sábado, 11 de noviembre de 2023

YO CREO EN DIOS.


Muchas veces he pensado en la muerte, en el más allá, ese misterio que tanto atemoriza a unos e intriga a otros y, que los (o nos) lleva a averiguar qué es lo que hay detrás, algunos dicen que no hay nada y otros que les da igual.
Yo me pregunto muchas veces, -sabiendo que el cuerpo sí es corrupto, que se funde con la tierra por que tiene materia carnal-, si los sueños siendo de materia espiritual, algo etéreo, se pueden borrar tan fácilmente, si las inquietudes, los proyectos y las ansias de vivir y de amar se quedan en el olvido, entonces ¿qué pasa con los recuerdos...? ¿Y el pensar...?
El futuro añorado, soñado tantas veces, aquél que todos tenemos en mente como lejano, lleno de bienestar y tranquilidad ¿no se realizará...? ¿Y el pasado...? ¿Eso también se va?
Las caricias que hemos regalado con tanto afán, los besos de cariño o de amor que dejamos impregnados en los demás y que nos generan tanta dicha, energías positivas capaces de mover el corazón de los demás ¿eso también se va?
Las cuentas... las letras... el don de dibujar...el construir con las manos... formar un hogar... pasear... pensar... o un simple meditar, ¿eso también se va?
Alguien me dijo una vez que todo lo que sale de nuestro espíritu se volatiliza, como se volatilizan las ondas de radio, que las lanzamos al aire y desaparecen sin más; me niego a pensar que esa energía capaz de hacer que un instrumento sin vida actúe, o que mueva un objeto, se desvanezca con tanta facilidad, cuanto más nuestro yo interno que con una palabra es capaz de hacer reír o hacer llorar, que nos mueve a actuar con una simple mirada y que con el roce de un simple dedo hace que el corazón lata con menor dificultad, me niego a pensar que todo ese espíritu, energía interior, se pierda sin más.
Un tiempo triste se recuerda lejano, el tiempo de los seres queridos que se han ido, algunos dicen que ya nunca, de ningún modo, volverán, no lo creo.
¡Para qué tomarse tanta molestia en fabricar un ordenador, por ejemplo, si no tuviese mayor utilidad que unos míseros segundos! Con mayor razón, pienso yo, el cerebro humano que es capaz de almacenar bibliotecas enteras de saber, de llenar estanterías enteras de recuerdos, y que es capaz de formar y deformar complejos sistemas para amoldarlos a su interés, todo eso ¿para qué? ¿para nada? ¿para vivir apenas 70 u 80 y después desaparece? No lo creo...
Yo creo más bien, sí, creo firmemente en que un mañana mejor nos espera, en un mundo adonde se viva feliz, ese mundo que llevó a historiadores a inmortalizarlo en sus escritos, a los aventureros intrépidos que gastaron sus vidas en buscar en los confines de la tierra incansablemente esa fuente de la vida o de la eterna juventud como Ponce de León; creo en ese “Shangri-Lá” como el del escritor James Milton, o como el de “Un Mundo feliz” de Aldous Huxley; Yo creo, sí, en que la vida no se limita sólo a nosotros y nuestro planeta, ¿a qué si no esa búsqueda interminable de lo desconocido en otros planetas? ¿a qué la espera de que un ser humano o una cara conocida nos dé la respuesta? No soy yo sola la que busca, no.
Yo creo en un creador inteligente, que hizo los cielos para deleite de nosotros, los humanos, criaturas que formó con tanto cariño y tesón y en las que puso tanta confianza, de no ser así ¿para qué crear tanto si nadie lo va a habitar?
Creo, sí, en el que hizo el mar y el enjambre de criaturas vivientes, conocidas y desconocidas, aquellas que tanto dejaron volar la imaginación de los navegantes y de los poetas, seres prodigiosos que inventaron miles de relatos fantásticos, hipérboles de monstruos, fábulas de sirenas que animaron las veladas de familiares y amigos al calor de un hogar o que relataron fantasiosamente en las tabernas, un mundo avivado por el aroma de alguna exquisita cazuela de comida y paladeando un buen trago de licor.
Creo en el ser dadivoso que alfombró los valles de tulipanes, de margaritas, de romero y espliego, azucenas y rosales, explosiones milagrosas de colores que renacen cada primavera y nos invitan a recoger en los pulmones esa dulzura de aromas, dadores de vida que nos hacen sonreír.
Creo en el que le dio sonido a las olas, caracolas en vaivén, espumas alborotadas, encajes de mar encrespada, olor a sal, caricias de algas enredadas jugando a nuestros pies.
Creo en el que dejó correr, montañas abajo, los manantiales cristalinos, fuerza magistral de cataratas, jugos básicos para la vida de todo ser, creo en su delicadeza y gran amor dejando caer el agua en forma de nieve, curanderos de sed.
Creo en el que dio esplendor a la luz del sol dorando la mies, creo en el que dotó de melodías a los pájaros, gorgoritos acompasados, invitando a la continuidad de la especie, creo en el mismo Ser que le dio colores al arco iris, el que le dio néctares y sabores y texturas a las cosas... creo en el amor.
Creo firmemente en Aquél que nos prometió por medio de Juan una vida sin muerte ni sufrimientos, creo en Él, y más cuando nos dio garantía de su fidelidad rubricándola con la sangre preciosa de su mismo hijo, creo en Él cuando le dijo a Tito que no mentía, que sus promesas se cumplen sin falta, no vuelve a Él su palabra sin resultados; creo en Dios, sí, creo en Dios y bajo esas promesas y garantías espero su cumplimiento.
Quiero luchar por ese lejano sueño, lejano y a la vez tan cercano... tan mío... tan real... que incluso puedo palparlo con las manos, puedo sentirlo tan cerca que ni me atrevo a dudar, iré caminando paso a paso, cada vez más convencida porque sé tan certeramente que entraré en él si no me canso, por eso, mis deseos son de invitar a todos aquellos seres a los que les tengo profundo cariño a creer y a acompañarme. Hoy tengo un pie en la puerta y el otro en el umbral de ese paraíso, he sido invitada a participar en tan grandioso proyecto, espero estar a la altura de merecerlo y de aprender a conservarlo.
A veces me pregunto si no soy demasiado egoísta para pensar que sólo creo por lo mucho que me puede dar, a veces me avergüenzo por esperar tal herencia sin merecerlo, a veces medito si mi amor por Él es fidelidad completa... creo en Dios, aunque no sepa con certeza hasta que punto le amo.
Yo creo, cierto que creo, aun así, si no hubiese nada más, ningún mañana esperanzador, ningún paraíso, me bastaría con vivir hoy sabiendo que al menos existe la justicia, me conformo con lo que me dio, un conocimiento pleno, pero yo he creído, sí, creo por que he visto su mano extendida en vestigio de invitación, he sentido su abrazo alentador y franco, he visto su amor. Por eso mismo... creo en Jehová Dios.

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