañito de lata con agua limpia para los platos, si era para el suelo... aprovechabas el agua de la palangana.
¡Eso era ahorrar! ¡Sí señor!
El agua de la lluvia era magnífica para lavar la ropa, se recogía en un bidón puesto debajo de un canalón.
¡Qué recuerdos!
Las mujeres de pañuelo en la cabeza y con sus eternos lutos, los hombres muy formales y con boinas negras.
¡Qué tiempos!

Bueno a lo que iba:
En aquellos tiempos las mujeres eran muy cumplidas, no es que ahora no lo sean, pero daba gusto ver a nuestras madres y abuelas yendo a la casa del festejo para dar la enhorabuena o del duelo para el pésame, tan recatadas... Tan serias... Tan agarraditas del brazo y conversando en voz moderada...
¡Qué majas!
Pues eso, que fueron algunas mujeres, entre ellas mi tía Fore, de visita, a ver a una conocida, quizás para una visita de cortesía, quizás para dar un pésame, no lo recuerdo bien, el caso es que viendo que el tiempo auguraba agua, (solo había que mirar al cielo para saberlo, que por aquel entonces no había telediarios indicándolo, si acaso una radio y el que podía permitírsela) se apresuraron éstas para ir y volver antes de que la tarde se cerrará y empezará a llover.
Con pasos firmes y charla entretenida llegaron a la casa en un santiamén, todo hay que decirlo, el pueblo era pequeño y si corrías te salías de él sin darte cuenta, vamos que te encajabas en los huertos o en la estación.

Llegaron a la casa...
Llamaron con moderación...
Un saludo cordial a la anfitriona...
- Pasa, pasa, anda maja... Pues mira que... Con el tiempo como se está poniendo mira que molestaros en venir...

Entran todas atentas a las indicaciones de la dueña, por si indica hasta donde pueden pasar de la casa, y se las lleva hasta la cocina en la que hay una mesa camilla, como son de confianza es el lugar más idóneo, además tiene la copa del brasero encendida y removiendo el cisco con el badil se sentaron todas al calor de la mesa.
En la casa estaba un hijo llamado Atilano, al ver que llegaba visita femenina se alzó apresurado de la silla para recibir educadamente al personal, y disculpándose se retiró alegando que tenía menesteres que atender dejando paso a las señoras que supuso que estarían más cómodas sin su presencia, y aprovechó para salir a tomar unos vinos a la plaza.

- Madre que voy a ver a uno del trabajo, ahora vuelvo.

-¿Dónde vas a estar? -dice la madre-

- No sé, a donde Abilio o Jorreto o Angelita la burrera. -dice Atilano-

- Ponte algo por encima que parece que va a llover. -dice la madre-

- Voy ahí mismo, con la chaqueta me vale. -dice Atilano-

Se coloca una chaqueta por encima, se despide amablemente, sale hurgando en los bolsillos en busca de su tabaco picado, caldo gallina, y cerrando la puerta tras de sí empieza a preparar para hacerse el cigarrillo.
Entre tanto en la casa se quedan las mujeres enfrascadas en su charla, que si come una perronilla… Que no cojas moritos que se han puesto un poco duros que son del corpus pasado… Que si quieres un anís... Anda hija arrímate al brasero que te calientes... Que no me puedo arrimar mucho que luego me salen cabrillas...

En esas andaban cuando un relámpago hizo acto de presencia iluminando la estancia, enmudecieron de repente como si esperasen algo más, y apareció, ya lo creo que apareció, le siguió el inevitable trueno haciendo que a más de una se le escapase un grito del mismo susto que se llevó.

-¡Dios bendito! -dijo una-
¡Madrita, que susto nos ha dao! -dijo otra-

Alguna se santiguaba en señal de protección viendo la virulencia de la tormenta.
Se quedaron en silencio de repente, a la espera de que si lo siguiente era el aguacero mal lo llevaban pero...
¡Oye! Con tan mala fortuna, que en el desván, un jamón mal colgado, y al estallido del trueno, debió de aflojar la alcayata medio mal puesta, y cayendo éste sobre el suelo de madera metió tal ruido que acabaron las mujeres asustadas pensando que alguien andaba por el desván.

