domingo, 12 de agosto de 2012

La figura invariable de mi espejo.

Desde mis recuerdos constantes
libero a diario, frente a mí, tu imagen,
me niego a ubicarte en un espacio concreto,
tal vez por miedo a compartirte con extraños,
no te imagino en un saliente de una cala,
ni en una silla de un restaurante,
tampoco en alguna vía transitada,
ni siquiera te vislumbro entre en los retratos
que cuelgan de mis paredes o los cercanos a mi lecho.
Me niego a desprenderme de la nostalgia,
de la individualidad de mis memorias,
posiblemente por temor a sentirte lejos,
distraído con algún sonido, con alguna cosa.
Tú eres mi aire y mi envoltura,
eres mi universo y mi sendero
eres mi sombra y mi locura
eres mi mundo entero
la figura invariable de mi espejo.
Tan sólo he soñado contigo
una y mil veces y otras mil más,
sin nombre, sin atavíos ni ambages.
Me regodeo con el tacto tímido de tus manos
perdidas debajo de mi suéter, a la altura de la falda,
acariciando mi espalda como quien lee en braille
con las yemas de los dedos.
Nos hemos mirado a los ojos.
Nos hemos examinado frente a frente,
bebiendo de las fuentes del paladar,
cada susurro, cada gemido, cada suspirar,
bóvedas húmedas exploradoras ávidas de rincones,
cada espacio del alma es indagado
como laberinto sin salida.
Una eternidad en unos segundos
como perdidos en el interior de ambos seres,
queriendo anidar el uno en el otro
por siempre y para siempre jamás.
Tan sólo el sonido cercano de la respiración
y el vibrar de los latidos del pecho
nos ha devuelto a la dura realidad,
la de que uno más uno siguen siendo dos.
Yo estoy aquí o allá, tal vez en otro lado,
pero tú estás en mi mano, en mi mente,
impregnando mi piel, en mi interior,
por siempre y para siempre jamás.
Tú eres mi aire y mi envoltura,
eres mi universo y mi sendero,
eres mi sombra y mi locura,
eres mi mundo entero,
la figura invariable de mi espejo.
Eres mi secreto, el ser amado
que habita en mi imaginación.

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