jueves, 18 de abril de 2013

Crónicas de una cazurra III

Soy fuenteña de pura cepa III

No sé si contar esto, lo diré en voz baja para que no lo escuche mucha gente...

(Cuando yo era pequeña iba con mis padres a buscar manzanilla)Sssssss
Ya está, lo dije, es que ahora te meten en la cárcel por coger manzanilla, y con los tiempos que corren ve tú a saber si no ha prescrito el crimen y la hemos liado.
Sí, íbamos a por manzanilla, que ya mi padre, Lorenzo, se había preparado un cajoncito de madera con dientes de metal, -mi padre no, el cajón- para coger las margaritas únicamente y no arrancar el tallo, que apañado mi padre, las poníamos al sol para secarlas y venderlas o para el consumo diario, y ya de camino hacíamos alguna excursión que otra.
Recuerdo con mucho cariño una de las primeras excursiones que mi mente dejó registradas, una excursión con Afro, el de Guadalupe y el señor Antonio el panadero.


Salíamos de casa, en la calle Canal, en el carro de Afro, nuestro vecino, -el carro, para los más modernos no es un coche último modelo, no, era un carro literal, vaya de esos vehículos de tracción animal, como el de Manolo Escobar, pero a lo rústico-.
No recuerdo muy bien si en esa ocasión vino nuestra amiga Rosi, la hija de la señora Rosa, si hombre, aquella mujer de escasa estatura y enorme corazón, a mí me querían mucho las dos, y yo también a ellas.
Las mujeres y los niños íbamos en el carro y los hombres en bicicleta, tampoco es que fuesen muchos, a lo sumo un par de familias y alguno suelto más.
Como para ese entonces comíamos muy sano... pues eso, que mientras unos buscaban manzanilla otros recogían marujas, -mujeres no, es una planta que se cría a donde hay agua y se come como ensalada-.
También ancas de rana, que no veas lo difícil que es cazar las ranas, las ancas son como muslitos de pollo pero en miniatura, a esta comida se le arrimaba un cachito de tortilla y alguna morcilla o longaniza que otra, los más finos y atrevidos se llevaban gaseosa, esa era la bebida de los mozos del pueblo, oiga que ya existía "La Casera", sí, teníamos la fábrica en el pueblo, cerca de la estación, bueno, la fábrica de las cajas de madera de "La Casera".
A lo que íbamos, con el ejercicio de la excursión todo entraba bien, ya lo creo.
Mi padre, que por aquel entonces era un joven bien parecido intentaba coger marujas y se vio en la tesitura de si saltar un regato o rodearlo, se lo pensó poco, decidió saltarlo apoyando una pierna en una roca que estaba en mitad del charco, que con las piernas tan largas que tenía solo tomar impulso y estaría en el otro lado.
¿Están pensando que se mojó?
Ya te digo, hasta las trancas, que lo que pensaba que era una piedra no era tal si no un espumarajo, y claro, al poner el pie lo metió hasta la ingle, se clavó en el fondo, un flamenco parecía.
Ahí tienes al pobre saliendo como los gatos a toda prisa y resbalando, mira a un lado, mira al otro, parece que nadie se ha fijado en el incidente pero... el gracioso de turno, a la hora de la comida, cuando estaban todos juntos va y dice: "Qué, Lorenzo ¿estaba el agua fresquita?"
Ahí tienes a mi padre aguantando el tipo estoicamente para no soltarle un disparate.
Termina la comida, empieza el reposo, y antes de atardecer recogemos para volver a casa. ¿Por qué tan pronto? dirán ustedes, bueno el mulo es un mulo y no corre tanto, el camino es largo y se nos hace de noche y no es plan de andar por esos campos.
Ponemos camino a casa... y claro, que si recoge que nos vamos... Espera que falta fulanito... Un momento, que voy tirar el pantalón... (Que no, que no se despelota nadie, que va a soltar lo que ha comido)
Que yo también voy a evacuar antes de ponernos en camino... Total que la puesta de sol la tenían encima y ahí tienes a Afro arreando al mulo que por algo ya se conocía el camino y sabía que la cosa se ponía fea.
¡Y tanto que se ponía fea!
Tenían que atravesar un campo donde había toros bravos, y ya como era atardecido pues eso, que de frente se encontraron unos y otros, todos para recogerse, y ahí tienes a las mujeres histéricas de pánico.

- ¡Madrita de mi vida, aquí va a pasar algo!

- ¡Afro corre que no lo contamos!

- ¡Afro que no corras tanto que nos están mirando!

- ¡Afro no metas ruido que a ver si se nos arrancan!

Todas nos agazapábamos al fondo del carro, como si los toros nos fuesen a caer encima.
Afro que no habla por no molestar... no sabe si salir en estampida como diligencia perseguida por los indios o pasar despacio disimulando, como si los toros no lo hubieran visto.
Los hombres que iban en bici no sé dónde se metieron que no aparecían, y los toros mirando.
Yo para mí que los toros se estaban mondando de la risa al ver el espectáculo que montamos con el miedo, porque no se arrancaron contra el carro, menos mal, de haberlo hecho se habría montado la corrida del año, - todos corriendo cada uno en busca de una encina a la que subirse- aquello salió bien al final, pasamos sin ningún contratiempo, algún retortijón de barriga que otro, pero nada más.

Al llegar al pueblo nos encontramos con Chindas, que gracioso Chindas, si hasta el nombre lo tenía raro, en toda mi vida no me he topado yo con otro Chindas, excepto el del famoso poema:

"A treinta leguas de Pinto
Y quince de Mamolejo
anda Chindasvinto
construyendo un castillo viejo"
(Poema de Joaquín Abatí: El conde Sisebuto)

Ese es el único que conozco aparte de nuestro Chindas.
Todavía me acuerdo de los golpes graciosos que tenía, recuerdo una mañana que un vendedor de fruta venía voceando por la calle ofreciendo su mercancía:
“¡Muuujeeereeesssss! ¡Arrimaros al camión! ¡Que hoy traigo melocotooones, limoooneees, meeeloooneees!”.
Chindas que lo estaba oyendo no se le ocurre otra cosa que decir:
“¡Todo acaba en ones como co...nes!”.
Si es que no podía contenerse, la vena artística y los chistes le salían a borbotones.
Hablando de nombres raros los de mis tíos: Ubaldo, Sinforiano, Arsenio.
Por aquí donde yo vivo tenemos Tao-Lín, Yesenia Daniela, Bladimir, Mohamed, vamos, lo normal, pero esos nombres de mis tíos era un tanto raros...
Si es que antes no existía eso de la globalización, ni medioambiente, ni cambio climático.
Hablando de medio ambiente a ver si les cuento lo del pino de Navidad, pero eso en otra ocasión, que ya es tarde.

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