- ¿Quién andará por el desván? -pregunta una-

- Nadie, si estamos solas -dice la anfitriona-

-Mira que sí han entrado a robar... -dice otra-

- Anda, anda, quita, ¿quién va a entrar?-dice la anfitriona-

- Mira que yo he oído que robaron el baúl de la iglesia con las ropas de la virgen y lo encontraron en la estación lleno de uñas y sangre porque no pudieron abrirlo. -comenta otra-

- ¡A que ton van a venir! Amos anda, aquí no hay nada que robar, espera que cando la puerta y así estamos más tranquilas.
El chaparrón empezó con fuerza pegando contra los cristales y como si fuese lo siguiente que esperaban se relajaron un poco comenzando a hablar de nuevo.
El aguacero parecía no tener respiro, era como si en todo el año no hubiese caído ni gota.
¡Oye, qué aguacero!
¡Las gotas como boinas de nuestros abuelos!
En poco rato ya tenían los charcos y barrizales de costumbre, como las calles no estaban empedradas... Y mucho menos asfaltadas... Vamos que ni un cacho de acera para no pisar barro.
Era tan molesto eso que provocaba que los viandantes anduviesen por las calles dando saltitos y esquivando el barro. ¡Ni que estuviesen jugando al ajedrez!
A todo esto seguía tronando, las mujeres paraban de hablar a cada relámpago, tan sólo rompían el silencio cuando el trueno terminaba de petardear.
Se decían mirándose unas a otras:

- ¡Huy madrita! ¡Cómo se está poniendo la tarde!

- Ahora no podemos salir

- Bueno bueno, como vas a salir con este aguacero, deja que escampe un poco.

El siguiente trueno repitió en fuerza y estallido, tanto o más que el primero, eso hizo que la poca luz de la que disponían acabase por fundirse tanto de la casa como de la calle, ni fusible ni nada que arreglar, a esperar con la tenue luz de una mariposa, la intranquilidad y el miedo iba anidando en el semblante de las mujeres, que inquietas empezaban a pensar que la cosa se iba a alargar más de la cuenta.

Afuera, en la calle, Atilano no había llegado un poco más allá de la esquina, como se había entretenido liando el cigarrillo... pues le pillo que las primeras gotas le mojaban la picadura y el papelillo, y obligándolo a refugiarse debajo de un tejado para poder defender su vicio... pues eso, que le cayó el diluvio y encima, se vio sin luz para moverse con seguridad y con una oscuridad absoluta por la tormenta, pensando que se va a poner calado y que no ve por dónde anda decide darse la vuelta para casa.
No hace más que dar zancadas para evitar el chaparrón profuso y los charcos que se estaban formando, claro con sus pinreles del cuarenta y cinco hacia un ruido de chapoteo que se podía escuchar dentro de la casa, las mujeres al percatarse de que alguien corría hacia ellas pusieron toda su atención a ver quién entraba olvidando que la puerta estaba candada.
Empuja Atilano la puerta para entrar a toda prisa y choca de golpe contra ella, se percata que no puede entrar... el cigarro en la comisura de la boca que medio se quema.... que medio se le cae al suelo... que sí se quita las chispas de la barbilla y de la ropa... le impide llamar a su madre a voces para que le abra deprisa... aporrea la madera con ímpetu para que le abran rápido que se estaba calando… y estas que estaban esperando a oír quien era el que entraba olvidando el tranco de la puerta más se asustaron y empezaron a gritar, cuanto más gritaban ellas más aporreaba Atilano para que le abrieran, cuanto más aporreaba la puerta más gritaban ellas.

- Bueno bueno, no siento más, a qué tanto grito, parece que están todas bobas. -pensaba Atilano-

Viendo que no conseguía nada se cubre la cabeza con la chaqueta que aún estaba puesta sobre su cuerpo, se va a la parte trasera de la casa, por el corral, a donde hay otra puerta para poder entrar...
A esto que las mujeres muertas de miedo por los golpes bruscos y que no contestaba nadie a la voz de ¿quién anda ahí? se pusieron a resguardo, mariposa en mano, para huir por el corral si era necesario.
Claro, Atilano a toda prisa, la cabeza gacha atrapada con la chaqueta... Los hombros subidos por la tirantez de los sobacos... El cigarro chisporroteando... Dando zancadas largas... No tardó en darse de bruces con las mujeres que no paraban de gritar, viendo ellas que aquello se les acercaba, aquella figura deformada y sin cabeza, echando humo y chisporroteando... Fue el remate final para se formara la que se formó.
¡Un ataque de histeria, oigan!
Una vez calmados los nervios empezaron las risas nerviosas y los reproches.
Que si impavante...
Que si serán bobas...
Que te vas a enterar cuando venga tu padre...
El tío bobo, el susto que nos ha dao…
A qué ton viene esto…

Yo para mí que las gotas que había en el suelo del pasillo no todo era agua de la tormenta.

Y hasta hoy aquello se quedó de anécdota para contar a los sobrinos y nietos, son cosas que pasan en nuestro querido pueblo:
¡La Fuente de San Esteban!